George Hincapie es un parece un tipo raro, o al menos su faceta ciclista lo parece. Pese a haber nacido en Farmingdale, una pequeña localidad pegada a Nueva York, siempre ha sido un apasionado de los adoquines en general y de una carrera en particular que le quita el sueño, París-Roubaix. Desde joven fue uno de los ciclistas que más alto apuntaban de la cantera estadounidense, destacando en los nacionales en carretera y en pista y haciendo también buenas actuaciones en los Mundiales de ambas disciplinas.
Da los primeros pasos como profesional en el equipo Motorola, sucesor de 7-Eleven, en 1993 donde empieza como stagaire. Allí pasa las tres siguientes temporadas, donde coincide con Lance Armstrong, con el objetivo de crecer como ciclista y empieza ya a dar motivos para la esperanza en las clásicas sobre pavés, haciendo puestos muy meritorios para un ciclista de los que ahora consideraríamos sub25 y que antes tanto costaba ver explotar a edades tan tempranas.
Ese éxito llamó la atención de uno de los grandes equipos de finales de la década de los 90, US Postal. Su misión por aquel entonces era la de seguir formándose como corredor para las clásicas de principios del mes de abril y dar presencia a su equipo y empezar a rendir en vueltas menores, donde lejos de preocuparse por clasificaciones generales debía luchar por triunfos parciales que hiciese que su progresión continuase por los cauces por los que debía discurrir. Sus actuaciones en esa primera temporada en Flandes y París-Roubaix continuan siendo buenos para un ciclista de 24 años.
En 1998 llega el primer punto de inflexión de su carrera, a sus 25 años se proclamaba campeón de ciclismo en ruta de los Estados Unidos. Antes había conseguido su mejor puesto hasta el momento en De Ronde, la 17ª plaza, aunque la siguiente semana, por primera vez en su carrera, no era de la partida en París-Roubaix.
Y por fin, en 1999 la primera gran actuación de George Hincapie en el Infierno del Norte. En una edición que volvía a ser dominada por el equipo Mapei él conseguía llegar al velódromo en el grupo que disputaría la tercera plaza. Allí Tom Steels le superó dando a la escuadra de Lefevere su segundo triplete consecutivo y relegándole a la cuarta posición. Una semana antes, en los adoquinados muros flamencos, había quedado demostrado que su hábitat natural no era ése, y que a pesar de manejarse tremendamente bien, su sitio era el Norte.
Meses más tarde la gran alegría para el equipo, Lance Armstrong ganaba su primer Tour de Francia, gracias, en parte, a un grupo de grandes corredores entre los que se encontraba Hincapie. Éste fue el patrón que dirigió al ciclismo los seis años siguientes. US Postal y posteriormente Discovery Chanel diseñarían unos bloques espectaculares que llevarían al tejano en volandas a cada una de sus victorias. Hincapie fue uno de esos ocho ciclistas en todas y cada una de las ediciones, pero él tenía claro cuál era su objetivo cada uno de aquellos años. Y en él se centraba, no siendo bálsamo suficiente conseguir carreras como Gante-Wevelgem en 2001.
Había una carrera que ansiaba conseguir, París-Roubaix. Ya consagrado como uno de los favoritos llegaba año tras año a la cita en plenitud de condiciones, pero el resultado no variaba. Durante los mismos siete años que Armstrong ganaba el Tour, Hincapie llegaba entre los diez primeros al velódromo de Roubaix, pero a su vez, siempre lejos de la victoria. Hasta el último de aquellos años, hasta 2005. En una edición recordada por el ciclismo español por ser el primer podio de Flecha, se plantaba junto a él y Tom Boonen. Tres locos de los adoquines ante su oportunidad de llevarse a casa ‘el pedrusco’. Tommeke cumplió los pronósticos e impuso su extraordinaria punta de velocidad y se llevaba la carrera, mientras que él tenía que conformarse con un podio entonces amargo y que hoy da una pizca de justicia a su carrera.
La victoria no podía resistírsele más, y parecía que 2006 era su año tras haber conseguido su primer podio en De Ronde. Estaba en el grupo cabecero, ya muy reducido, mientras atravesaban el sector de Mons-en -Pevele se le rompió el manillar y se fue al suelo. Junto él se iban también sus ilusiones de, al fin, poder levantar los brazos en el velódromo de Roubaix. Fue probablemente uno de sus días más tristes como ciclista, y su segundo maillot de campeón de Estados Unidos conseguido meses después no le compensaban todo lo perdido aquel domingo de abril.
El último año en la escuadra de un Bruyneel que no había digerido la etapa post-Armstrong fue probablemente más extraño de los muchos que el americano había vivido. Aquel 2007 no corrió ni la Vuelta a Flandes ni París-Roubaix y tras la desaparición de la estructura americana tomó rumbo al Team High Road, el que tomaba el relevo de Telekom, aunque el color azul sustituiría al característico magenta.
En la primera de las dos temporadas que pasó en el equipo de Stapleton logró dos Top10 más que no hacían más que engordar su consideración de puestómano. El año siguiente fue bastante peor, viendo desde lejos cómo se disputaba la carrera sin poder hacer él nada. Ni su tercer maillot de las barras y estrellas justificaba una temporada, que en su plena madurez, había sido decepcionante.
Entonces en 2010 llegó una nueva aventura para él cuando recibió la llamada de BMC, un equipo que iba a tener una gran inyección de capital y que en su primer año quería contar con algunas figuras destacadas que asegurasen éxitos inmediatos. Junto a Evans, Kroon, Burghardt y Ballan se embarcó en este reto. Su participación aquel primer año fue más bien pobre. Mala actuación en París-Roubaix lejos de los mejores y un sexto puesto un tanto irreal en De Ronde que estaba en sintonía con la actuación del equipo. Indiferencia.
Pero esto ha cambiado. BMC este año no corre a verlas venir y ha pasado a la acción. Su gran actuación en Flandes es un buen motivo para el optimismo. Este año los dos Monumentos anteriores los han ganado Goss y Nuyens, corredores que desde la alargada sombra que producen los grandes especialistas de sus respectivas disciplinas esperaban al acecho de su oportunidad. Quién sabe si George podría encontrar este domingo la oportunidad para llevarse la victoria que tanto ansía. Sería sin duda un premio a la persistencia y uno de esos casos de justicia deportiva que no siempre llegan.
A George se le perdonan todos sus pecados…
Ojala le llegué la gloria en el velodromo…
Qué te voy a contar a ti.
Fue un palo que se fuese a un equipo del nuevo orden mundial nacido de la nada como BMC, pero bueno, si con ese fichaje le dio un portazo en los morros a Bruyneel y RadioShack ya vale la pena.