Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí“. Este cuento de Augusto Monterroso es una pequeña genialidad que fue, hasta 2005, el más corto relato de la literatura española. Su éxito no se basa en lo escrito sino en la idea detrás de él: es posible contar una historia y despertar la imaginación con una frase. A eso hay que unirle el factor sorpresa hacia el lector llegándole como original y único.

Sin embargo no lo es, hay muchos microrrelatos y personalmente, tras leer un puñado de ellos resultan tediosos y acaban pareciéndome todos pretenciosos y vacíos. Incluso los mejores y más originales pasan rápido, olvidándose sin dejar poso. Por eso un microrrelato no puede llegar a la altura de una novela ni conseguir los mismos niveles de implicación emocional por parte del lector en la historia. Esa es la fuerza de una buena trama, con su planteamiento, su nudo y su desenlace. Lleva con nosotros desde el teatro griego y funciona tan bien como el primer día.

Con un deporte profesional que ya lleva mucho tiempo viviendo de ser un espectáculo de masas hay que tener siempre muy presente que es la trama, los personajes, sus aventuras y desventuras las que atrapan al espectador. Fútbol, Fórmula 1, baloncesto o ciclismo son solo diferentes formas de contar una historia, como si de versiones deportivas de la novela, el cine, el teatro o la ópera se tratase.

El deporte por sí solo no suele presentar demasiado atractivo, de ahí las diferencias de audiencia entre el Tour de Francia y el Dauphine. La competición llega a ser incluso prescindible tal y como demuestra el “pressing catch”: convertir competiciones legítimas en un espectáculo predeterminado lanzó su popularidad hasta ser conocido en todo el mundo.

Toda carrera ciclista debería tener su planteamiento, su nudo y su desenlace, especialmente las Grandes Vueltas por su duración. Una serie de corredores y favoritos que llegan a la carrera con objetivos y circunstancias diferentes, que luchan entre ellos en carrera mostrando sus particularidades, creando rivalidades o pasando de héroes a villanos, y un desenlace final que tiene relevancia y consecuencias para el futuro de todos los participantes.

¿Que historia nos contó La Vuelta 2012? El retorno del antiguo dominador (Contador) que, estando ausente, vio ascender a un nuevo “jefe” en el escalafón (‘Purito’). Luchando en recorrido enemigo, el hijo pródigo no tiraba nunca la toalla pese a ser derrotado en todas las batallas. Solo un movimiento táctico sorpresivo inclinó la balanza a su favor, demostrando que si bien su rival era fuerte se requiere algo más para ser el número uno.

Un argumento muy interesante. Sin embargo, fallos hubo muchos. El primero parte de Javier Guillén y su idea de que una Vuelta se compone de 21 historias diferentes que contar. Algo que va totalmente en contra del espíritu de las clasificaciones generales, ya que estas representan una única historia contada en 21 capítulos. Guillén visiona una Gran Vuelta como 21 episodios de Colombo en lugar de una temporada de Boardwalk Empire.

El segundo gran fallo es algo mucho más comentado, pues la carrera resultó repetitiva debido a un recorrido donde prácticamente solo se daba protagonismo al muro final de turno, alternándolo con alguna victoria de John Degenkolb.

Este es el camino que ha tomado Unipublic y esto es lo que se puede esperar para la presentación de la Vuelta a España 2013. Sin embargo, con la misma estructura de “capítulo cerrado” de Colombo hay series tan geniales como las primeras temporadas de House. Si hay que hacer una Vuelta a los Muros de España, que sea la mejor Vuelta a los Muros posible, pues desarrollando adecuadamente ese concepto se puede conseguir lo mejor de ambos mundos: etapas atractivas individualmente que conforman un todo mejor que la suma de las partes.

¿Cómo? De recorridos ya habrá tiempo para hablar largo y tendido, pero todo se sustenta en unas nociones básicas. La primera es la variedad, tiene que haber algo de todo y para todos. De la mano de la variedad llega el equilibrio, cada ingrediente tiene que estar en su justa medida. Y por último queda la concepción global del recorrido más allá de cada etapa. Si sobre estas premisas se usa el componente “muro” como una especia que potencia diferentes platos, el resultado nunca puede ser malo.

Ni siquiera esta última premisa se cumplió esta pasada edición. El mismo Guillén reconoció que solo caen en la cuenta del número de finales en alto de la carrera una vez han diseñado cada etapa. Y para rematar el “muro” no fue un condimento en la carrera, más bien parecía comer curry a cucharadas. El 12 de enero en Vigo veremos si La Vuelta 2013 supone algún ajuste en el modelo.

Eugenio González