2013 ha borrado la sonrisa de la cara de Bradley Wiggins. Tras arrasar en 2012 de marzo a julio al más puro estilo caballo de Atila allá por donde participó, el propio ciclismo ha sido quien recordara al británico cual es su profesión. El mismo Wiggins parece haber olvidado la fórmula del éxito, a la que él mismo siempre alude asegurando que le ha costado 4 años de duros entrenamientos conseguir -refiriéndose a su victoria en el Tour-. “No hice ninguna concentración en altitud previa al Giro porque quería estar con mi familia”. Colmado -probablemente- de agasajos y reconocimiento tras el espectacular doblete Tour – JJOO, en Londres dio por bueno 2012 y decidió que sería suficiente.

Cuestión de motivación. Había sido tentado durante el otoño por la gran cantidad de kilómetros contrarreloj del Giro de Italia y con ese ideal partió su temporada. Partió, por cierto, ganando el premio de la combatividad en el Trofeo Palma un 3 de febrero, quizá buscando las sensaciones de la competición tras 6 meses. Varió el calendario y la preparación y mientras su compañero y rival Chris Froome se disfrazaba de proyecto de Sir copando el protagonismo que él obtuvo un año antes, el verdadero Sir se conformaba con exhibir su potencial en la Volta a Cataluña sin el premio de la victoria. En pleno déficit de atención y de resultados asemejables a los de un año antes hizo saltar la bomba: quería el doblete, Giro y Tour.

Al Giro llegó tras un papel deslucido en Trentino por un problema mecánico que le privó de la lucha final contra Vincenzo Nibali por el gran test previo a la Corsa Rosa. Escasos días más tarde aquellos que pronosticaron para Sky dificultades en su dominio habitual y control de la carrera acertaron. En seguida se vio que Wiggins iba a sufrir y no sólo por las inclemencias del tiempo. Gastada la bala de la CRI la desventaja que acumulaba con el siciliano era insalvable y aquejado además por una infección en el pecho y recurrentes molestias en una rodilla abandonó. Y después el mismo contratiempo lo privaría también del Tour al impedirle la recuperación entrenar lo suficiente.

“Tenía que ganar hoy como fuera. Prefería terminar en el hospital antes que ser batido”. Éstas eran las palabras de Wiggins tras vencer la CRI en el Tour of Britain. Ganar la carrera de casa no salva la temporada en absoluto pero acercaba por aquel entonces el nivel de confianza hasta el óptimo para disputar con garantías los Mundiales. En Florencia Tony Martin no dio ninguna opción y Wiggins fue segundo en el gran objetivo del año tras saber que no iría al Tour. El objetivo para el que se había preparado durante 5 meses, para el que había ganado 7 kilos. “No sé si quiero afrontar los mismos sacrificios”. Es la afirmación en relación a su posible asalto al Tour 2014. La idea, de hecho, es preparar durante todo 2015 los JJOO de Río 2016 y conseguir su cuarta medalla en pista.

Es de tal magnitud la debacle psicológica por la decepción que ha supuesto 2013 que puede que hayamos sido testigos del principio del fin de Bradley Wiggins.

En 2013 hemos asistido a una versión que poco tiene que ver con la de un año antes. (c) Giro d´Italia.

En 2013 hemos asistido a una versión que poco tiene que ver con la de un año antes. (c) Giro d´Italia.