Era esta vez. Con 33 años y prácticamente una década de tortuosa relación, Alejandro Valverde se despide de forma cruel de su gran oportunidad de conquistar el Tour de Francia: “Está claro que el Tour no es mi carrera, que no se me da bien, siempre pasa algo”. Palabras de resignación para un hombre que nunca antes encontró una conjunción mejor de factores en su favor para vestir el maillot amarillo, lo que algunos han señalado como su obsesión.

Esta supuesta obsesión ha sido objeto de debate de propios y extraños durante años. Algunos, los más detractores, sostienen que en la memoria del aficionado prevalecen las victorias puntuales por encima del puestómetro en las grandes vueltas por etapas; otros consideran que existe cierto halo de infortunio en los momentos de la verdad en la relación de Valverde con el Tour y justifican así parte de su fracaso en el intento.

Si pudiéramos afirmar con certeza que el destino existe, añadiríamos que es caprichoso. Tal día como ayer, un 12 de julio, el mundo descubría la magia de Alejandro Valverde en la cima de Courchevel batiendo en un apasionante duelo a todo un Lance Armstrong -seis Tours por aquel entonces-. Aquel día comenzó una relación amor-odio con la Grand Boucle que se dilata hasta hoy. Era 2005, año de su debut en Francia, con 25 años. Para llegar siquiera a intentarlo, el murciano había tenido que recalar en la mayor y más laureada estructura ciclista nacional tras firmar 2 temporadas de ensueño con el extinto Kelme. Tres días duró la alegría, el tiempo que tardó en poner pie a tierra vestido con el maillot blanco debido a unas molestias en su rodilla izquierda producidas por un golpe con su propio manillar diez días antes en la contrarreloj por equipos. Este no es más que el primer capítulo de lo que podría ser una novela de terror.

El de 2006 sería el Tour de la incertidumbre en los prolegómenos, el primero sin el gran dominador durante las siete ediciones anteriores. A sus 26 años Valverde ya era doble subcampeón del mundo y a juzgar por lo acontecido un año antes y por la excelente campaña que venía firmando -doblete con Flecha y Lieja en las Árdenas- uno de tantos señalados a suceder a Lance Armstrong. Comenzó rebosante de fuerza e ilusión con una quinta plaza en el prólogo aventajando al resto de aspirantes pero su dicha no duró más de 3 etapas. Una caída a 17km de la meta de Valkenburg le trajo como consecuencia una fractura de su clavícula derecha. Para casa.

Alejandro Valverde

2007 y 2008 fueron ediciones tranquilas en las que simplemente fue superado por sus rivales. Sin problemas físicos ni de otra índole, la 6ª plaza final en el Tour 2007 no es en absoluto representativa de su actuación. De los 11´37´´ de desventaja final respecto a Alberto Contador 8 minutos y medio fueron contra el crono. Con la misma velocidad que se desvanecía el mito del Tour, crecía paralelamente el debate acerca del teórico papel que debía asumir en una carrera de tres semanas. Paradójica en este sentido la edición 2008 en la que sólo pudo ser octavo en la GC a pesar de ganar dos etapas -una debido a la descalificación de Ricardo Riccó- y vestir de amarillo durante dos jornadas gracias a su triunfo en Plumelec.

Así llega el momento de la redención. Tras el eterno parón de dos años gracias a su sanción, la de 2012 era una edición plagada de incógnitas. La temporada no se había desarrollado especialmente mal, sobre todo al comienzo, sin embargo las dudas sobre el rendimiento a ofrecer habrían de ser evidentes. El balance con poco más de una semana disputada ya era de dos caídas -una de ellas la que mandó para casa a Samuel Sánchez- y un pinchazo que le hizo perder nada menos que 5 minutos en la etapa de Planche des Belles Filles ganada por Chris Froome. Perdida toda oportunidad de hacer una GC digna, sólo el coraje explica el devenir de los acontecimientos. Un Valverde desconocido tocaba el cielo en la cima de Peyragudes con su agónico final, emocionado.

alejandro valverde

Su Tour llegaba tras una temporada algo más corta en cuanto a triunfos quizá aguardando su gran momento. Y todo ello pese al estratosférico nivel de Chris Froome -todo el año-, y pese a las dudas y los fantasmas del pasado. En Bagnères-de-Bigorre el pelotón sufrió lo que es Alejandro Valverde tras la etapa de Peyragudes: un dominador, carismático, un líder dotado de una gran escuadra a su servicio y capaz de hacer saltar por los aires a un inquebrantable Team Sky. Pero hay algo contra lo que ni siquiera `el Bala´ puede combatir: “Estaba muy atento adelante y alguien me ha tocado por detrás y me ha roto la rueda trasera en un momento muy crítico”. Tan crítico como el desenlace de la contienda, diez minutos en meta.

“Vamos a dar guerra”. Valverde advierte con rabia y apunta a los artífices de este nuevo naufragio: “puedo entender que tirara el Belkin, pero el Europcar no lo entiendo. Tiempo al tiempo, estas cosas se pagan”. Si no en sus piernas, el Tour estaba en cualquier descenso o en cualquier emboscada. Las carencias de Sky como conjunto, el estado de forma de Alberto Contador… era su momento, podría haberlo sido. Otras geografías fueron más críticas cuando hubo que serlo, otras menos. Francia, lugar de campeones, no será tampoco en 2013 el lugar predilecto de un corredor cuyo palmarés adolece al menos de un cajón en París. Ya no sabría decir si el ciclismo se lo debe, porque el ciclismo muchas veces no entiende de justicia, pero el Tour está en deuda con Alejandro Valverde.