Los años 70 escribieron gloriosas páginas de ciclismo que aún hoy día se pueden recordar. Felice Gimondi y los 70 se citaron un 18 de marzo de 1974, para escribir una de las más gloriosas páginas de la Milano – Sanremo, una de esas historias que queda en el recuerdo por años y años. La forma que tenía el ciclista bergamasco de interpretar el ciclismo quedó plasmada aquel día como una hazaña que definía la manera de correr del corredor de Sedrina.

Al italiano, que por aquel entonces tenía un palmarés digno de los mas grandes de este deporte, le faltaba por ganar una de las carreras mas importantes en Italia, la Milano – Sanremo. Desde que ganó su primer Tour de Francia a los 23 años hasta que se plantó en la salida de su ansiada victoria en la Classicisima, pasó casi una década entera. Gimondi sabía que ya no era el mismo, sus 32 años ya pasaban factura, pero su carácter atacante y su lucha le reservaban un final merecido.

El italiano lucía a sus espaldas el maillot de Campeón del Mundo, maillot que había conseguido el año anterior en Barcelona ganando a Eddy Mercxk, Freddy Maertens y Luis Ocaña. Ganar ese Campeonato del Mundo, casi en el ocaso de su carrera, fue una motivación más para intentar asaltar la Milano – Sanremo. Otro de los motivos que ayudó al italiano a afrontar el monumento italiano con más ganas que nunca fue el nacimiento de su segunda hija, Federica. Casualidades del destino, Eddy Merckx, uno de sus mayores rivales, se veía obligado a renunciar a la Milano-Sanremo por una inflamación de las vías respiratorias.

Tantas noticias positivas se juntaron en torno a Felice Gimondi, que la mañana de la carrera el italiano se levantó convencido de que esta era su oportunidad. En la reunión con el equipo aquella mañana el propio corredor relata su concentración. “Me acuerdo de la reunión técnica de la mañana. Me sentía seguro, el punto clave era el Turchino, una subida que apenas llegaba a los 4 metros de ancho. Todos sabíamos que teníamos que estar delante y bien colocados allí para poder ganar”. Todo estaba preparado para un duelo italo-belga que saltó por los aires en el km. 250, a tan solo 30 kilómetros para la meta. Gimondi, Moser, Bitossi, De Vlaeminck, Huysmans y Maertens, entre otros, saltaron del pelotón para formar un grupo de una quincena de unidades.

Gimondi habló con los belgas y les pidió colaboración, pero ante la negativa y aprovechando un pequeño parón a 12 km de meta, lanzó un duro ataque en las primeras rampas del Poggio di San Remo. Por su cima el bergamasco ya sacaba un minuto al grupeto perseguidor. Cuando los belgas intentaron ponerse de acuerdo y se organizaron para la caza ya era demasiado tarde. Felice Gimondi ya cabalgaba cual poseso hacía la Via Roma, camino de su primera y última victoria importante en la Milano-Sanremo. Gracias a su forma de ver el ciclismo, con una demostración de lucha, valentía y entrega, Gimondi levantó los brazos en la Via Roma portando el arcobaleno a sus espaldas y haciendo historia aquel 18 de marzo del 74.

Felice Gimondi