Aunque en los últimos años haya perdido algo de entidad en la carrera, desde que la aparición de L’Angliru desatase la fiebre por parte de la Vuelta a España de buscar nuevas y más empinadas cuestas para finalizar sus etapas, los Lagos de Covadonga son en cierta manera la cima con más nombre de la gran ronda nacional. Un estatus clásico logrado en no tanto tiempo, pues la primera ascensión data del año 1983, en la que el honor de inaugurar su prestigioso casillero de victorias correspondió a Marino Lejarreta.

Final frecuente desde entonces, la Vuelta se citaba con los Lagos en la 16ª etapa de la edición 1994. Poco más de 147 kilómetros con salida en Santander. Una etapa a la que se llegaba con dos grandes dominadores, cada uno a su manera, empatados a victorias: 5 para Tony Rominger, quien tenía más que encarrilada la clasificación general a esas alturas, y otras tantas para Laurent Jalabert, todas ellas logradas al sprint. Parecía un momento oportuno para desempatar a favor del primero. Pero no fue así.

Con solo el paso previo por el no muy duro Alto de la Robellada antes de la ascensión final, la etapa presentaba un perfil inicial casi llano en el que una numerosa escapada tomó forma. 12 ciclistas muy bien compenetrados que rápidamente abrieron hueco sobre el pelotón. Hasta 8 minutos llegaron a tener, que pasaron a ser poco más de 6 en la ya famosa curva que da inicio a las rampas del coloso asturiano. Había algunos buenos escaladores en la escapada como Roberto Torres, Juan Tomás Martínez o Carlos Galarreta, los que estaban en las mentes de la mayoría como favoritos de una fuga con claros visos de finalizar con éxito.

Laurent Jalabert y Roberto Torres se adentran en la niebla de los Lagos de Covadonga

Laurent Jalabert y Roberto Torres se adentran en la niebla de los Lagos de Covadonga

Confiado en sus posibilidades, el cántabro del Castellblanch Carlos Galarreta atacó prácticamente desde abajo. Para sorpresa de casi todos, incluidos comentaristas de radio y televisión, quienes presenciaban la escena con evidente perplejidad, era el sprinter de la ONCE, Laurent Jalabert, quien respondía de inmediato. Roberto Torres (Lotus) llegaba más tarde para formar un terceto. Los españoles se atacaban incesantemente entre sí, pero Jalabert no parecía tener problema alguno para responder.

Tan bien iba el de Mazamet que demarró en primera persona. Su aceleración dejó definitivamente atrás a Galarreta y a punto estuvo de hacer otro tanto con Torres, quien, no obstante, con meritorio empeño, regresaba a su altura, al tiempo que se perdían a ojos de las cámaras bajo una espesísima niebla que impedía volar al helicóptero de televisión. Nos quedó una etapa narrada desde las motos, únicas testigos del auténtico punto de no retorno que se estaba viviendo para un ciclista que iba a finalizar su carrera, años más adelante, con un palmarés envidiablemente versátil y amplio.

Laurent Jalabert, el gran sprinter de la Vuelta, ganó en los Lagos de Covadonga. Y lo que parecía una anécdota casi irrepetible en su carrera deportiva, como él mismo reconocía en la entrevista realizada por Pedro González tras la etapa en el set de Televisión Española, terminaría convirtiéndose a la larga en una constante de su palmarés. De hecho, ya entonces como favorito para la general, repitió victoria en los Lagos en 1996. Claro que esa es ya otra historia.

20 años han transcurrido desde aquel recordado triunfo y aún resuenan, al tiempo de escribir esto, las proféticas palabras del comentarista Alberto Bacigalupe durante la Escalada a Montjuïc 1994, pocos meses después: “muy atentos a Jalabert la próxima temporada porque se me antoja que puede ser un hombre muy importante para el equipo de la ONCE, no solo en los sprints”. Cuánta razón tenía.