Dos finales en alto, y dos exhibiciones de Chris Froome. Cuesta arriba no hay mucho más. En el Mont Ventoux, uno de los escenarios míticos del Tour, el británico ha vuelto a demostrar una superioridad abrumadora. Bien apoyado por la estructura piramidal de su equipo, que impone ese ritmo in-crescendo según se apartan los gregarios, cada vez más y más vatios hasta que llega su aceleración imparable cuando encuentra su distancia. Y ahí el británico es imparable.

La etapa, una kilometrada tremenda disputada a velocidad supersónica, era perfecta para generar diferencias abismales que aclarasen la general, como así ha sucedido. Lo ha permitido el ritmo tremendo que llevó la carrera, primero hasta que se consolidó una fuga de calidad, y luego empujada por el mistral típico del valle del Ródano que sopló siempre a favor y por la ambición del Movistar, deseoso de revancha tras su desafortunado descalabro de Saint-Amand-Montrond. Las piernas de los ciclistas llegaron bien molidas al pie del Gigante de la Provenza.

La subida a la “montaña calva” es de aquellas que permite jugar con la táctica, su longitud, sus desniveles irregulares y la diferente influencia que el viento tiene en su parte boscosa y su techo descarnado son elementos que le alejan de la monotonía de mucho finales en alto. A ello se aferraron primero Mikel Nieve y luego Nairo Quintana, dos escaladores de gran ritmo sostenido, que anticiparon las hostilidades y se marcharon por delante en la parte inicial de la ascensión, cuando el último superviviente de la fuga del día, el eterno Chavanel, ya cedía.

El Sky no varió en ningún momento su organización, dejando hacer a los atacadores hasta que Richie Porte sucedió a Peter Kennaugh en la cadena de mando y dinamitó la carrera. El tasmano tiene dos o tres kilómetros fulgurantes que aniquilan a todos. A todos menos a Froome, que los usó esta vez como rampa de lanzamiento hacia ese paisaje lunar que corona el Mont Ventoux. Alberto Contador aguantó más en esta ocasión que en Ax-3-Domaines, pero tuvo que ante una segunda aceleración del maillot amarillo. Froome le está dando la misma receta que el madrileño tantas veces había suministrado a sus rivales en sus años gloriosos.

Foto: EFE

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El británico llegó a Quintana, que justo había descolgado a un excelente Nieve y le intentó rematar allí mismo, pero el colombiano todavía tenía fuelle para aguantarle la rueda. La cabeza de carrera quedó en dos parejas que se fueron distanciando progresivamente hasta los dos últimos kilómetros. Allí, dónde el viento ya no encuentra resistencia alguna, el oxígeno empieza a escasear y las rampas se vuelven más empinadas todavía, Froome pegó el palo definitivo, dejó clavado al escarabajo colombiano y se fue en solitario hacia una victoria que prácticamente sentencia el Tour. Por detrás Contador, esclavo de su mediocre estado de forma, terminó hundiéndose, superado por Nieve y por un Joaquim Rodríguez que encontró su cambio de rimo fetiche en el kilómetro final. El catalán parece ir a más y puede apuntar al podio de los Campos Elíseos.

El espiritu guerrero de Contador y de su SaxoBank-Tinkoff pueden resistirse todavía a tirar la toalla. Unos Alpes propensos a las escaramuzas tácticas deberían animarles a tratar de encontrar el talón de Aquiles de Froome, que parece estar en la poca profundidad de su equipo y en el desorden táctico que esa pueda generar. Pero el británico, cuya superioridad individual cuesta de recordar en una gran vuelta reciente, todavía tiene una contrarreloj durísima el miércoles para alejarles hasta distancias imposibles. El amarillo de París parece tener ya un brillante dueño.