El domingo por la mañana terminó la Volta a Catalunya. Lo hizo en el circuito de Montmeló, un lugar acostumbrado a la mediaticidad que le proporcionan los abundantes y concurridos eventos motorizados, que sin embargo ayer estaba más bien vacío. A la misma hora que la carrera terminaba en el más absoluto de los silencios, sin cobertura televisiva, la televisión pública catalana reemitía el Gran Premio de Australia de Fórmula 1. Es la cruda realidad del ciclismo en Catalunya, que paradójicamente, cuenta con una camada de ciclistas como hacía tiempo que no disfrutaba.
Mientras Flecha, rara avis por antonomasia, lograba su enésima hazaña acompañando en el podio a dos fenómenos como Cancellara y Boonen en el lejano E3 Prijs, otros dos catalanes, Quim Rodríguez y Xavi Tondo, han copado las dos primeras posiciones de una carrera de la que poco se puede decir más allá de lo que han mostrado los escuetos resúmenes que se han emitido, con etapas bastante competidas y algunas victorias de ilustres como Cavendish o Voigt. Sin embargo, la sensación que queda es de intrascendencia.
Y es que la Volta, la cuarta carrera por etapas más antigua que queda en el profesionalismo (detrás del Tour de Francia, el Giro de Italia y la Vuelta a Bélgica), cumplirá el año que viene su centenario y merece algo mejor. La ronda catalana, que cuenta en su palmarés con ganadores de la talla de Anquetil, Merckx, Ocaña, Gimondi, Thévenet, Maertens, Moser, Kelly, Indurain, Chiapucci, Jalabert o Zülle, ahí es nada, ha sido sepultada poco a poco en los últimos quince años entre inoportunos cambios de fechas, recorridos cada vez más monótonos y la crisis general que sufre este deporte, especialmente aguda en Catalunya. El culmen ha llegado en las dos últimas ediciones, convirtiéndose en la única prueba perteneciente al ProTour que posee el dudoso honor de no tener cobertura televisiva. El presupuesto, disparado por las exigencias de la UCI, llega tan justo que no hay para financiar el costoso aparato que necesita la TV para retransmitir en directo. Y eso es una tragedia dificilmente sostenible a largo plazo.
Pero dicen que mientras hay vida hay esperanza, y también se puede encontrar algún motivo para mirar al futuro con optimismo. El reciente traslado de la prueba a finales de marzo, abandonando el incómodo mes de mayo en que la competencia con el Giro anulaba cualquier posibilidad de atención y relevancia incluso en el mundillo ciclista, supone una gran oportunidad. Los ciclistas tienen en este momento de la temporada, hambre de bicicleta y necesidad de kilómetros, y la posibilidad de volver a contar con algunas de las estrellas del pelotón internacional está ahí. Pero es necesario incentivarlas, y sin un recorrido acorde con la categoría de la prueba (alta montaña más exigente, e incluso más presencia de una media montaña muy abundante en la geografía catalana) y sobretodo sin una cobertura mediática que dé luz al espectáculo, este deporte no funciona. Así, Contador y Armstrong, que inicialmente habían previsto su presencia en la carrera, prefirieron viajar finalmente a Córcega para disputar un Critérium Internacional que contaba con un final en alto y una contrarreloj más digna que el ridículo prólogo de Lloret y con presencia televisiva que justificara el primer duelo del año entre los dos grandes astros del pelotón, aunque finalmente ninguno de los dos fueran protagonistas de la carrera. Esperemos que los organizadores de la UE Sants y las instituciones hayan tomado nota de ello, y el año que viene Catalunya pueda ser la Córcega de este año. Sería el mejor síntoma para iniciar el segundo centenario, el mejor activo para una prueba emblemática a la que no hay que dejar morir.
Jordi Martínez.
Al final, con un recorrido de mierda. La Volta ha tenido la mejor edición en muchos años.