Una de las más recomendables lecturas de ciclismo que hay en el mercado es Plomo en los Bolsillos, gran libro de Ander Izagirre. La obra narra la extravagante historia de un exótico ciclista argelino. Por aquel entonces era raro ver a un corredor africano en el Tour de Francia y Abdel Kader Zaaf fue uno de los pioneros. Se ganó el cariño del público por su forma de ser, un tipo al que su veneración por el rito musulmán le hacía ponerse a rezar al inicio de algunas de las etapas.
A inicio de los años 50, una época importante en cuanto a grandes ciclistas, Zaaf nunca llegó ser un corredor de gran palmarés. En su carrera había conseguido ganar algunas victorias en el Tour de Marruecos y el Tour de Argelia, además de algunas pequeñas clásicas de baja participación en Francia. Él soñaba con ganar algún día una etapa en el Tour de Francia, siendo el primer africano en conseguirlo y así poder ser recordado por los aficionados por su talento sobre la bicicleta por encima de sus extravagancias en el pelotón.
En el Tour de 1950, antes del inicio de la decimotercera etapa, entre Perpignan y Nimes, Zaaf estaba nervioso. Bajo un sol importante de mediodía, al que él estaba muy acostumbrado y a falta de 100 km para la línea de llegada, el argelino había sentido que era su momento y atacó. Curiosamente su compañero, y también argelino pero nacionalizado francés, Marcel Molinès, se pegó a su rueda y los dos fueron abriendo camino. Zaaf y Molinès, más acostumbrados al achicharrante sol que caía sobre los ciclistas, lograron una amplia diferencia, tan grande que Zaaf llegó a ser líder virtual del Tour de Francia. Importante era la hidratación, por eso ambos ciclistas bebían y se empapaban con cubos y esponjas que los aficionados les proporcionaban.
En la cima de una pequeña cota, Zaaf agarró una botella que le tendió un aficionado y le dio un fuerte trago. El argelino sintió un sabor fuerte y no le dio tiempo a escupirlo, había bebido vino de Corbières. El ciclista africano no había bebido nunca alcohol, ya que su religión se lo impedía, y minutos después empezó a verlo todo borroso y a sentir una flojera en las piernas que nunca había sentido. Una versión dice que el calor, el esfuerzo y la mezcla de un tipo de anfetaminas que había consumido con el alcohol le remataron por completo.
Zaaf pedaleaba cada vez más lento y su compañero Molinès se marchó en busca de la victoria. Minutos más tarde se desplomó en la carretera, intentó levantarse, las piernas le temblaban cual borracho e iba dando bandazos con el cuerpo. Cogió su bicicleta y se levantó pedaleando en dirección contraria. Los aficionados se le echaron encima y le detuvieron para sentarle en un árbol donde finalmente se desmayó hasta la llegada de una ambulancia. En el hospital los médicos le dijeron que tendría que pasar una noche en observación, pero Zaaf se negó, el quería llegar a París y la mañana del día siguiente cogió su bicicleta y se presentó en la salida de la decimocuarta etapa.
Fue recibido entre aplausos por sus compañeros y el público, pero estaba descalificado por no recorrer los últimos 19 km de la etapa anterior. Zaaf respondió: “si ese es el problema, volveré hasta allí y recorreré esos malditos kilómetros”. El argelino tuvo otra oportunidad en el Tour de 1951. Camino de Montpellier, atacó esperando el beneplácito del pelotón, pero los gregarios de Bobet tenían ganas de dejar el Tour patas arriba y marcharon a por él. Los grandes capos del pelotón empezaron a unirse delante, Koblet enganchó pero Coppi perdió al grupo en lo que finalmente sería una etapa donde enterarría sus opciones de triunfo.
Camino de Montepellier, Zaaf se acercó a Koblet en la escapada y ni corto ni perezoso le propuso un pacto. “Hugo si me dejas ganar la etapa, yo te dejo ganar el Tour”. El argelino no consiguió ganar aquella etapa que ganó Koblet, ni conseguir su ansiada etapa en la Grande Boucle, pero gracias a sus aventuras se ganó el cariño de toda Francia y de los aficionados al ciclismo. Abdel Kader Zaaf, ese argelino de Chebli, fue un pionero para el ciclismo africano.
Sois muy grandes, me encantan este tipo de artículos. Buen trabajo.
Tremenda historia la de Zaaf, “le casseur de baraque”. ¡Saludos!