Se habla mucho de la sequía del ciclismo francés en cuanto a triunfos finales en el Tour de Francia, no en vano no se hacen con la victoria desde 1985, pero en el caso de los Países Bajos esta sequía se prolonga durante cinco años más, desde 1980. Fue Joop Zoetemelk, quien dio a los oranje su segunda presea en los Campos Elíseos. Pero al contrario de los ciclistas franceses, desaparecidos del mapa de esta lucha a principios del siglo XXI y ahora recuperados para la causa, los neerlandeses -en la piel de la estructura Rabobank y Belkin- han sido un constante quiero-y-no-puedo encarnados desde que el polivalente Michael Boogerd se estrenase como Top10 del Tour.

Tras él, llegaron años de internacionalización con Levi Leipheimer, Michael Rasmussen o Denis Menchov, pero pasado un tiempo la escuadra neerlandesa decidió tirar de producto nacional con hombres como Robert Gesink, Steven Kruijswijk o Bauke Mollema. Todos ellos, sin incluir a Laurens Ten Dam, que nunca ha acabado de explotar, cuentan con un denominador común. Irrumpieron a lo grande siendo muy jóvenes logrando Top10 en sus dos primeros años como profesionales. Gesink en la Vuelta’08 con 22 años, Kruijswijk en el Giro’11 con 23 años y Mollema en la Vuelta’11 con 24 años. Pero en los tres casos, sus carreras han ido sufriendo importantes reveses.

mollema

Un caso es especialmente sangrante es el de Steven Kruijswijk, que ha desaparecido desde su maglia bianca del Giro. ¿Qué ha hecho desde entonces? Su palmarés se reduce a un triunfo parcial en el Tour de Suisse tres semanas más tarde. Nada más. Nunca ha vuelto a ser el mismo escalador que deslumbró en la Corsa Rosa y se postuló como el vueltómano del futuro para Rabobank. Ahí quedó su carrera y no tiene pinta de que nunca más vaya a poder despegar de nuevo.

Aunque no el más sonado, ese honor corresponde a Robert Gesink, que en 2009 como aspirante de pleno derecho a la general sufrió una caída que le apartó de la lucha por el Tour. Pero a pesar de ello se rehizo y se reencontró con el Top10 de la Vuelta de aquel año antes de hacer lo propio en el Tour del siguiente. Desde aquel momento, la desgracia se cruzó en su camino de las GTs. Primero con la muerte de su padre en octubre de 2011, un duro golpe del que no se recuperó hasta que un año después en la Vuelta y después con la detección de problemas cardiacos que le han tenido apartado de la competición en 2014 tras un año especialmente aciago.

Con Gesink mezclando paladas de cal con otras de arena. Alternando fracasos con actuaciones que le situaban dentro del Top10 de las GTs pero siempre lejos del podio y sin opciones de victoria, las esperanzas se centraron en Bauke Mollema. Un hombre que desde su primera gran actuación en la Vuelta parecía que 2012 podía ser el año en que acabase de explotar en el Tour, pero como había pasado dos años antes con su compañero, una caída le apartó de la carrera. El golpe anímico fue tal que tardó un año entero en volver a asentarse en el Top10, con su 6ª posición en el Tour antes de ganar en Burgos en la pasada edición de la Vuelta.

Él era la gran esperanza de Belkin para asaltar definitivamente el podio durante este Tour de Francia, pero de momento no solo se está mostrando inferior a Vincenzo Nibali, sino que tampoco está cuajando un Tour a la altura de su odiado Alejandro Valverde, ni de los jóvenes escaladores franceses, ni del silencioso Tejay van Garderen. Tiene una semana más para cambiar su historia, pero tampoco en esta ocasión está dando el paso definitivo que se espera de él como aspirante serio a las GTs, y ya nunca más lo hará como ciclista de la estructura neerlandesa tras el anuncio de su marcha a Trek Factory Racing en 2015. Si el equipo sale adelante, todas las esperanzas recaerán en Wilco Kelderman, Top10 en el Giro’14 con 23 años. Al menos él todavía no ha recibido el revés que todos sus predecesores han sufrido.