Los adoquines están de vuelta en el Tour. El escenario, el más mítico posible. Arenberg. La carrera más importante del año llegará a las puertas del lugar más representativo de la clásica primaveral más reconocida. Y allí acudirán los mejores clasicómanos del pelotón con nombres de la talla de Fabian Cancellara, Sep Vanmarcke, Niki Terpstra, Peter Sagan o John Degenkolb. Pero falta uno, probablemente el más importante, Tom Boonen. 2014 tampoco será el año en que la leyenda viviente belga vuelva a brillar en el Tour de Francia.

Una relación que data de 2004, cuando con 23 años debutó en la ronda francesa. Por aquel entonces, el ciclista de Quick Step – Davitamon era una de las grandes promesas del pelotón. Un clasicómano destinado a marcar época tras recibir el testigo de Johan Museeuw que a su vez era uno de los pocos velocistas capaces de cuestionar la tiranía instaurada por Alessandro Petacchi. Pero aquel año, tras conseguir la friolera de nueve etapas en el Giro de Italia, el italiano tampoco consiguió extender su dominio a la carrera francesa. Muchos eran los aspirantes a hacerse con su cetro, y el resultado acabó siendo una edición extraordinariamente igualada en que Jan Kirsipuu, Robbie McEwen, Jean – Patrick Nazon, Thor Hushovd, se repartieron las victorias. Pero junto a ellos irrumpió la figura de Tom Boonen. Dos parciales, París incluído, no eran sino el comienzo de lo que debía ser una prolífica relación.

Aquellas dos victorias fueron sus primeras grandes victorias como profesional, algo que no ocurrió en 2005 cuando se presentó a la cita francesa con el doblete Ronde van Vlaanderen y París – Roubaix en el zurrón. Se adjudicó las dos primeras etapas en línea y dejó patente su superioridad en la especialidad antes de abandonar la carrera tras el bloque alpino. Dos etapas del Tour, un bagaje extraordinario para cualquier ciclista por más que para Boonen fueron simple adorno a una temporada que acabó con su proclamación como campeón del mundo.

La promesa se había convertido en realidad. Y aunque en 2006 no pudo celebrar victoria alguna en el mes de julio la carrera gala le hizo otro regalo en forma de liderato, cuatro días en los que arcoíris no brilló, eclipsado por el maillot amarillo. Pese a estar en su punto más alto como sprinter lo único que consiguió fue darle una vez tras otra al palo, algo que cambió en 2007 cuando además de regalarle una victoria a su fiel Gert Steegmans volvió a casa con dos etapas y el maillot verde de los puntos. La vida le sonreía.

Tom_Boonen_Nancy_TDF_2005

Pero entonces su estrella en el Tour se acabó coincidiendo con su doble victoria en Paris – Roubaix. El primer positivo por cocaína en 2008 le apartó de la carrera por un veto de la organización que no se repitió en su segundo positivo por cocaína en 2009, una participación cuyo recuerdo puede definirse como gris; desde entonces el binomio nunca ha sido el mismo. Del mismo modo que el propio Tom Boonen no ha vuelto a ser el mismo. A medida que se acercaba a la treintena crecía como clasicómano y menguaba como sprinter. Había poco lugar para él en el Tour, pero tampoco él lo buscó. No se reinventó en las GT y su estrella en las tres semanas se apagó hasta el punto que ni siquiera estuvo presente en la última visita de la ronda gala a los adoquines del norte de Francia en 2010.

Sí que estuvo presente en 2011, coincidiendo con su annus horribilis, en una edición que no merece comentario alguno. Fue su última participación, pues tras su renacer de 2012 no ha vuelto a ponerse el dorsal en la carrera más mediática del calendario. Un final indigno en la carrera para una de las grandes figuras de principio del siglo XXI. Pero Boonen lo dejó claro, era probable que nunca más disputase el Tour. Una auténtica lástima que cobrará mayor importancia si cabe en el día de hoy, ya que con el regreso de los adoquines podría haberse producido un reencuentro más que esperado.

Nunca se asociará a Tom Boonen y el Tour de Francia, pero el belga tenía en esta edición la ocasión perfecta para despedirse a lo grande, venciendo en su terreno y sobreponiéndose a una carrera que durante años le negó el engrandecimiento de su condición de mito.