La carrera de la cerveza propone para la presentación de su recorrido un calco idéntico al de la pasada edición. Tras una historia ligada a Maastricht y una década a la cima del Cauberg, la organización repite con la idea que surgió de cara al Mundial de hace dos temporadas y sitúa la meta kilómetro y medio después de coronar la mítica cota limburguesa y más de una treintena de muros más anteriormente que, como es habitual, caracterizarán y marcarán el devenir de los acontecimientos junto a una distancia de Clásica con mayúsculas.

Llevado a números esto significa 34 ascensiones en 251’4 kilómetros a lo largo de la sureña región neerlandesa para comunicar dos localidades a las que apenas le separan diez minutos en coche. Una auténtica locura de subidas y bajadas dividida en cuatro bucles que tendrán como epicentro Valkenburg y que, a diferencia de los que sucede en las pruebas de un día en el vecino suelo belga, no conllevan un aumento progresivo de la dificultad. Desde el comienzo y casi sin respiro se suceden una tras otra las subidas, lo que supone un aumento de la dureza global (el desnivel acumulado se eleva por encima de los 4.000 metros) a pesar de la menor incidencia de las cotas individualmente -a excepción, obviamente, del último paso por el Cauberg-.

No obstante, no todas ellas tendrán la misma incidencia. Durante los primeros cincuenta kilómetros, el pelotón tomará rumbo norte superando un puñado de subidas cortas y con poco desnivel, idóneas para la formación de la fuga y empezar a entrar en calor, con Bergseweg (2’7 km al 3’3%) y el primero de los pasos por Sibbergrubbe (2’1 km al 4’1%) como puntos más importantes en los que acabar de definir la escapada e incrementar las diferencias con respecto a un grupo, que de momento rodará con tranquilidad.

La primera toma de contacto con el Cauberg dará entonces paso al segundo de los circuitos, el más largo de todos ellos y en el que los equipos de los favoritos empezarán a mostrar sus cartas. Tras un terreno de serrucho sin zonas realmente duras, los corredores se inmiscuirán en la zona más meridional de los Paises Bajos, por ende la más más prominente de todo el país, en la que se sucederán una serie de ascensiones más largas de lo habitual, pero también más tendidas, perfectas para que el trabajo de los gregarios comience a hacer mella. Así, en torno del ecuador del recorrido se encadenarán Schweiberger (2’9 km al 3’9% ), Camerig (4’3 km al 3’8%), Vaalserberg (3’7 km al 3’8) -punto más alto de toda la nación neerlandesa-, Vijlenerbos (1’8 km al 5’1%) y Eperheide (2’3 km al 4’5%), tras lo que se regresará de nuevo a la zona de Valkenburg aan de Geul previo paso por cotas más exigentes como Huls (1 km al 7’7%) o Vrakelberg (700 m al 7’9%), que servirán de anticipo ante lo que se encontrarán en el último centenar de kilómetros.

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Segundo paso por línea de meta y nuevo momento para tomar oxígeno tras tomar contacto con las antepenúltima y penúltima cotas del día, recorriendo el mismo terreno ligero que en el giro anterior. Antesala de lo que debería ser uno de los primeros puntos claves de la carrera, en los que se produzca la gran selección del pelotón, otrora parte fundamental en la definición de la carrera y que pasó a un segundo plano con el nuevo diseño estrenado la pasada campaña. Después de Wolfsberg (800 m al 4’4%) y Loorberg (1’5 km al 5’5%) se entra en una concatenación de muros que aúnan pendiente, distancia, estrechez y muchos kilómetros y subidas en las piernas, amén de una peligrosa cercanía al final de la carrera. Sin respiro entre ellos, llegarán Gulpenerberg (700 m al 8’1 %, con máximas del 17%), Kruisberg (800 m al 7’5%) y Eyserbosweg (1’1 km al 8’1%, con rampas que se elevan al 23%), Fromberg (1’6 km al 4%) y Keutenberg (1’7 km al 5’3%). En ellos, tan vitales son las fuerzas restantes como la colocación y el trabajo correcto de los gregarios, tanto para no perder comba con errores infantiles como para saber aprovechar el fallo de los rivales.

Además, se trata de una sucesión perfecta para poder enviar a segundas espadas por delante que den ventaja táctica, dada la ausencia de terreno llano durante casi 20 kilómetros. A partir de entonces, restarán 30 kilómetros en los que el ritmo frenético de ascensiones se reducirá, inmiscuyendo la carrera en tablero más táctico en las que las dos ascensiones al Cauberg se vislumbran vitales. Pero entre ambas, queda tiempo para superar Geulhemmerberg (1 km al 6’2%) y Bemelerberg (900 m al 5%). En ellas, la imagen de sendero sobre la colina desaparece, pasando a convertirse en una carretera mucho más ancha en la que romper el grupo de los favoritos de forma individual se antoja una odisea. Quien no haya demarrado antes -al menos entre los hombres fuertes- difícilmente lo hará aquí, y reservará su última bala de cara al cuarta y última ascensión al Cauberg.

Cauberg_Valkenburg_profile

1.200 metros para jugarse la carrera en un cara o cruz, si es que se llega en disposición de ello. La famosa colina volverá a ser el centro de todas las miradas en la Amstel Gold Race, y aunque fundamental, no tiene porque ser definitoria. Tras coronar, restará todavía una tortura plana camino de Rijksweg -punto donde se volverá a situar la línea de meta-, que dejará en el aire la resolución durante un par de minutos más, tras los que conoceremos quien golpea primero en este Tríptico de cotas.