Hace apenas diez días, Miguel Madariaga confirmaba en una entrevista el desmembramiento definitivo de la Fundación Euskadi, al menos en lo concerniente al conjunto profesional, tras la Vuelta a Burgos, incapaz de encontrar mecenas alguno para su proyecto. Con este anuncio, se echaba el cierre definitivo, tras el canto de cisne de la pasada campaña, a veinte años de ilusión e historia para el ciclismo vasco, que se quedará huérfano de referente de aquí a dos semanas. Pero al menos, se irán con la despedida que merecen, venciendo en la última ocasión que tenían de correr ante el público que les lleva animando durante las dos últimas décadas, gracias al triunfo de Carlos Barbero en el Circuito de Getxo.
El corredor burgalés, criado como tantos otros en la inagotable fábrica del Naturgás, respondió en la cuesta de Arkotxa al trabajo hecho por sus compañeros durante toda la carrera en su favor, manteniéndole en todo momento a resguardo y velando por sus opciones hasta los últimos 700 metros. Allí, fueron simplemente sus prometedores piernas, aun sin equipo que las acoja, las que tiraron de repertorio para imponerse no solo al talentoso Luca Chirico (MG Kvis – Wilier), sino a la interminable nómina presentada por Caja Rural-Seguros RGA y Movistar Team, quienes tuvieron que conformarse con el tercer y cuarto puesto de Pello Bilbao y José Joaquín Rojas, respectivamente.
No-podio telefónico que, sin duda, no aparecía en quiniela alguna, dada la calidad de los diez ciclistas con los que tomaron la salida en la localidad vizcaína, que resulta incluso más sangrante si se echa un vistazo a la paupérrima participación. Seis continentales y apenas 65 ciclistas en total a los que intentaron controlar en todo momento, incluso de una manera más patente a lo que habitualmente se ve entre los hombres de Eusebio Unzúe. Confiados en su superioridad, apenas tardaron diez kilómetros en poner el tempo que les interesaba en cabeza del pelotón, no sin haber dejado marchar antes a Antonio Molina (Caja Rural-Seguros RGA), Illart Zuazubiskar (Euskadi), Yoann Bagot (Cofidis) y Cristian Delle Stele (MG Kvis – Wilier).
Una decisión consensuada y habitual en los azules, pero que quizá pueda considerarse clave en la derrota final. Aunque la fuga era más que asumible, dejaba libres de responsabilidad posiblemente a los cuatro equipos con rivales más peligrosos que tenía enfrente. Ellos eliminaban un hombre a cambio de 130 kilómetros de trabajo, casi ocho de las diez vueltas que se dieron por las calles getxotarras. En cualquier caso, tan pronto como echaron abajo la aventura, la dinámica cambio y fueron ellos los que comenzaron a llevar la batuta de la carrera, mandando al ataque a sus principales segundas espadas – como Jesús Herrada y Gorka Izagirre-, e incluso a su teórico líder. Rojas fue uno de los muchos que llegó a conseguir ventaja en cabeza de carrera, pero a pesar de las muchas alternativas que pasaron por el liderato, el grupo alcanzaba los veinte últimos kilómetros sin ningún patrón ni concierto.
Quedaban dos ascensiones y la prueba se mantenía en un constante caos por los constantes contraataques, hasta que antes de afrontar por penúltima vez Arkotxa se forma el septeto que tanto habían buscado desde las dos escuadras dominadoras. Tres Movistar (Jonathan Castroviejo, Dayer Quintana y Herrada) y dos Caja Rural-Seguros RGA (Amets Txurruka y Lluis Mas) abrían hueco junto a Gianluca Leonardi (Area Zero Pro Team) y Andrei Nechita (MG Kvis – Wilier), formando un grupo más que capaz de enfrentarse en el mano a mano a un menguado y fatigado pelotón. Pero no hoy. Con la ayuda de Cofidis, los pocos hombres que tenía a su disposición Barbero se exprimieron para que éste pudiera llegar bien colocado a los últimos metros, donde ya solo quedaba rematar. Y por primera vez en suelo nacional desde que corre en categoría continental, lo hizo. Dejando de rueda a todos los pros, se marchó con Chirico, a quien terminó superando con cierta soltura en la línea de meta.
Así, la Fundación Euskadi se despedía ganado de las carreteras vascas que tanto han gritado por ella y, de paso, dando el último espaldarazo a quien, si no ocurre nada extraño, debería ser parte del futuro del ciclismo nacional. Si alguien se anima a ficharle.
Este chaval apunta muy alto, ojalá lo fiche un World Tour que se centre en clásicas porque es un monstruo