La Vuelta había reservado una traca final de aúpa para su atracón de finales en cuesta. El Angliru, el más duro, una subida mítica desde la primera vez que se subió, quedaba para el día antes de Madrid, y para añadirle épica a la narración la carrera llegó completamente abierta a sus temibles pendientes. Chris Horner contra Vincenzo Nibali, con Alejandro Valverde y Joaquim Rodríguez en un segundo pero todavía activo plano. La misma jerarquía que se vivió en la subida, embellecida también por la preciosa victoria de Kenny Elissonde. Al final, la de hoy quedará como una de las mejores ascensiones al coloso asturiano que se recuerdan, sin duda el clímax de esta Vuelta a España.

La etapa salió rápida, con una fuga de un mini-pelotón de más de 30 ciclistas que hicieron camino por los valles asturianos hasta llegar al pie del Cordal con un poco más de 5 minutos de ventaja. Allí, en las buenas rampas de este corto pero empinado puerto, se desataron las hostilidades y Paolo Tiralongo, con una posible avanzadilla de Nibali en su cabeza y Kenny Elissonde se destacaron del resto del grupo. Por detrás, Katusha seleccionaba mucho el pelotón de favoritos para que la carrera llegará rápida al Angliru. El siempre temido descenso hacia Riosa no se cobró esta vez ninguna víctima y la carrera llegó bien estructurada al pie del coloso.

Y ahí, tras esos cinco o seis kilómetros de ascenso que en otro puerto serían más que considerables pero aquí siempre dejan la sensación de no ser más que un falso llano de transición, se desataron las hostilidades. Nada más entrar en las rampas de doble digito, Elissonde dejó a Tiralongo y a chepazos escaló hasta la victoria. Por detrás, en ese mismo punto, Nibali lanzaba el primero de sus cambios de ritmo tratando de descolocar a un Horner ante la oportunidad de su vida. A partir de ahí, su lucha fue preciosa.

El ‘Tiburón’ siciliano es un corredor de grandes condiciones físicas, dotado de una extraordinaria habilidad en la bicicleta, pero sobretodo es un ciclista con una cabeza, con una mentalidad portentosa. Es de lo más competitivo y valiente que ha dado este bendito deporte en años. Sabedor de su inferioridad en el mano a mano, puesta en evidencia en otros finales en alto, Nibali podría haberse resignado a esperar un hundimiento postrero de Horner, pero su respuesta fue opuesta: lanzó varios furibundos cambios de ritmo tratando de descolocar al norteamericano. En varios momentos pareció que lo podía conseguir, pero la respuesta del cuarentón fue ejemplar.

Foto: EFE

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Horner hizo su carrera, jamás salió del guión que tenía en su cabeza, subir levantado de su sillín, codos abiertos, a su ritmo, tremendo. Así fue sofocando todos los acelerones de Nibali, que le tuvo cuatro kilómetros en jaque. Finalmente, y haciendo una perfecta gestión táctica del asunto, a menos de dos para el final, fue aumentando el ritmo progresivamente hasta soltar al italiano y sentenciar la Vuelta a España. Sabía que no podía arriesgarse a jugarse en las bonificaciones la carrera de su vida y la sentenció antes.

Eso sí, ya no llegaba a alcanzar a un Elissonde que circulaba nervioso, echando la mirada atrás, hacia una victoria épica, que celebró embargado por la emoción, cruzando la meta entre lágrimas. Es el enésimo grimpeur que se presenta en la élite para devolver la gloria al ciclismo francés.

Por detrás, Nibali cayó como los grandes campeones, bajó su mirada y cedió en su cadencia de pedaleo, la manera más digna de caer y de honrar a Horner, un vencedor que por mucho que sorprenda por su veteranía, ha mostrado unas prestaciones que le colocan en la élite de los vueltómanos actuales. Mañana la podrá celebrar a su manera, con unas hamburguesas en cualquier fast food de Madrid.