Como si de un acto de brujería se tratase lograr el campeonato del mundo en ruta lleva intrínsecamente una maldición que recae sobre el portador del arco iris. Una maldición que se extiende desde hace más de setenta años, desde que Antonin Magne se proclamase campeón en Berna, en 1936 logrando únicamente una victoria la temporada siguiente, casualmente en un critérium; escaso bagaje para un corredor que tenía para aquel entonces dos victorias en la general del Tour de Francia.

Con Magne comenzó una maldición que se extendió al Campionissimo Fausto Coppi (Lugano, 1953) al que el arcobaleno no le impidió cerrar una buena campaña la temporada siguiente -pese a no vencer ninguna grande- si bien es cierto que murió seis años después, a los cuarenta años, a causa de la malaria. Y es que la muerte acechó a varios campeones del mundo. El belga Stan Ockers falleció en el velódromo de Amberes la temporada siguiente de vestirse con el arcoiris en Frascati, 1955. Misma suerte corrió Jean Pierre Monseré, campeón en Liecester 1970, cuando fue atropellado mortalmente meses después. La maldición se extendió a su saga; su hijo Giovanni fue también atropellado a la edad de siete años cuando circulaba en una bicicleta regalada por otro campeón del mundo, Freddy Maertens quien una vez retirado ingresó en un psiquiátrico. Rudy Dhaenens (Utsunomiya, 1990) se retiró precipitadamente al concluir la siguiente temporada falleciendo seis años después de un accidente de automóvil.

Objeto de deseo y, ¿de maldición?

Objeto de deseo y, ¿de maldición?

En otros casos accidentes acabaron con la trayectoria deportiva antes de tiempo de campeones del mundo como Louison Bobet (Solingen, 1954) o Benoni Beheyt (Ronse, 1963). Los problemas físicos también truncaron carreras deportivas como el caso Stephen Roche (Villach, 1987) que tras ganar Giro de Italia, Tour de Francia y Mundial los diferentes problemas de salud hicieran que nunca volvería a ser el mismo; Lance Armstrong (Oslo, 1993) quien padeció un cáncer de testículo del que pudo recuperarse; Johan Museeuw (Lugano, 1996) se cayó en la París-Roubaix de la temporada siguiente fracturándose la rodilla; Oscar Freire (Verona, 1999) sufrió problemas en su espalda la temporada siguiente mientras que tras Verona 2004 sufrió un quiste que le apartó de las carreteras a partir del mes de marzo; Alessandro Ballan (Varese, 2008) al que primero un virus y segundo una caída en la primera semana del Tour de Francia le hizo tener un año prácticamente en blanco.

Ejemplos como Laurent Brochard (San Sebastián, 1997), Oscar Camenzind (Valkenburg, 1998), Romans Vainsteins (Plouay, 2000) o Igor Astarloa (Hamilton, 2003) apenas lograron sumar triunfos después de proclamarse campeones del mundo.

Quien iba a punto de cerrar una temporada en blanco después de vencer el Mundial era Philippe Gilbert (Valkenburg, 2012). El belga rompió la maldición con el triunfo en Tarragona, primera victoria de la campaña, en un año donde hasta la fecha sumaba cinco segundos puestos y otros tantos terceros teniendo unos resultados muy parejos a 2012 y distantes a sus mejores años (2008-2011).