La inmensa parroquia flamenca, Lars van der Haar, Thijs van Amerongen, incluso en las últimas fechas Aurélien Duval y Julien Taramarcaz forman la élite actual del ciclocross que se bate habitualmente el cobre en suelo belga: Superprestige y BPost Bank Trofee son testigos de sus devaneos y luchas sobre praderas infestadas de barro. Son todos los que están pero, ¿están todos los que son? Para desgracia para quienes seguimos regularmente las retransmisiones de Sporza y Vier, no.

Francis Mourey (Chazot, 1980) maneja a su antojo el calendario francés. Y el suizo. En definitiva, es el gran dominador del ciclocross más allá de las ‘tres grandes’. Lo lleva siendo toda una década, en la que el maillot bleu-blanc-rouge se convirtió en su segunda piel y el triunfo en un amigo inseparable al que ha abrazado en más de ochenta ocasiones. Victorias que hasta el momento se mantienen fieles pese al inexorable paso del tiempo, como demuestra la impecable hoja de resultados que presenta en los dos primeros meses de campaña, en la que ha alcanzado el primer puesto en las seis citas en las que se ha dado cita hasta la fecha sin la muchedumbre belga flanqueándole en la parrilla: Baden, Aigle, Saverne, Marle, Frenkendorf y Besançon.

Mourey en Saverne (Challenge de la France 2012)

Duval arrebató a Mourey el campeonato nacional el pasado enero, pero no el ‘número 1′

Y aunque dentro del país de los cómics la vida no es tan de color de rosa, el galo no es ni mucho menos un convidado de piedra entre los grandes gallos. Difícilmente lo puede ser el poseedor de un bronce mundialista que, siempre con la calculadora en la mano, usa su fuerza como habitual azote de quien arribe a los últimos metros con más alma que piernas. Una forma de correr que en circuitos sencillos le ha dado un gran rédito a todos los niveles y de la que se podría esperar una posible alternativa al binomio establecido desde el comienzo del otoño, pero el francés apenas se deja ver entre los grandes gallos salvo en la citas de la Copa del Mundo.

Por suerte para él, la razón por la que no acude con asiduidad a estas citas no es por falta de ayudas económicas, como es el caso del cada vez más competitivo Aitor Hernández, sino que sus ausencias en las clasificaciones belgas se deben a los largos desplazamientos a cubrir en coche desde su residencia de prealpina (mayores si cabe al compararlos a los ‘paseos’ camino a los radquer helvéticos) y, sobre todo, a la ‘obligación’ por parte de Mourey de disputar las tres pruebas de la Challenge de la France Cycliste, campeonato de tres carreras organizado por una federación gala que quiere en sus líneas de salida a todos los grandes nombres de su panorama invernal, entre los que el heptacampeón nacional no es obviamente ninguna excepción.

Un calendario menos exigente pero igualmente cargado, que le permite (gracias a los puntos que atesora) salir en primera fila en el puñado de huecos existentes para batirse de tú a tú a sus vecinos del norte, como en las dos próximas citas de la Copa del Mundo en las arenosas dunas de Koksijde y en el legendario velódromo de Roubaix. Mientras tanto, Mourey seguirá siendo la testa del pequeño ratón de competiciones al margen de gigantesco león flandrien.