Por Aida Nuño

El olor a frituur y el nombre de Mario de Clercq resonando por los altavoces nos hicieron darnos cuenta rápidamente de que volvíamos a estar allí. Flandes, el corazón del ciclocross, nos recibía con los brazos abiertos para dar comienzo a nuestra primera gira internacional de la temporada.

Llegamos con toda la ilusión y con muchas ganas de disfrutar del mejor ambiente y de los siempre exigentes circuitos belgas. Tras una mañana de sábado lluviosa, ya estábamos listos para una carrera con mucho barro y pensando en los obligatorios cambios de montura a cada vuelta. Sin embargo, Ronse nos brindó la mejor de sus sonrisas y nos regaló un domingo soleado, incluso, caluroso. El circuito se mantuvo juguetón, sin llegar a secarse por completo, pero muy distinto a lo que nos habíamos imaginado sólo unas horas antes.

Llegamos allí a media mañana. Montaje de carpa, reparto de postales y aterrizaje en un mundo que no dejará de sorprendernos. Los pelotones de aficionados, las entradas a 12 euros, el ambiente festivo y ese olor a humo de freidora son ingredientes básicos de un cóctel que nos cautiva y nos sorprende a partes iguales.

Con todo perfectamente listo, nos vamos a dar una vuelta por un circuito que ha soportado ya el paso de dos pruebas. Bajadas complicadas, tramos de mucha velocidad, subidas agónicas y varios tramos a pie nos avisan de que no será un día fácil. Tendremos que ponernos a prueba sin posibilidad de escondernos. Físico y técnica tendrán que dar la cara a cada segundo, sin tiempo para el descanso.

De vuelta al camión, confirmamos la elección de tubulares y decidimos las presiones. Ya solo queda subirse al rodillo y esperar con tensa calma la hora de la puesta en escena.

Aida calentando antes de #Ronse - Foto cortesía MMR-Spiuk CX Team

Aida calentando antes de Ronse – Foto cortesía MMR-Spiuk CX Team

Quince minutos antes me voy a la salida. Quizás se puede ajustar un poco más, pero prefiero alargar esos instantes de dar vueltas sin sentido por una recta llena de gente mientras voy reconociendo esas caras que otras veces sólo ves en canales como Sporza. Sentirte dentro es una sensación difícil de explicar. No hay nervios, aunque pueda parecerlo. Solo una mezcla de entusiasmo y exaltación que se niegan a refugiarse bajo la concentración que exige el momento. Voy contando los nombres conocidos, y calculo que meterse entre el décimo y el decimoquinto puesto sería un buen resultado.

La primera curva es bastante peligrosa. Giro brusco a la izquierda con cambio de asfalto a pavé salpicado de barro húmedo. No será difícil que haya caída, así que escojo colocarme a la derecha para evitar problemas. Me sorprende mi colocación en la parrilla. No salgo atrás, estoy en segunda fila. Es raro estar ahí, no estoy acostumbrada a tener gente delante y detrás y no me siento cómoda. La recta de salida es dura y sé que se me hará larga, pero me concentro para salir a tope y conseguir una buena posición antes de las primeras bajadas. Tres, dos, uno y todo se pone en marcha. Pedaleo todo lo rápido que puedo, pero pierdo posiciones ¡van demasiado rápido! La recta es larga, y los últimos metros se dejan notar en las piernas, el ritmo deja de acelerarse y comienzo a remontar. Y llega de repente ese ruido tan característico de bicis contra el suelo y algún que otro grito de dolor, o de rabia. La derecha está libre, así que tengo espacio y gano posiciones. La primera vuelta es una lucha constante por meterse antes a la curva, por ganar el puesto, por saltar antes a la bici… pero poco a poco cada uno va encontrando su sitio.

El segundo paso por meta me da una buena noticia. Aún no tengo un minuto perdido con cabeza de carrera y voy peleando por el décimo puesto. Decido apretar a tope, meterse en el top-10 sería demasiado bueno como para dejarlo escapar. No parece fácil, tengo justo por delante a Sanne Cant y a Paula Havlikova. Hay que intentarlo. Son técnicamente impecables, pero veo que hay zonas en las que flaquean. Los gritos de ánimo para Sanne hacen que todo se vuelva más intenso, el público se entrega y esforzarse un poco más se hace más fácil. Mirar hacia atrás y ver que el maillot del Telenet – Fidea y del BKCP – Powerplus se van alejando da un poco de vértigo, pero ocasiones así no se pueden dejar pasar sin más. Ya soy octava y “solo” quedan tres vueltas más. ¿¿Tres vueltas más?? ¡No puedo! Lo he dado todo y ya no consigo mantener el ritmo. Los repechos se hacen cada vez más largos. Intento pensar solo en la siguiente curva. Dos vueltas. Hay muchas zonas complicadas y los escasos segundos que tengo de margen se pueden escapar en cualquier momento, pero miro hacia atrás y sé que, sin fallos, mantendré el puesto. Por delante parece posible ganar una posición más, pero las piernas dicen que no. Entonces aparece Nikki Harris con su bici al hombro y me regala la séptima plaza. Aún tiene tiempo de recuperar, así que hay que hacer un último esfuerzo. Una vuelta. Ya he superado claramente los 40 minutos y el último giro se me hace eterno, pero intento disfrutarlo. Tras superar sin errores las zonas técnicas, sé que el séptimo puesto no se me escapa. Miro hacia los lados y sonrío sin fuerzas, animo al público a que me anime, respiro hondo buscando una bocanada de aire… o impregnarme del olor… ya no lo sé. Ahora sí, estoy en meta. Completamente agotada y feliz.

La hora y media que necesito para pasar el control antidoping me hace perderme la prueba élite masculina, pero por la ventana les veo pasar. Allí están todos. Reconozco la figura de Nys, el arcoíris de Stybar y el maillot del MMR-Spiuk de Larrinaga. Me gustaría verles en las zonas técnicas, pero habrá más días.

El próximo domingo comienza la Copa del Mundo, pero esa es ya otra historia y otro escenario. Disfrutemos un poco más de Flandes antes de regresar al país de los tulipanes. Valkenburg… ¡¡tanto que contar!!