La historia es un lugar reservado a los elegidos. Sea cual sea el ámbito o la especialidad, el camino que te lleva a la cima obliga a elevarte por encima de compañeros de gremio a base de trabajo y un toque de genialidad. Superando muchas piedras en el camino. Y hablando de piedras, pocos pueden presumir de haber grabado en esos altares su nombre como Fabian Cancellara (Trek Factory Racing). Sin haber mostrado la mejor de sus versiones y encontrándose ante su maldición con los sprints, supo arrebatarles a tres flamencos su carrera en su casa, en la suerte que mayores quebraderos de cabeza le ha dado, para conseguir su tercera Ronde van Vlaanderen -entrando en el elenco de ciclistas más laureados en esta carrera junto con Buysse, Magni, Museeuw, Leman y Boonen- y el séptimo Monumento de una trayectoria impecable, aún por cerrar, a la que sólo un Mundial le separa de su Uróboros.

No fue una carrera de portentos. Algunos apuntan que fue el más fuerte, otros señalan con esa flecha a Greg van Avermaet (BMC Racing) y otros a Sep Vanmarcke (Belkin Pro Cycling) -a la postre, sus acompañantes en el podio-, pero de lo que no hay duda es que fue el más inteligente. Aprovechando el descalabro masivo de un Omega Pharma – Quick Step que aparecía como absoluta referencia y que se quedó sin más premio que una suma de puestos, esperó a su terreno, al viejo Kwaremont, que bien podría llevar su nombre, para torpedear la carrera y alcanzar la cabeza, donde supo implicar a sus compañeros para alcanzar Oudenaarde sin más enemigos, tomar la plaza de referencia en los últimos metros y saltar en el momento idóneo para encontrar la gloria ante unos belgas a los que había cocido por el camino.

Un camino que hasta el Koppenberg, destacó más por las caídas que por la emoción en la carretera. Un terrible choque de Johan Vansummeren (Garmin – Sharp) con una espectadora que fallecía por la tarde, la fuga de diez hombres en la que Taylor Phinney (BMC Racing) ponía la primera pica en la estrategia de Van Avermaet y un primer atisbo de control por parte de los hombres de Lefevere tras una caída de Stijn Devolder (Trek Factory Racing) fue lo único destacable en los 200 kilómetros iniciales, que mantenían con vida a casi una centena de ciclistas. Pero de pronto se alcanzaba el nuevo triunvirato diseñado por la organización, con Oude Kwaremont, Paterberg y el citado Koppenberg, que iba a mostrar el flop de una partida que se iba alargando en demasía.

La estrechez y las rampas del 20% fueron las bazas con las que jugaron Niki Terpstra y Tom Boonen (Omega Pharma – Quick Step) para marcar un ritmo fuerte que, como de costumbre, iba a efectuar la primera gran selección de la carrera. De la mano de Stijn Vandenbergh y Zdenek Štybar se formaba un grupo una docena de ciclistas en el que figuraban Peter Sagan (Cannondale), Bjorn Leukemans (Wanty – Groupe Gobert), John Degenkolb, Dries Devenyns (Giant – Shimano), Edvald Boasson Hagen (BMC Racing), Sebastien Minard (AG2R – La Mondiale), Vanmarcke, Cancellara y Van Avermaet. A partir de entonces, un primer movimiento con Boasson Hagen, Vandenbergh y Devenyns como protagonistas iba a desencadenar los hechos posteriores.

Pese a la ventaja numérica, Omega Pharma – Quick Step no buscó a partir de entonces una estrategia ofensiva, sino que mandó sucesivamente a su cuarto espada por delante, tratando de lavarse las manos para mantener intactas las opciones de Boonen y sus inmediatos escuderos. El intrascendente paso por Stenbeekdries y Taaienberg acabó con la aventura del noruego en saco roto y con Van Avermaet haciendo firme la apuesta que había planteado desde los primeros kilómetros. Aprovechando un momento de impasse entre tramos, demarraba con Vandenbergh soldado a su rueda ante la incapacidad para responder de algunos y la inoperancia de otros tantos. Boonen ya tenía a su hombre por delante y se mostraba impasible junto a sus compañeros, mientras detrás nadie coger el mando de la persecución. El acelerón de Sagan en el Kruisberg solo consiguió enseñar la debilidad de Degenkolb, y la ventaja del dúo belga empezó a incrementarse.

Llegaba el tramo de enlace previo a la explosión final y las dudas se cernían detrás. Leukemans saltaba, viendo la falta de ritmo, pero detrás nadie se movía. Parón, y de los grandes, que permitía a Van Avermaet -solo, ya que los relevos de Vandenbergh brillaban por su ausencia- aumentar la renta con los perseguidores cerca del minuto, y a un grupo de una treintena de descartados encontrarse, de golpe y porrazo, con las opciones de nuevo abiertas.

Pero en el horizonte se cernía el temible encadenado final, con una cuarentena de ciclistas con opciones renovadas. Una nueva situación que desestabilizó a Boonen, que entró mal colocado ante el inevitable arreón de Cancellara. El suizo encendía la locomotora, no tan potente como en otras ocasiones, pero que aun así sirvió para destapar las vergüenzas de un Sagan que hizo aguas, y confirmar la fortaleza que durante toda la primavera ha aupado a la luz de los focos a Vanmarcke. La pareja se escapaba de cara al empinadísimo Paterberg, donde se mantuvo una tregua activa que dio caza con Vandenbergh… pero no con Van Avermaet. El de Lokeren había elegido el último muro para la épica, soltando tras quince kilómetros de caminata solitaria a la lapa que llevaba detrás.

No obstante, sólo le habían quedado diez segundos de margen en aventura, una diferencia demasiado escueta para un trío lanzado hacia el triunfo. Poco más de diez kilómetros por buena carretera para contener una desestructurada persecución por parte de un pelotón absolutamente destrozado, en el que la emergente figura de un Alexander Kristoff (Katusha Team) -llegado de la nada en busca de la épica y de su segundo Monumento consecutivo- implicó en a los cuatro en búsqueda de Oudenaarde. El noruego, aunque no cejó en su empeño hasta el final junto con Terpstra, no pudo con la fuerza los cuatro hombres que se iban a jugar el triunfo.

De ellos, iba a ser el eslabón más débil quien rompiera las hostilidades. Vandenbergh lanzaba un primer ataque a tres kilómetros de meta, perfectamente respondido, que iba a dar lugar a una serie de dimes y diretes que tuvieron su culmen con el demarraje de Van Avermaet. Tras él salía bien Vandenbergh, pero Cancellara daba muestras de cierto sufrimiento y, antes de eliminarse, miró atrás. Vanmarcke lo haría por él y cerraría un hueco que unía de nuevo al cuarteto bajo el triángulo rojo. Sprint de cuatro. El rojinegro, como ya ha sucedido en otras ocasiones, se veía en una primera posición que, aun junto a la valla, le dejaba a expensas de sus rivales. Cancellara, por el contrario, encajonaba a los tres belgas bajo su atenta mirada. 300 metros, 250… el helvético vio su momento y encontró lo que buscaba. Vandenbergh sin fuerzas, Vanmarcke a contrapié y un Van Avermaet a quien su atención no le sirvió de nada. Espartaco reeditaba su triunfo y, se consolidaba, una vez más, en el sitio que ya tenía reservado. La historia.

Extasis en Oudenaarde en un histórico día para Fabian Cancellara. Foto © cobblesandhills.com

Extasis en Oudenaarde en un histórico día para Fabian Cancellara. Foto © cobblesandhills.com