En Cobbles & Hills somos unos cuantos, por lo que es bastante habitual que en ocasiones haya opiniones totalmente opuestas, aunque no os lo creáis incluso ha habido alguno que no incluyó a Andy Schleck entre las cinco decepciones del año. El caso es que para que los catorce que hemos votado, cada uno con sus filias y fobias, estemos de acuerdo en nombrar a Bradley Wiggins como mejor corredor de 2012, es que el británico nacido en Gante ha tenido que hacer una temporada para enmarcar.

Se podría resumir rápidamente su año en que ha ganado todo aquello que se ha propuesto. Pocas han sido las carreras que el de Sky no ha tiranizado con su aplastante superioridad contra el cronometro. Una de ellas fue en su estreno en Algarve, aunque cualquiera firmaría empezar la temporada ganando una contrarreloj y siendo tercero de la general. En Paris Niza ya empezaría lo serio. Solo la lluvia le arrebató la victoria en la primera etapa, fue capaz de aguantar con los mejores en la subida a Mende y en el regreso de la cronoescalada al Col d’Eze, aunque por un estrecho margen respecto a Westra, consiguió la victoria de etapa y el triunfo en la general. Primer objetivo del año conseguido.

Tras abandonar la Volta el famoso día de la nieve no volvería a aparecer hasta un mes después en Romandía. Viéndolo ahora con perspectiva probablemente no estuviese muy en forma, pero un recorrido sin alta montaña y dos contrarrelojes le venía como anillo al dedo. Y así pasó, se llevo la carrera gracias a la última contrarreloj que también ganó y nos dejó su única victoria en una etapa en línea en un caótico sprint cuesta abajo. En Dauphine, antesala del Tour, volvió a repetir la operación del año anterior cuando también venció, marcó diferencias en la contrarreloj, en la cual arrasó, y aguantó sin grandes apuros en la etapa reina subiendo el Joux Plane con un equipo que inspiraba terror para el gran objetivo del año, el Tour.

Con lo mostrado a lo largo de los meses anteriores se plantaba en la salida de la carrera francesa como favorito numero uno. No era para menos, el Tour volvía a recuperar dos contrarrelojes largas, contaba con el mejor equipo del pelotón y como se mostraría días después, el único que podría poner en duda su victoria trabajaba para él. Mucho se ha hablado de que si Froome estuviese en otro equipo o hubiese tenido libertad la cosa hubiera cambiado mucho. ¿Quién sabe? Lo que si es seguro es que entre las contrarrelojes – ganó las dos largas – y la pérdida de tiempo del keniano el día de Seraing la diferencia entre ambos era de casi tres minutos y medio. ¿Suficiente para que Froome le diese la vuelta en la montaña? Servidor cree que no. Lo que si es seguro es que fue dominador contra el reloj y sólo su compañero de equipo mostró ser mejor que él cuesta arriba. En conclusión, un digno primer británico campeón del Tour.

Foto: Graham Watson

Y como británico que es, seguro que casi, o la misma ilusión que ganar la Grand Boucle, le hizo colgarse la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres. Ya se había colgado seis medallas olímpicas, tres de ellas de oro, en su periplo por el velódromo donde dominaba con mano de hierro, pero conseguirlo en la ruta donde ni mucho menos hay tanta tradición en las islas, lo eleva a la categoría de mito de este deporte en su país. Con su victoria en la prueba contrarreloj olímpica conseguía su duodécima victoria del año y séptima en esta especialidad donde se ha descubierto como el mejor de la temporada. Tras esto se dejaría ver en la Vuelta a Gran Bretaña y la carrera en ruta del mundial sin acabar ninguna, pero poco importa esto porque desde meses atrás ya tenía asegurada una matricula de honor bien merecida.