No todas las victorias se consiguen en la línea de meta, las hay simbólicas. Ser el ganador de la Cima Coppi, comandar el pelotón en la primera vuelta a los Campos Elíseos, guiar el grupo de favoritos en la Trouée d’Arenberg, romper De Ronde en el Muur van Geraardsbergen… Ninguna de ellas queda como alguno de los grandes triunfos de un ciclista, pero en muchos casos, sí en la memoria del aficionado. Y lo mismo ocurre cuando se corona la Madonna del Ghisallo y repican las campanas.

Un santuario donde el ciclismo pasa por delante de la religión. No ya porque el Papa Pío XII la proclamase patrona de los ciclistas en 1949, sino porque entre las cuatro paredes del templo lombardo se encuentra uno de los museos ciclistas más peculiares que existen, donde los grandes nombres de la historia tienen allí su espacio. La bicicleta sobre la que Fabio Casartelli falleció en 1995 descendiendo el Portet d’Aspet, una foto de Marco Pantani en su Giro’99 o los maillots arcobalenos y maglias rosas de muchos de los italianos que los han vestido dan cobijo a la llama eterna en memoria de todos los ciclistas fallecidos que preside el centro de la capilla.

Foto: Rubilliani

Foto: Rubilliani

Pero más allá del homenaje, el ciclismo. Desde que en 1919 se incluyó en el recorrido, la Madonna del Ghisallo ha sido testigo de excepción de algunas de las más grandes hazañas vividas en el Giro di Lombardia. Testigo de la consagración de Alfredo Binda, del auge y la caída de Fausto Coppi o de las victorias de Eddy Merckx a principio de los ’70 en el Monumento que menos dominó. No son pocas las leyendas en honor de las cuales han doblado campanas.

Ciclismo de otra época que ha quedado casi para el olvido. Desde hace años, la Madonna del Ghisallo era lugar más propicio a quijotadas que a heroicidades. Un rodeo interminable al Lago di Como sepultaba sin piedad las opciones de aquellos comprometidos con la historia del deporte. Bien lo sabe Vincenzo Nibali. Pero en esta ocasión, el santuraio ciclista queda todavía más relegado a un segundo plano tras una modificación del recorrido que adelanta el inicio de la ascensión a 200km. No se escribirá allí historia en este 2014, y el repique de campanas no será sino una melodía nostálgica.