Euskaltel – Euskadi lo deja. El 31 de diciembre se cierra un capítulo de la historia del ciclismo español y vasco con la disolución de la sociedad que sustentaba el equipo ciclista. Antes con la Fundación Euskadi, institución de la que se escindió hace unos meses para encontrar nuevas vías para construir el futuro y que no ha dado más respiro que este, apenas unos meses. En ellos se perdió mucho, toda una filosofía, y se ganó poco, porque los líderes no ha ido respondiendo y porque los fichajes con puntos no dieron victorias. Solo Juanjo Lobato y Ioannis Tamouridis han conseguido dar algo.
Pero mirar los problemas deportivos como razón exclusiva del adiós de la estructura vasca sería injusto. Los corredores son los que dan pedales y dejan ver la marca, sí, pero son otros los que ha ido decidiendo sobre el futuro del equipo. La política interna, los problemas entre los que querían hacer de este un proyecto global, como Igor González de Galdeano, y los que querían dejarlo como un proyecto de casa, ha ido dando al traste con una estructura que ha llegado primero a la afición vasca, luego a la española y, poco a poco, a toda persona que gustarse de ver ciclismo.
Corredores, aficionados y responsabilidades diferentes del ciclismo entendían la filosofía del equipo como única. Y lo era. Con la Fundación Euskadi, lo era. Con ella quizás tuvo que seguir, pues haber intentado adentrarse en presupuestos de mayor entidad ha hecho que ni unos ni otros pudieran soportar lo que el proyecto necesitaba comer.
Euskaltel – Euskadi nació en 1998 (con Roberto Laiseka, Unai Etxebarria, Joseba Beloki, Bingen Fernández, Igor y Álvaro González de Galdeano o Haimar Zubeldia como stagiaire), y, tras quince años en el pelotón (aunque tenía su embrión en el Euskadi – Petronor nacido en el 94), se había convertido en el equipo más veterano de todos. Ahora decimos adiós definitivamente al naranja dentro del pelotón, que tras la baja de Rabobank había dejado en Euskaltel – Euskadi al único equipo que pintaba de este color las carreteras. Pero este naranja era ‘nuestro’ naranja, ese del que hablaban todos durante la Vuelta al País Vasco o cuando el Tour recorría los Pirineos.
Para muchos otros tiempos fueron mejores. Aquellos en los que Laiseka provocaba el éxtasis en Luz Ardiden el año del estreno del equipo en el Tour. Pensar en el pasado, en este caso, es la excusa para criticar las decisiones del presente, pero pensar en otras decisiones estratégicas es inevitable. Tan inevitable como saber que al equipo naranja le quedan un puñado de kilómetros. Disfrutémoslos y, después, adiós, naranja.
A mí lo que me preocupa es que desaparezcan dos equipos españoles y no se escuche nada de que se vaya a crear otro equipo aunque sea de segunda división y que tendría garantizada su presencia en la vuelta a españa. Solo van a quedar tres y además llenos de extranjeros. Muy preocupante.