
El campeón del mundo, el más inteligente en la Flecha Valona
Como una montaña en medio de colinas. La Flecha Valona se ha convertido en un ensayo -corregido y aumentado- de las dos hermanas con quienes comparte cartel en el tríptico de las clásicas ardenesas. Acción comprimida y probatura extraña. Jamás los uphill finishers al uso han sido plenamente dominadores de una carrera que exige algo más que punch en los últimos 100 metros. Los únicos llanos en una “montaña” -el Muro de Huy, de apenas 1.300 metros- en medio de colinas. La que separa, de nuevo, hombres explosivos y escaladores de auténticos todoterrenos. Los primeros tienen lo que requieren los segundos, y ambos no pueden compararse con los terceros.
Entre estos últimos, un eterno aspirante convertido en “revienta-clichés“, el Campeón del Mundo -con letras grandes- Cadel Evans (BMC), ha sido el hombre capaz de sobreponerse, absolutamente sin equipo -la ayuda del aussie hacia Karsten Kroon en la Amstel Gold Race no se manifestó formalmente en Bélgica-, al atípico control de una escuadra, el Astana de Alberto Contador, que ha convertido la carrera en una pasarela de 196 kilómetros previa al sprint final, muchísimo más numeroso que en los ya de por sí anodinos precedentes. Y en ese sprint, sucedió lo que el pinteño debió temerse. Irresistible cuando las rampas alcanzan dobles dígitos, Contador no tiene capacidad para agarrar el toro por los cuernos -o la bici por las manetas- y acaba rendido a los que, como Evans, vigilan su distancia y sí cambian de tesitura cuando la carretera se suaviza. Aun así, llama la atención esa magia intangible de Contador para transformar cualquier carrera que corre en “su” carrera, en hacer moverse a todo el mundo pendiente de su mirada. Huelga narrar la falta de carácter de los contendientes en la batalla desde hace tiempo.
Y si suave y manejable para un genio de los últimos puertos resultó el peregrinaje desde Charleroi hasta las “Siete Capillas”, no sería probablemente porque hubiese más gente dispuesta a ello. Irreconocibles desde que la hoja de Enero fue arrancada del calendario, los hombres de Saxo Bank volvieron a ser el equipo sacrificado, incisivo y siempre ofensivo que todo aficionado desea, en contra de lo que sugerían las tácticas habituales del “clan Riis” en los últimos años. Sólidos en las clásicas flamencas hasta tal punto que jóvenes como Dominic Klemme o Guadiana Breschel se convierten en apuestas seguras de canódromo, los Voigt o Nicki Sörensen han confirmado la alternativa en el pelotón que otrora constituyese Quick Step en estos meses de la temporada. Suya es la responsabilidad de poner en jaque al pelotón -incluso cortando a sus propios líderes- en los últimos 60 kilómetros, propiciando un “arranca-para” que acabó con la larga fuga televisiva de hombres como Loosli o Tankink, y que tuvo su culmen con el ataque -casi telegrafiado- de Fränk Schleck en el sufrido falso llano posterior al segundo paso por Huy.
Allí, el desgarbado papá de Leea se encontró con un potro en edad de merecer, el checo Kreuziger (Liquigas). Con el primero de los talentos eslavos surgidos en la escuadra verde (Kreuziger, Sagan, pronto Kiserlovski) inició el treintañero luxemburgués un dueto desigual para dejar atrás el inesperado control de la escuadra de Laurenzo Lapage. Si pasaba Roman, la ventaja rozaba el mágico medio minuto; si lo hacía Fränk, el grupo viajaba en mecedora y se agotaban las únicas opciones de ver un grupo reducido entrar en cabeza en los metros finales. Si unos disponían avanzadilla organizada, otros -los incansables Katusha Kolobnev e Ivanov, tras su viaje casi transiberiano; los Euskaltel, con Egoi y con un descomunal Igor Antón, emulando a los Mayo, Astarloa o David Etxebarría en terrenos que no deberían ser nunca extraños a los vascos- intentaban hacer guerrilla por su cuenta, sin compasión de un banco de peces que volvió a triunfar.
Same shit, different day. El nuevo trazado de la Flèche de 2010 persiste en errores del pasado, a pesar de introducir detalles interesantes. Es adecuado anticipar toda la dureza del final de carrera y trasladarla al circuito previo al segundo paso por Huy, pero resulta imposible romper la desidia del pelotón sin continuidad en las ascensiones y con la interminable carretera general que bordea el Mosa, de camino a la propia Huy. Allí, con la inestimable ayuda de sus compañeros de travesía por carreteras galas, el asturiano Pasamontes y un Luis León Sánchez al que no se imagina casi nadie en estos terrenos, Alejandro Valverde parecía recuperar artificialmente la frescura que no aparentaba en el segundo paso por Huy. Allí coronaba a medio grupo junto a un tal… Cadel Evans. ¿Por qué llamar wheelsucking a lo que es constancia, saber estar inteligencia.
En absoluto corrompido por el primer arreón de Fuji y Contador, Evans contemporizó. Supo buscar el momento para empezar a restar metros a los dos españoles, quizás escarmentado por el demarraje final de Kim Kirchen en 2008, y acabó encontrándose con una victoria que siguió sin celebrar -pulgar en alto- como mandan los cánones. No se puede evitar pensar en la falta de costumbre, tanto suya como de un equipo, el BMC de John Lelangue, que dormía hasta ayer con la tensión de las victorias no obtenidas y el ridículo hecho hasta la fecha. No sólo por resultados -pues figuraban hasta el lunes en la posición 24 del CQ Ranking, a más de un millar de puntos de los grandes-, sino por el excesivo celo del mánager suizo por retirar al aún sin acusaciones Sandro Ballan. O también por ser incapaces de espolear a sus camadas suiza o estadounidense para crear un ambiente que llevase a sus pocos corredores de primer nivel a ofrecer lo que aún no se atisba. Y lo seguiremos esperando.
“Purito” Rodríguez (2º) demostró que sus picos de forma son como los del denigrado Di Luca en 2005 o 2007, espantando los rumores sobre su caída de forma tras hacer mutis por el foro, previo viaje con Pozzato via Maastricht -muy cacareado-, en la Amstel. Cunego (5º) demostró que le sigue faltando el “punto Lombardía”, Gilbert (6º) no hizo posible lo imposible, Andy Schleck (9º) se ahogó en la mala suerte de su propio hermano y acusó ser del “grupo de los diesel”, y Valverde (8º), torero de puerta grande o almohadillas, no nos dio ni la de cal ni la de arena. Se le espera, con sus últimos metros pre-Vuelta 2009, en la Lieja-Bastogne-Lieja. Pero para ello quedan cuatro días. La “Doyenne” será otra colina.
Daniel Sánchez Badorrey
Excepcional análisis, Daniel, muy certero como Evans en su subida al muro. Me alegra ver que Martinelli poco a poco está enseñando a Contador la mística de unas carreras que encandilan a los aficionados europeos. Ojalá volvamos a ver una actuación española al mismo nivel en la Lieja. Un saludo
Excelente artículo, como todos los que he leído de Cobbles & Hills.
No sé si te refieres a eso, pero Kroon no pudo ayudar a Evans en ningún momento porque se pegó un leñazo importante.
Así es. Había buen feeling entre ambos -tú me ayudas en Amstel y yo te facilito todo lo demás-, pero se pegó el tortazo y no ha podido estar ahí en las dos vueltas finales. El propio Cadel lo ha definido como “un piñazo que da miedo”. Espero que no sea nada.
Gracias!