En España no existe cultura del adoquín, no vamos a inventar la pólvora a estas alturas. Se hace tremendamente difícil poder escribir sobre acontecimientos que vinculen el Tour de Flandes con ciclistas españoles, así que este contenido se centrará en analizar el porqué de esta ínfima relación tras una breve referencia histórica.
Buscando por la red se hace excesivamente difícil encontrar informaciones que hablen del primer ciclista español en disputar De Ronde, o el primero en acabarla. Y sólo gracias a una consulta a nuestro colaborador y amigo Daniel Sánchez Badorrey, servidor ha sido capaz de saber que el primer español -aunque por aquel entonces ya había adoptado la nacionalidad francesa- que disputó la carrera fue Francis Sigüenza en el año 1958 llegando a meta en 25ª posición. Tras él Luis Otaño en 1961 quien además ganó una etapa en el Tour, tres en la Vuelta -y cinco Top10- y dos campeonatos de España en ruta tiene el honor de haber sido el primer ciclista en terminar la prueba con nacionalidad española.
Lo que da buena cuenta de un balance, pobre, muy pobre. Cierto es que el ciclismo español, con la histórica salvedad de Miquel Poblet nunca ha sido muy dado a las grandes clásicas, pero de un modo u otro, esta tendencia se ha invertido y en cualquier prueba de un día, hay un buen puñado de nuestros corredores que tienen bastante que decir. ¿Qué es lo que falla en las piedras que ha provocado que ahora que el ciclismo español es uno de los grandes en las clásicas no rinda allí?
Tal vez sea el miedo a lo desconocido, la prácticamente nula existencia de este tipo de terreno en España puede que sea un factor que auyente a muchos ciclistas, o, siguiendo un poco la línea, la peligrosidad de las piedras, pues para luchar por algo importante se debe ser un experto en ellas, cosa que no se consigue después de haber dado muchas veces con tus huesos en el asfalto.
Tal vez sea que nuestros ciclistas tengan una adaptación mejor a las clásicas ardenesas que a las flamencas, a las cotas y el asfalto antes que a los muros y las piedras, y que la situación de la Vuelta al País Vasco entre los dos Monumentos adoquinados haga que la gran mayoría prefiera buscar un muy buen punto preparatorio que objetivos hasta ahora inéditos.
Tal vez sea el pasotismo que años atrás tenían nuestros equipos hacia las carreras de un día, y que hoy en día se todavía perdura en las clásicas sobre adoquines. Aquí siempre hemos tenido muchísima más tradición a las grandes vueltas y a las vueltas de una semana que a las clásicas, incluso cuando hasta hace veinte años era muy difícil ver a un español triunfar tanto en una situación como en la otra.
Aunque siendo justos, echándole una ojeada al palmarés del Tour de Flandes salta a la vista que en las noventaycuatro ediciones disputadas, la victoria ha quedado en sesentayseis de ellas en territorio belga, y a su vez sólo en una edición el triunfo viajó a las tierras valonas del sur, lo que da clara cuenta de la superioridad de los locales en una prueba que para ganar hay que saber moverse como pez en el agua. A años luz de los belgas, las otras dos naciones que históricamente siempre han tenido más tradición clasicómana, Italia y los Países Bajos, con diez y nueve triunfos respectivamente, por lo que si ellos que siempre han rendido en carreras de un días han sido tan poco laureados, se puede romper una -sólo una y no más- a nuestro favor.
Pero para alegría nuestra las cosas poco a poco están cambiando. Cada vez en el ciclismo las fronteras cuestan menos de cruzar, y fuera es donde los equipos está realmente interesados en brillar en las pruebas de primavera. Ya no nos extraña que algún ciclista salga de España para buscarse oportunidades fuera que aquí nunca tendrían. Óscar Freire, Pedro Horrillo emigraron hacia la estructura Mapei para hacerse un hueco en las clásicas y poder competir en esas carreras que aquí tan poco importaban, hasta que pasados unos años Rabobank les acogió y se les abrieron las puertas de las piedras, donde si bien sus resultados nunca fueron estratosféricos -a excepción de las Flechas Brabanzonas de Freire y, sobre todo, la Gante-Wevelgem de 2008- puedieron romper una barrera que hasta poco antes se consideraba utópica.
Y en esta situación en que por primera vez había españoles compitiendo sobre piedras aparece Flecha. Un enamorado del adoquín que más de una vez nos ha hecho soñar. Que siendo un hombre nato para París-Roubaix se deja los cuernos cada año una semana antes en De Ronde y que nos regaló el primer podio de un ciclista español allí. Sin complejos frente a los ciclistas flamencos.
Necesitamos más Flechas, más apasionados de las piedras. Creemos que los tenemos, ahora, antes necesitaríamos un cambio de mentalidad que para, nuestra desgracia, parece ser que está demasiado lejos.
Y lo peor, como dices al final, es que no parece haber relevo. Los Luisle o Rojas, que parecían encaminados -y tienen condiciones- a poder centrarse en estas carreras todo indica a que no lo harán con dedicación plena.
Y por detrás parece que menos aún. Madrazo tiene clase, pero a saber. Y Herrada aún es ultrajoven como para saber qué aptitudes tiene… y menos con los frailes.
Herrada tiene buenas condiciones, pero Madrazo está mas capacitado para la montaña que para otra cosa.
Hugo, me refería a otro tipo de clásicas, no sólo a las de piedras. Ya le vimos dejarse ver Lombardía.
Pagaría por correr esas clásicas.