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Hace trece meses que Contador necesitaba volver a sentirse el mejor escalador del mundo y solo tenía una forma de conseguirlo: derrotando a Chris Froome. Lo hizo en el Dauphiné, aunque a medias por lo menor de la cita y porque terminó por no llevarse la general. En el Tour, el gran escenario, dos caídas pospusieron la batalla de los Pirineos hasta la improbable Cordillera Cantábrica. Allí, en la montaña de Asturias con la que el de Pinto mantiene una relación de nubes y claros –sufrió un aneurisma de joven, ganó en el Angliru, se frustró con Purito en otra Vuelta–, la carrera ha quedado casi sentenciada en su etapa reina. Alberto Contador es líder, ganador en La Farrapona y patrón absoluto de la Vuelta.

Está casi decidida la carrera roja pese a que las tres primeras subidas de la carrera no tuvieron mucha miga. Se formó una fuga interesante a la que dejaron una renta muy larga hasta que Katusha cambió de opinión. Mientras Luis León Sánchez aprovechaba para liderar la clasificación de la montaña, Rigoberto Urán, con problemas físicos –tiene una bronquitis, según informó Bramati en TVE–, iba cediendo terreno en el Cordal.

En La Cobertoria el ritmo fue bajo, lo que sirvió para que recuperase el colombiano –momentáneamente: perdió 15 minutos en meta– y para que Cancellara se marcase una serie de calidad con la cabeza en Ponferrada. El suizo atacó en la parte final de la subida y se hizo el descenso y parte de los siguientes kilómetros en solitario hasta que empezó San Lorenzo, donde cambió la película y Sky se puso al frente.

Aunque el ritmo de los británicos empezó perezoso –Trofimov se asomó por la cabeza para que le dejasen a él tirar más fuerte; Sky se lo tomó como la señal definitiva y empezaron a acelerar–, para la parte final del puerto habían dejado el grupo en una veintena de dorsales. San Lorenzo, una de las subidas más duras de la Vuelta, no sirvió para que hubiera ataques de los favoritos, pero al menos sí que agolpó fatiga en las piernas de los gallos, lo que se notaría después.

Sí que se vieron ataques en la escapada, uno muy duro de Alessandro De Marchi, incombustible, que seleccionó la fuga. El otro fue de Gianluca Brambilla, un ciclista que, más que de atacar, es de golpear: él e Ivan Rovny se liaron a puñetazos encima de la bici. El de Omega Pharma se quejaba de que el de Tinkoff no colaboraba, el primero le cogió del sillín al segundo, que se revolvió, y ahí se enzarzaron a golpes.

Con la emoción de la pelea, Brambilla tuvo fuerzas para seguir después a De Marchi, igual que su compañero Poels. Al holandés le costó algo más, todavía incrédulo de lo que habían visto sus ojos mientras se acercaba a Rovny y Brambilla para apagar el incendio.

De Marchi, Brambilla y Poels llegaron a La Farrapona en cabeza con poco más de dos minutos sobre el grupo de favoritos. Justo al empezar, a Brambilla le comunicaron que estaba expulsado de la carrera. Él se dejó descolgar, discutió gesticulando a la italiana con su coche e hizo un corazón con las manos a la cámara de televisión; cuando pasó al lado del grupo de favoritos le hizo una señal a Rovny (“vas a durar dos telediarios”, le parecía decir), que minutos después también fue descalificado. La Vuelta, siempre buscando cómo innovar el espectáculo ciclista.

Sky preparó el terreno a Froome

Entre el esperpento, en fin, y el maravilloso paisaje de Somiedo, De Marchi soltó a Poels y se fue a por La Farrapona. El grupo ya solo estaba a minuto y medio, y bajando, pero iban descontando los kilómetros hasta meta y no aparecían los movimientos. Sky dio orden a Mikel Nieve, el último gregario de Froome, de dar el tirón definitivo justo antes de pasar la pancarta de cinco kilómetros para el final. Se quedaron menos de diez, muy enfilados, y Chris Froome atacó.

El ataque del africano fue muy duro y dejó a Contador como único seguidor. Un kilómetro más tarde Valverde y Purito, con Aru unos metros por detrás, ya perdían medio minuto. Froome, entre lo impulsivo y lo constante, intentaba soltar a un maillot rojo muy fresco; los saltos de la bicicleta sobre Contador parecían pletóricos, como si se estuviera guardando algo para el final.

Entrado en el último kilómetro, en efecto llegó el ataque de Contador, que soltó a Froome como a un cigarrillo acabado. El madrileño celebró pistolas al aire su triunfo más importante desde Fuente Dé, 14 segundos por delante de Froome, 53” sobre Valverde y 57” con Purito. Tiene al segundo clasificado, todavía Valverde –pero solo con tres segundos sobre Froome–, a 1:36, lo que en un Tour o un Giro sería un suspiro pero que en la Vuelta se transforma en una vida. Tiene Contador la victoria que tanto necesitaba, un golpe significativo que le arrima la tercera Vuelta a España de su vida.