Por Eugenio González

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El Col du Galibier vuelve al Tour en 2015. Foto: Will_cyclist

Que el Tour de Francia está en un mundo a parte en cuanto a repercusión, nivel organizativo y, sobre todo, dinero, es algo sabido y que se nota en muchos aspectos, algo que agrava más sus atajos, chapuzas y errores. La presentación del recorrido del Tour 2015 es un buen ejemplo, una cuidada puesta en escena para un acto innecesario: las filtraciones y los descuidos de la organización consiguen año a año que el recorrido sea de dominio público días antes. Si a esto le añadimos que se presenta un recorrido donde la mayoría de etapas no tienen ni perfil, uno se pregunta cuales son las prioridades de ASO.

Algunas de las claves las dejó Thierry Gouvenou, responsable de recorridos del Tour, en una entrevista antes de la presentación: una primera semana con alicientes y sin más de dos etapas llanas seguidas, contrarreloj irrelevante, toda la montaña para el final y etapas de “dureza moderada” pues algunos corredores tras el pasado Tour le dijeron que no se lo pusiese más difícil.

Mientras más se globaliza el ciclismo más parece menguar su seña de identidad. El Tour de Francia, el gran reto, donde se entrega el carnet de ciclista, se compone hoy en día de etapas con distancia de juveniles, cronos tan largas como ir al trabajo en bici y etapas de montaña de tan poca exigencia global y carácter agonístico que hasta los años 90 encenderían la furia de la prensa. Es el pequeño Tour de Francia.

Contrarreloj de juguete

Catorce kilómetros de contrarreloj individual por las calles de Utrecht el primer día. Veintiocho kilómetros por equipos el noveno. Y esa es toda la ración contra el crono de todo un Tour de Francia, la menor desde las guerras. Un despropósito mayúsculo, imposible de entender, que no se sabe muy bien que pretende conseguir y que supone un desprecio a todos esos ciclistas que destacan, entrenan y preparan las pruebas con “la cabra”. Además, tras una semana de viento, nervios y pavés, más de un equipo llegará con bajas y en clara inferioridad a la CRE, que ha necesitado de un permiso especial de la UCI para celebrarse tan tarde.

Sea cual sea el motivo de esta locura con las cronos, no tiene justificación posible frente a la aplastante lógica de una CRE inicial de 20 km, dejando para Plumelec la prueba individual larga (larga de verdad) antes de la montaña.

Récord de finales en alto

Completando un recorrido terriblemente descompensado tenemos hasta nueve finales en alto entre conocidos muros (Huy y Bretagne), grandes puertos (La Pierre-Saint-Martin, Plateau de Beille, La Toussuire y Alpe d’Huez) y las llegadas a Mende (1km llano hasta la meta en el aeródromo tras sus tres terribles kilómetros de subida), Cauterets (10km tendidos) y Pra-Loup (6km duros). Otro récord, otro despropósito.

La narrativa que el Tour propone para 2015 es el fin de fiesta en el Alpe d’Huez, sábado final de carrera antes el paseo parisino. Este esquema, tan de moda últimamente, por desgracia apenas ha deparado buenos resultados, y los dos primeros de la general suelen repetir en las rampas del último y mediático puerto las prestaciones de días anteriores en escenarios similares. Es decir, la emoción que pregonan estos diseños es más ficticia que real. Así lo demuestran Zoncolan y Stelvio en el Giro, Bola del Mundo, Angliru y Ancares en la Vuelta o Semnoz y Mont Ventoux en el Tour. Nunca han provocado un cambio de líder. Nunca han deparado verdaderas sorpresas. Cuando el ciclismo se reduce a una medición de vatios por kilogramo en el final en alto de turno se convierte en un deporte predecible y aburrido.

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Las cuatro etapas alpinas, cierre de la montaña del Tour 2015

Si juntamos estos dos primeros puntos llegamos a la misma conclusión de siempre. Si los escaladores no pierden tiempo, y tienen infinitos finales en alto para recuperar segundos, ¿qué necesidad hay de atacar de lejos? ¿De plantear movimientos tácticos? ¿De salirse del guión de pancarta y sprint? ¿De encender la tele antes de la media hora final? Y esta última pregunta es clave para una carrera que retransmite más de 90 horas en directo.

¿Copiando a la Vuelta?

Es quizá una de las ideas más repetidas. El Tour está copiando los modelos de recorrido de la Vuelta. Pero… ¿hasta qué punto es esto cierto? Saturar el recorrido de finales en alto a la vez que se le quita cualquier protagonismo a la contrarreloj es un concepto nacido en el Giro a finales de la pasada década. También es muy propio del Giro poner una gran etapa de montaña el sábado final de carrera, así como juntar la gran montaña en la última semana, algo que hace el Tour 2015 pero no se ve nunca en la Vuelta. No aburrir al personal a sprints también se vio en aquellos Giros, y la predominancia del pavés estos años en el Tour tiene su perfecto reflejo en los famosos “sterratos” del Giro.

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Las tres etapas pirenaicas del Tour 2015

Pero se puede ir más allá. Con cuatro grandes colosos de paso (Tourmalet, Croix de Fer, Glandon y Galibier) a los que sumar otras cuatro grandes llegadas en alto, la montaña del Tour presenta más empaque que la española. Si a eso sumamos la espectacularidad del adoquinado y tres etapas de montaña donde los puertos de paso tienen más protagonismo que el final (Cauterets, Saint-Jean-de-Maurienne y Pra-Loup) parece que el eslogan de “el Tour copia a la Vuelta” tiene más gancho que base.

Pequeñas luces entre tanta sombra

El adoquín de Roubaix, una de las grandes citas del año, dobla ahora su trabajo siendo el punto clave de la primera semana del Tour. El año pasado no solo nos regaló una etapa para la historia, además dejó la general preciosa de cara a la montaña, con Nibali consiguiendo dos minutos y medio de ventaja respecto a un Contador al que no le valía otra cosa que atacar en todos los lugares. Un escenario que todos señalaban como ideal del que nos privó la caída del pinteño.

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Junto al pavés, y a falta de contrarreloj, los otros dos puntos para atacar a los escaladores serán las etapas de Zélande, el segundo día, y Le Havre el sexto. Los vientos de la costa del Mar del Norte y el Canal de la Mancha pondrán a prueba la capacidades rodadoras de los favoritos y sus equipos.

Hay dos clavos ardiendo a los que agarrarse en la montaña. La llegada a Cauterets es una especie de Aprica, un puerto tendido donde ver mejor ciclismo que en las rampas imposibles gracias a un puerto de paso justo antes, el mítico Tourmalet, “col” demasiado insultado en sus últimos pasos. Algo similar ocurre en Saint-Jean-de-Maurienne, llegando tras el durísimo Glandon, al que le sigue la corta pero dura y preciosa cota de “las Herraduras” de Montvernier. Si alguien quiere recuperar mucho tiempo, también puede intentarlo en Allos, Galibier o camino de La Toussuire, pero lo importante de este párrafo es su inicio. Son clavos ardiendo. El recorrido invita a todo lo contrario.

Resumen

Es el Tour. Van a ir los mejores. Todo el mundo estará en plena forma. ASO ganará una millonada. Algo de buen ciclismo nunca falta. Lo verá medio mundo. Tú, también. Quizá la mayor suerte es que este recorrido de suspenso bajo lo haya presentado la carrera por etapas donde, aun siendo muy importante, menos peso tiene.