Por Amaia Lumbreras
Tan intenso es el recorrido de esta semana que otra vez nos ha entrado hambre en Cómete el Tour. Damos un salto enorme para caer en tierra firme. Volvemos al continente para saborear los platos más típicos y clásicos de Francia. ¡Apunta la receta!
Segunda Gastro-Etapa. Languedoc-Roussillon
Languedoc – Roussillon es una de las 27 regiones de Francia. Tierra de contrastes que se transmiten a su forma de vida y a su gastronomía. Esta parte del país seduce por su diversidad. Largas playas de fina arena en el Mediterráneo o rocosas montañas en los Pirineos. ¡Y todo ello bajo un sol casi permanente! ¿Qué más se puede pedir? Pues comer bien.
Ciudades como Carcassonne destacan no sólo por sus calles empedradas y medievales y el castillo que se alza entre numerosas llanuras de viñedos, sino por su sabrosa gastronomía. Desde las pequeñas creperies y las boulangeries para repostar tras la dura carrera de manera rápida, hasta las pequeñas joyas elaboradas que esconde esta región.
El plato estrella y el que debemos probar sí o sí es el Cassoulet. No apto para estómagos débiles. Esta bomba de relojería se asemeja bastante a nuestra fabada pero, para aligerar un poco la densidad de la judía, lleva pato estofado. Se hace en una cazuela de barro y tiene un toque final churruscado muy característico. Como era de esperar, y tratándose de un plato tradicional, en cada lugar lo elaboran de una manera distinta y tiene su propia ruta por la comarca para degustarlo.
¿Que no queremos judías con pato? Pues en esta zona interior siempre podemos quedarnos con otros deliciosos estofados de caza o los reconocidos caracoles a la Languedoc. Y como no podía ser de otra manera (¡señores, estamos en Francia!), todas estas recetas exigen un acompañamiento que nos ayude a digerir : un magnífico vino. No olvidemos que nos encontramos en tierra de vides. Algunos de los caldos franceses más populares son de las viñas de Languedoc – Roussillon. ¡Y como para no! Si ya hasta los griegos empezaron a aprovechares de las explotaciones vinícolas de la zona allá por el Siglo VIII a.C. Desde luego, dada sus características, esta es una de las regiones perfectas para perderse entre cata y cata de vino.
De todos modos no olvidemos que gran parte de las tierras de Languedoc – Roussillon limitan con el Mediterráneo; alimentos como el aceite de oliva, el ajo, la albahaca, las olorosas hierbas provenzales conforman la amalgama de sabores de esta tierra. Los más exquisitos moluscos como las ostras, los mejillones o las almejas harán las delicias de los paladares más selectos, por no hablar de los pescados llenos de sabor como el atún rojo, la dorada real o la lubina.
Desde luego que se le hace a uno la boca agua y dan ganas de hacer un alto en el camino. Y si aún nos queda sitio para más, no olvidemos que podemos cerrar el banquete con quesos de la región y deliciosos patés y mieles artesanales. ¡Qué comience el festín!
Un plato de Cassoulet en verano es una prueba merecedora de la medalla al valor.