Ya hace muchos años, desde finales de los 70 que el nombre de la prueba no corresponde a los puntos de inicio y fin de la carrera. El ciclismo evoluciona y si para vender el mejor producto posible hay que modificar origen o destino, se hace. Eso le pasó a la París-Roubaix, que en su afán de concentrar un mayor número de tramos de pavé en la parte final del recorrido desplazó la salida 65km al norte de París, a la localidad de Compiègne, pudiendo así tener un margen de actuación muy grande para buscar el mejor final posible de cara a la llegada a Roubaix. Lo que no varia, y eso que tuvimos nuestras dudas, son los tres puntos míticos de la carrera: la Trouée d’Arenberg, el Carrefour de l’Arbre y el velódromo de Roubaix, que por mucho que pasen los años y las promesas de remodelación sigue teniendo la misma imagen cada año. Tres puntos que ayudan a conducirnos, por unas horas, a otros tiempos.
Los primeros 100km de carrera, como viene siendo habitual los últimos años serán rumbo norte, buscando la localidad de Valenciennes, y poco antes de llegar allí, más o menos sobre el kilometro 100 llegarán los primeros sectores adoquinados, que serán los mismos que en ediciones anteriores, con la diferencia de que esta vez al pasar el sector de Capelle-sur-Écaillon – Ruesnes (s22) la carrera no tomará dirección oeste, sino que se acercará más a Valenciennes para después de unos compases sin dificultades encontrarse cuatro tramos consecutivos Aulnoy-lez-Valenciennes – Famars (s21), Famars – Quérénaing (s20), desde donde la carrera se dirigirá a sectores atravesados el año pasado como Quérénaing – Maing (s19), Maing – Monchaux-sur-Écaillon (s18) concentrando siete kilometros de pavé en apenas once kilometros. La carrera podría empezar a perder unidades que queden rezgadas en este encadenado, pero a su salida tendrá tiempo para reagruparse en los 20 kilometros que restarán hasta Arenberg, donde sólo se encontrarán una dificultad, Haveluy – Wallers (s17).
Llegará entonces el primer momento emotivo del día, la Trouée d’Arenberg (s16). El helicóptero mostrará imáganes de las minas de Arenberg mientras las motos nos mostrarán las imágenes más propias de una estampida cuando algo más de un centenar de ciclistas pelearán como animales por llegar a la entrada en primera posición y no moverse de allí durante sus 2400m. Los escasos tres metros de anchura y un pavé que gusta tanto a los aficionados como poco a los ciclistas serán las principales dificultades para los más dados al adoquín, mientras que el resto tendrá que rezar por no sufrir una caída, y poder reengancharse acabado el sector.
Esta tarea será más difícil que en años anteriores. Normalmente acabado el bosque de Arenberg llegaba un impás en que cada equipo se recomponía para acometer con garantías los últimos 90 kilometros de carrera. Esto pasará a mejor vida, ya que este año se incorpora el sector de Millonfosse – Bousignies (s15) tan solo 4 kilometros después de acabar la Trouée, y poco después Brillon – Tilloy-lez-Marchiennes (s14), por lo que los equipos que la salven con un bloque bien organizado podrán avivar el ritmo para dejar a sus rivales sin opción de reconstruir su equipo.
A partir de entonces la prueba volverá al recorrido que los últimos años viene siendo un clásico. Cuatro sectores de dureza media pero de gran longitud darán paso a otro de los tramos *****, Mons-en-Pévèle (s10), el sector más largo de todos los que componen la prueba; 3 kilómetros en los que los falsos llanos se van sucediendo tanto en ascenso como en descenso y sólo un giro a izquierda y otro a derecha hará variar la dirección a los ciclistas. Éste es el punto en que los aficionados siempre soñamos que la carrera llegue ya muy seleccionada para ver a los grandes especialistas luchas por la victoria, ya que a partir de entonces llega otra vez un terreno sin dificultades que puede ocasionar una reorganización del grupo. La gran esperanza es que éste ya llegue reducido al tramo y a su salida haya alguien, que viéndose en una situación de igualdad en lo referente a las escuadras busque animar la carrera y darle continuidad en el asfalto antes de llegar a los tramos siguientes.
Lo lógico es que sean momentos de calma tensa antes de afrontar la traca final. Tramos difíciles a la vez que largos como Bourghelles – Wannehain (s6.2), Cysoing – Bourghelles (s6.1) y Camphin-en-Pévèle (s5), tendrán como colofón el segundo gran momento de la carrera, el Carrefour de l’Arbre (s4). El adoquín oscuro y húmedo del bosque de Arenbeg habrá dado paso a otro más claro y polvoriento al que los ciclistas llegarán bien maduros y en un grupo muy reducido, por lo que raro es el año en que no acaba de decidir la carrera. Una vez acabado la carrera estará vista para sentencia. A 15 kilometros del velódromo quedará clarificado quienes serán los privilegiados que podrán luchar por la victoria.
Después de este mítico sector la carrera dará sus últimos coletazos con tramos adoquinados de escasa longitud y dificultad. Entonces será cuando llegará el tercer punto histórico de la carrera, el velódromo de Roubaix. En un grupo reducido reinará una calma tensa de cara a la llegada a meta; sólo con poca distancia sobre cualquier perseguidor la tensión de saberse capaz de llegar en solitario, y con la carrera decidida será un paseo triunfal en el que se saboreará la gloria de dar vuelta y media al anillo para poco más tarde recibir el pedrusco que acredita como ganador en el Infierno del Norte.