Hay sucesos que cambian por completo el curso de la historia. Instantes que, por suerte o desgracia, dejan en el imaginario lo que hubiera ocurrido si lo que pasó no hubiera tenido lugar o hubiera sucedido de modo diferente. El ciclismo, como cualquier otro aspecto de la vida, también ha experimentado con esto. ¿Qué hubiera pasado en el Tour de 2003 si Beloki no se hubiera caído? ¿Y si Perico no hubiera sido tan Perico en el 89? ¿Y si Ocaña no se hubiera caído en Mente en el 73? ¿Y si Jempi Monseré no se hubiera encontrando de frente con un coche mientras corría en las inmediaciones de Sint-Pieters-Lille en marzo del 71?

Muchos seguidores aún no estarán muy familiarizados con la figura de Jean-Pierre Monseré. Nacido en el oeste de Flandes, en Roeselare, en 1948, y fallecido mientras corría el Grote Jaarmarktprijs con el arcobaleno sobre sus hombros el 15 de marzo de 1971, a pesar de lo que muchos hayan podido prostituir esta frase a lo largo de la historia más reciente del ciclismo, Jempi Monseré sí era el nuevo Merckx. Hasta aquel día. El genial corredor flamenco, una estrella del Flandria en ciernes, incomparable hasta el momento e incluso por encima de Rik van Steebergen en precocidad, había batido al mismo Merckx -y a Gimondi- en Leicester meses atrás en la disputa del Campeonato del Mundo. Por eso corría en el norte de Flandes con el maillot arcoiris y por eso uno de los momentos más dramáticos del ciclismo belga, sino el que más, es la imagen de Monseré tendido en la carretera con su compañero, un gran amigo, Roger de Vlaeminck, pidiendo en la desesperación un auxilio que sería vano. Una imagen que sobrecogió a un equipo, el Flandria-Mars, un deporte y un país entero.

Decir que Jempi Monseré podría haber sido el nuevo Merckx tiene muchos argumentos a favor. Posiblemente ninguno en contra. Los resultados de Monseré hasta el día de su muerte, con sólo 22 años, son el motivo principal para pensar que el ciclismo le tenía reservado un lugar muy especial. Nada igual como lo suyo. Sí en número. Nunca visto antes en la calidad de sus triunfos -con la salvedad de lo que a mediados de los 40 hizo Van Steenbergen, muy a la par, y de la figura de Eddy Merckx, el más grande de todos los tiempos-.

Jean Pierre Jempi Monseré

Con tan sólo 21 años -cumplidos un mes antes- había conseguido vencer en el Giro de Lombardía (aunque por descalificación del primero, el neerlandés Kartens, que resultó positivo en un control anti-dopaje), con final ese año en Como y lo hizo como stagiare del Flandria – De Clerk – Krüger. Lo hizo ante Vanspringel, un muy buen clasicómano y cazaetapas que por aquel entonces corría en el Mann – Grundig belga y que había cosechado buenas victorias ese año (dos etapas en el Tour y la París-Tours unos días antes), y ante un Franco Bitossi que no exige mucha presentación. Unos meses más tarde, sin cumplir los 22, sería el mencionado Campeonato del Mundo en Leicester el que no se le resistiría. Oro. Arcobaleno. Halagos del mismísimo Eddy Merckx, que entre periodistas y personal de la organización se pudo abrir paso para felicitar a un corredor que según relatan las crónicas había dominado la prueba a su antojo (aunque Gimondi no estuviera de acuerdo con ello y le acusase de chupar rueda y racanear en la fuga e incluso menospreciar las declaraciones del descarado Monseré comentando que el italiano le había ofrecido dinero por dejarle ganar). Con 22 años y vencedor de un Mundial, un Monumento y numerosas etapas en vueltas menores (Rutal del Sol u Olimpias Tour) y muchas otras victorias en otras especialidades (pista y cross), Jempi iba camino de marcar la década de los 70 con sus compañeros del Flandria, siempre rivales de Merckx estando en Faema primero y en Molteni después.

La historia de Jempi Monseré, su tragedia, dejó al Flandria en shock. Un equipo que, además, sufrió dos semanas después un accidente camino de la disputa de la Amstel Gold Race en el que falleció la mujer de otro de los grandes del equipo, Eric Leman. Al acabar el año el Flandria tuvo que dejar escapar al mismo Leman y a Roger de Vlaeminck, este al modesto Dreher italiano donde sólo corrió un año estando posteriormente cinco en el mítico Brooklyn. El camino del Flandria, inexorable en el triunfo durante todas esas temporadas, al cabo de unos años se vio impedido. Las bajas sucesivas de Leman, Zoetemelk, los hermanos De Vlaeminck, Godefroot, Pollentier y Kelly (fugados ambos al Splendor), pero sobre todo, el bajón de Freddy Maertens, lastraron al equipo belga lo suficiente como para que tras 1979 dejara la marca de bicicletas de patrocinar al equipo profesional.

Serían dos sucesos los que condicionarían la carrera de Maertens, y por extensión parte del futuro del Flandria, de un tiempo en adelante. Uno, físico, la caída en Mugello corriendo un Giro, el de 1977, en el que había ganado ya siete etapas y que cortó una progresión que a los 25 años se presagiaba abrumadora con victorias en Paris-Tours, más de 20 triunfos en Grandes Vueltas (más la Vuelta de ese año) o el Campeonato del Mundo celebrado en Ostuni. El otro, psíquico, sentimental, profundo, la muerte del hijo de Jempi Monseré, Giovanni, en un trágico accidente cuando el pequeño corría con su bicicleta de carreras, regalada por el mismo Maertens, que era su padrino, cuando apenas levantaba unos palmos del suelo y contaba con solo siete años de edad. La fragilidad mental de Maertens, un genio en todos los aspectos de la vida, le hizo no poder afrontar con fuerza las lesiones y nunca volvió a ser el mismo. Aún y todo, terminó su carrera mediados los 80 con otros grandes triunfos como el Mundial del 81 (victoria ésta en Praga que también dedicó a Jempi, como la anterior en Italia) o varias etapas (y dos verts) en el Tour de Francia.

Un trágico accidente, la muerte de Jempi Monseré, que tumbó a una afición cercana a los mitos, megalómana en muchos casos. Y que aunque se recuperara siempre pensó que el de Roeselare tenía un lugar al lado de los más grandes, de Merckx, de Van Steenbergen, de De Vlaeminck o Van Looy, y que otra tragedia le hizo tener junto a él a su hijo mucho antes de lo que nadie hubiera deseado. Monseré se quedó en mito, pero no pudo llegar a ser el nuevo Merckx. Camino de Retie la fatalidad se lo impidió.

Jean Pierre Jempi Monseré