Querido y odiado por miles, un ciclista que nunca ha sabido pasar desapercibido, eso es Andy Schleck. Ya en 2007, días antes de cumplir los 22 años, sorprendió a todo el mundo quedando segundo en el Giro de Italia solo superado por Danilo Di Luca. Esta fue su carta de presentación como candidato a hacer cosas grandes en las vueltas de tres semanas. Después de aquello, la carrera de Andy fue a más.

Entre los años 2009 y 2011, Andy vivió los momentos más felices de su carrera. A la consecución de una Liège – Bastogne – Liège se le sumaron los tres segundos puestos consecutivos en aquellos tres Tour de Francia. Para más inri, tras la sanción por dopaje a Alberto Contador, el luxemburgués pasó a ser considerado oficialmente campeón del Tour 2010. A pesar de todo, Schleck siempre adoleció del mismo problema. Su temporada se resumía a competir en serio durante unos 23 días al año. Tour de Francia, Liège – Bastogne – Liège y alguna otra carrera, si es que había suerte, eran los únicos escenarios en los que se podía ver a Andy dándolo todo. Durante el resto del año, sus actuaciones se limitaban a darse paseos en el pelotón mientras preparaba sus objetivos predilectos.

Esta forma de afrontar la temporada siempre pareció irle bien. Todo funcionaba así hasta que en el año 2012 una concatenación de lesiones e infortunios le impidió tomar la salida en el Tour. Desde entonces, Andy parece no ser el mismo. Sus “paseos olímpicos” por las carreteras de todo el mundo ya no concluyen en exhibiciones por los puertos franceses en el mes de julio. Aunque lo intenta, y muestra intenciones de mejorar y volver a ser el mismo, los resultados no terminan de llegar. Parece ser que, de todas formas, en el seno del equipo Trek todavía se confía en él. Una aproximación al Tour algo más competitiva que la del año pasado y la confianza en que su motivación sea mayor durante la Grande Boucle le han valido para hacerse un hueco en el nueve del equipo estadounidense.

Esta puede ser la última oportunidad para este ciclista tan especial y bueno como inestable. Está claro que este año, salvo milagro mayúsculo, Andy no ganará el Tour ni estará en la pelea por hacerlo, pero un buen papel puede ser fundamental de cara a recuperar sensaciones y volver a ser el que era poco a poco. El pequeño de los Schleck ha manifestado en multitud de ocasiones este año que su deseo es darlo todo por volver a ser el de antes. Veremos si es capaz de regalarnos de nuevo tardes gloriosas de ciclismo, esperemos que sí, aunque de momento no ha comenzado con buen pie: ayer ya cedió tiempo.

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¿Volveremos a ver alguna vez a Andy vestido de amarillo?