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El título de este texto es injusto. Probablemente de haber nacido en otro tiempo, Ramón Hoyos, fallecido hoy en Colombia, habría sido más notorio. Hoyos pudo ser a Quintana lo que Poblet a Freire; en un ciclismo de otro tiempo y otro lugar, la Sudamérica de los años cincuenta, el antioqueño fue un ciclista de época.

Hoyos ganó cinco veces la Vuelta a Colombia, cuatro de manera consecutiva. En una de esas ediciones, la de 1955, ganó 12 de las 18 etapas disputadas. No hubo posibilidad de verle en las grandes carreras de la época, todas ellas en Europa, porque vivir del ciclismo en 1950 en Colombia no era lo mismo que hacerlo en 2014. Su historia se roza con la de Di Stéfano: su éxito reemplazó al del Millonarios de Bogotá del que luego sería madridista en el corazón de los colombianos, especialmente cuando ganó los Juegos Panaméricanos en Ciudad de México en el ’55.

Participó en los Juegos Olímpicos de Melbourne en 1956 y fue 13º en una carrera que ganó Ercole Baldini, un italiano que en dos años ganaría el Giro y el Mundial. Hoyos, el escarabajo original, ganó una vez a Fausto Coppi: el campeonísimo italiano había ido a Colombia y participó en una carrera local, y entre la altitud y su calidad, Hoyos le derrotó sin paliativos.

Tan héroe nacional era Ramón Hoyos que Gabriel García Márquez escribió sobre él una crónica-biografía incluso antes de este episodio. Cuando el premio Nobel era redactor de “El Espectador” en Colombia, publicó una serie de artículos escritos en primera persona que resumían la trayectoria, vivencias y personalidad de “Don Ramón de Marinilla”. En el único extracto que García Márquez escribe como nota del redactor, sin ponerse en la piel de Hoyos, explica lo querídisimo que era el ciclista en Antioquía y toda Colombia:

En su casa es imposible: allí no hay vida privada. Durante todo el día, pequeños aprendices de ciclistas merodean en torno a ella, para que Ramón Hoyos les haga indicaciones. Hay una permanente romería de admiradores, que quieren conocer los trofeos. Al menor descuido, en medio de aquel desorden de gente desconocida que circula por la casa, se pierde una medalla o una copa. Es una situación de doce horas todos los días, que Ramón Hoyos sólo puede controlar echando llave a todos los cuartos de su casa y cargando las llaves en el bolsillo. Por eso, cuando él no está en la casa, todos los cuartos están con llave, y la pequeña sala con una pared cubierta por la bandera colombiana, se encuentra totalmente llena de admiradores, en espera de que llegue Ramón y les muestre los trofeos. En el curso de esa entrevista, una anciana que había llegado a Medellín desde Sonsón, esperó durante ocho horas para conocer al campeón.

En las calles de Medellín, donde todo el mundo lo conoce, pero especialmente los niños y las mujeres, no puede detener su automóvil en las calles centrales, porque los admiradores impiden que prosiga la marcha. Cuando se detiene a causa de las señales de tránsito, muchachos en bicicleta lo rodean y tratan de conversar con él. En cualquier momento en donde se encuentre, ocurre exactamente lo mismo.

(…)

Cuando se despidió del redactor, se frotó los ojos, estiró las piernas y dijo:
—Esto cansa más que la Vuelta a Colombia.

Escrito por Gabriel García Márquez en “El Espectador” en 1955.

Ramón Hoyos, fallecido hoy, era una leyenda en uno de los países que más ama la bicicleta. Aquí dejamos –gracias al trabajo previo elaborado por Ciclobr.com– la antología que un colombiano ilustre escribió de otro en las páginas del diario “El Espectador”.

Capítulo I: El triple campeón revela sus secretos
Capítulo II: Todo por veinte centavos
Capítulo III: ¡Han matado a Ramón Hoyos!
Capítulo IV: Triunfo por falta de frenos
Capítulo V: La mayor tontería de mi vida
Capítulo VI: La catástrofe de La Pintada
Capítulo VII: ¡… A la Vuelta a Colombia!
Capítulo VIII: Un cabo decidió mi carrera
Capítulo IX: Primera etapa ganada
Capítulo X: Consejos a un joven ciclista
Capítulo XI: La ovación en Antioquía
Capítulo XII: Empieza duelo con Forero
Capítulo XIII: Secretos de la IV Vuelta
Capítulo XIV: Al conocer la tragedia