A cuadros nos quedamos cuando hace unas semanas saltó la noticia de que Vincenzo Nibali no disputaría Il Lombardia. El motivo, la coincidencia de fechas con otra carrera, el Tour of Almaty, una carrera de nueva creación auspiciada por la Federación de Ciclismo de Kazakhstán que aspira a convertirse en un futuro no muy lejano en una prueba WorldTour. Para conseguirlo, todo los estamentos del ciclismo kazajo -el estamento, si se prefiere- tienen que remar en la misma dirección.

Por tanto, esto también incluye a Astana Pro Team, la cara visible del ciclismo kazajo, así que no hay mejor manera de dar repercusión a la carrera en su segunda edición que acudiendo con el vencedor del pasado Tour de Francia. Y como quien paga manda, al campeón italiano no le ha quedado más remedio que hacer las maletas tras el Mundial de Ponferrada y viajar al extremo oeste de la exrepública soviética. Sin rechistar, sabedor que su sola presencia pondrá la carrera en el mapa tras una primera edición como 1.2 que pasó prácticamente inadvertida para el gran público. En el equipo de Alexander Vinokourov ha encontrado la gloria, y con vistas a prolongar una relación exitosa, en absoluto le conviene ir a malas, y más estando revuelto el gallinero como está tras los positivos de los hermanos Iglinsky.

Vincenzo Nibali es más que digno poseedor de la Triple Corona, pero su palmarés todavía adolece de victorias en Monumentos. No será porque no lo ha intentado de todas las maneras habidas y por haber en Milano-Sanremo, Liège-Bastogne-Liège y Giro di Lombardia, pero a día de hoy su casillero está a cero. Una laguna demasiado importante para un ciclista de su talla que debe subsanar lo antes posible antes de que el tiempo empiece a correr en su contra. Aunque en su caso el triunfo cobra menor importancia; su mayor victoria es hacernos vibrar como cada vez que nos hace reencontrarnos con la épica y la historia de nuestro deporte. Este domingo, Vincenzo Nibali será un poco menos ‘Uno di noi!‘.

©J.VM-Sauzet

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