En los minutos que separan la línea de meta y el podio, Alejandro Valverde parecía satisfecho en Ponferrada. Acababa de sumar su sexta medalla en un campeonato del mundo, un bronce de brillo pero sin arcoíris. Era un tercer puesto de mérito pero que confirmaba una triste predicción: pese a que ha subido al podio en seis de los diez Mundiales que ha corrido, Valverde nunca será campeón del mundo .
Con 34 años, Ponferrada era, salvo sorpresa, la última oportunidad del murciano para vestir la prenda más preciada del ciclismo. El año que viene, en Richmond, el circuito es tirando a plano, con subidas cortas y tramos de adoquines; el de 2016 será en Doha, Catar. La UCI quiere un circuito con subidas, difícil de encontrar entre las llanuras del desierto catarí, y aún está por ver qué conseguirá.
Pase lo que pase, para ese Mundial Valverde tendrá 36 años y ya sumará 13 en la élite del ciclismo. El siguiente, en Bergen (Noruega), le habrá visto cumplir 37. En principio estará en activo –tiene contrato hasta esa temporada con Movistar–, pero es lógico dudar de si llegará en condiciones de atacar un arcoíris que ya se le resistía con 25 y con 32.
Y allí, en El Bierzo, tras perder su última gran oportunidad de ser campeón del mundo, una carrera por la que siempre ha manifestado devoción, Valverde estaba hasta sonriente. Se escudó después de la prueba en que este circuito no daba para soñar con más de lo que consiguió, lo que es cierto en parte: al murciano le iban mucho más los trazados de Toscana y Limburgo. En ellos tampoco ganó.
Aun con un circuito blando, los tres ciclistas que se subieron al podio fueron los mismos que se subieron al de la última Liege-Bastogne-Liege, quizás la carrera que mejor se le da a Valverde de todo el calendario. ¿Era el de Ponferrada un buen circuito para Michal Kwiatkowski? El polaco podría pensar que no, porque, aunque es más versátil que Gerrans, Valverde y Gilbert, otros trazados más exigentes le podrían haber beneficiado más.
El ataque que nunca hará
Kwiatek, en cambio, hizo el ataque que siempre le ha faltado a Valverde. El español nunca podría haber hecho la misma maniobra que el polaco por dos razones: la primera, porque es peor rodador; la segunda, porque confiado a su sprint final, Valverde casi nunca ataca para marcharse. Y la circunstancia se repitió con Daniel Martin en Lombardía, cuando el irlandés –que, con mucha menos calidad, ya ha ganado los mismos monumentos que el español– hizo el ataque decisivo en el último kilómetro.
Esta vez no es que el murciano no demarrara, sino que tampoco tomó la iniciativa para anular el ataque de Martin; él, por ser el rival a batir, o los BMC Racing Team, por superioridad numérica, debieron hacerlo. A todos les pudo el miedo a perder, un factor clave para explicar las escapadas en el ciclismo: nadie quiere asumir una responsabilidad que pueda conducir a una victoria ajena.
Es muy difícil ganar carreras de un día. Hay muchos factores que condicionan la victoria, y muy pocos dependen de un ciclista, incluso aunque este sea el máximo favorito. Valverde cuenta con la ventaja teórica de ser el más rápido –algo que Simon Gerrans ya ha puesto en duda varias veces: en Lieja y en Ponferrada le superó al sprint– y con la desventaja, consecuencia directa de su velocidad, de ser la rueda más vigilada. Por lógica, un movimiento de Valverde no atrae la misma atención que uno de Aru o del propio Kwiatkowski (esto dejará de ser así a partir de Ponferrada); entre esto y sus cualidades en la llegada, Valverde ha vivido su carrera acomodado al sprint salvador, un líder del CBR (“comer, beber y a rueda”) que nunca vio necesario atacar en una clásica.
El problema es que Valverde lleva sin ganar una gran carrera gracias a su sprint en grupo desde la Lieja 2008 (no cuenta la Flecha Valona de este año: Huy es demasiado distinto como para calificarlo como sprint). El domingo tuvo en Lombardía una gran oportunidad. La carrera se seleccionó en un grupo en el que él era el más rápido y posiblemente el más fuerte. Pero otra vez se quedó a falta de algo –de leer mejor la carrera, de atreverse a responder y arriesgarse a poder perder, de ser más ambicioso– para sumar una gran victoria.
Una ambición paradójica
En El Bierzo, Gerrans, revelado en los últimos años como el único clasicómano más rápido que Valverde, estaba devastado. “Quería llorar cuando crucé la línea de meta”, dijo al terminar. Las declaraciones el australiano, que tiene la misma edad que Valverde, contrastan con el bronce de Ponferrada, que incluso antes de la carrera decía que su objetivo era “una medalla”. “Si es de oro, mejor”. ¿Pero qué valor tiene para un ciclista que ha ganado todo lo que se ha propuesto de verdad menos el Tour y el Mundial otra medalla en un Mundial? La única victoria posible para Valverde en el Mundial de España era la victoria. Tras llegar a meta en Lombardía mostró más remordimientos –“es una oportunidad perdida”–, pero concluyó que estaba “contento”.
Hay una ironía en que una máquina de competir como él –el ciclista que más y mejor corre a lo largo del calendario; nadie se acerca a sus números– no sea tan ambiciosa como para haber sido un súper campeón. La temporada 2014 del murciano es impresionante, un incuestionable número uno en el ranking UCI, y aun así será recordada antes como una sucesión de opciones fallidas más que como un reguero de brillantez.
Existe la posibilidad de que Valverde, uno de los mejores ciclistas que ha dado España jamás, no sea tan grande. Que sus monstruosas capacidades para la bicicleta sean enormes pero no infinitas, como a veces se ha pensado. Que haya cosas, ataques, maniobras, que sus piernas no le permitan dibujar. Que no sea tan bueno para ganar a su antojo, aunque todos los ojos estén pendientes de él.
También existe la posibilidad de que Valverde no se crea tan grande como lo que es. Dos de sus triunfos más recordados tras la sanción llegaron en solitario: uno fue en Peyragudes, en una escapada inolvidable en el Tour 2012 –aunque no luchó de tú a tú con los favoritos–, y otro en la Clásica de San Sebastián de este verano. Era capaz de hacerlo, pero nunca ha sido tan atrevido como para intentarlo en una carrera máxima. Tal vez eso explique que se conforme con medallas ante unas piernas que solo señalaban arcoíris.
El chaval al que se le caían las victorias de los bolsillos se ha revelado como un ciclista que siempre llega pero que solo a veces remata. La grandeza de Valverde es que pierde mucho porque lo intenta mucho más que otros, pero es legítimo pensar que esta meritoria cualidad sea la que también le haya dejado sin algún que otro triunfo inmortal. En Lombardía se definió a sí mismo mejor que nunca: fue capaz de competir por la victoria tras dos grandes, muchas clásicas, un Mundial, una nueva hija y pese a haber llegado a Milán la tarde anterior. Pero le faltó un detalle a su alcance para no levantar un triunfo que tenía en las piernas.
Si estaba tan devastado Gerrans por no ganar, porque no se puso a tirar él. No se puso a tirar por la misma razón que Valverde, por racanear y que otro le llevara al sprint. No me parece un buen ejemplo de ambición Gerrans, es el ciclista mas apestoso de los últimos años y con diferencia ( aparte de que mejoró notablemente su rendimiento ya con 30 años, con las dudas que eso genera). Porque lo que vale para el australiano no vale para Valverde.
Mario, no es el objetivo poner a Gerrans como modelo de comportamiento. Él, como dices, sí que vive exclusivamente de su sprint, mucho más que Valverde. Pero sí que me sorprendió que el australiano fuese consciente de la oportunidad que se había escapado (en parte porque él no hizo las cosas mejor para evitarlo), de manera muy distinta a Valverde.
De nuevo un acertado análisis. Estamos con Valverde ante un ciclista de los que hacen época. Y a fe que lo ha conseguido, ya que es posiblemente uno de los ciclistas mas completos que ha habido siempre en este país.
Por otro lado aún con todo lo que expones aquí es cierto que su carrera va a ser recordada por lo que pudo conseguir. Entre las malas decisiones personales y de su equipo nos hemos quedado sin un corredor que en sus piernas tenía un par de mundiales, otras dos Milan Sanremo, mas Liejas, Lombardía…
¿Sería o no sería un corredor de leyenda? Desde luego que si.
Aún así, chapeau, está en lo mas alto de los ciclistas que hemos dado a este bello deporte.
Saludos