Courchevel en 2005 y Plumelec en 2008, son las únicas muescas de Alejandro Valverde en el Tour. La carrera francesa, objetivo casi penitente del murciano, ha sido el maná de los grandes corredores españoles a lo largo de la historia -salvo algún caso aislado como los de Miguel Poblet u Óscar Freire-, y Valverde, como parte de esa estirpe, aunque no de ese tipo de corredor, no ha querido ser menos. Su debut fue agridulce; batió a Lance Armstrong en Courchevel, para luego verse forzado a abandonar la carrera por unos problemas de rodilla. En 2006, una caída en la 3ª etapa, entre Esch sur Alzette y Valkenburg, a 17 km. de meta le fracturó la clavícula derecha. También abandonó. En el prólogo de Strasbourg acabó 5º. Estaba en plena forma.

Un año más tarde, en 2007, consiguió acabar la carrera; pero un 6º puesto final, y el hecho de buscar la victoria de etapa siendo ofensivo (en las etapas alpinas -Tignes y Besançon- sobre todo), no colmaron para nada sus intenciones en Francia. Otra vez. Pero llegó 2008 y con éste su dominio total en los uphill-finish. Paris-Camembert, Liège-Bastogne-Liège, Privas en el Dauphiné y luego Plumelec (Côte de Cadoudal) le propusieron como mejor esprínter en cuesta. El Tour y su amarillo le aliviaron por fin. Los devaneos mentales de Riccardo Riccò le dieron a Valverde una muesca con asterisco; su segundo puesto en Super Besse le terminó regalando, meses después, una victoria no conseguida en la carretera.

Valverde Tour 2012

Un 8º puesto final, fruto sobre todo de sus malas cronos y su mal día en Tourmalet y Hautacam, le volvieron a dejar insatisfecho en el Tour. Éste, objetivo auspiciado por una estructura y un país que le dicen que vaya a un lado, cuando debería ir a otro, le reportó además un sinsabor inigualable; pagar por los pecados del pasado fue lo que le sucedió al pasar un control del CONI en Prato Nevoso. Ese día curiosamente, fue el mejor de los líderes tras el a la postre vencedor de la carrera, Carlos Sastre. Pero ya daba igual; su irregularidad le había vuelto a lastrar en un tipo de carrera donde hay que serlo.

Los 87,5 kilómetros que se transitaron en 2009 por el Vall d’Aoste (Italia), entre que se coronaba el Col du Grand-Saint-Bernard y el Col du Petit-Saint-Bernard, dejaron a Valverde sin Tour. El CONI le había hecho efectiva una sanción a resultas del control en Prato Nevoso, y el macheo de éste con las bolsas de la Operación Puerto. Se tuvo que conformar con la Vuelta, la cual ganó, demostrando al menos que, aunque su perfil de corredor no es el de un vueltómano, su clase y talento le llegaron a permitir conseguir su primera gran ronda por etapas. 2010 y 2011, tras confirmarse ante el TAS su sanción, los vivió sin ciclismo. Pero entrenando y exprimiéndose cada día en la carretera.

Su vuelta comenzó bien. Las lágrimas en Old Willunga, en la reina del Tour Down Under, liberaron una tensión que llevaba acumulando desde 2006. La redención es necesaria, y el murciano lo fue consiguiendo allí, en Andalucía y más tarde en la Paris-Niza. Había cumplido su pena, merecida en tanto en cuanto se había demostrado que había hecho cosas mal, y todo lo que le quedaba por delante era disfrutar del ciclismo. Lo hizo hasta la Volta a Catalunya, donde una caída y posteriores secuelas le lastraron físicamente y, más tarde, mentalmente.

Las ganas de volver no se le han correspondido con suerte, ni en la primavera ciclista ni en el Tour, y la presión terminó derivando en bloqueo. Las caídas y los pinchazos, a pesar de no parecer estar en el mejor estado, le han ido quitando oportunidades en la Grande Bouclé. Pero todavía tiene una; los Pirineos son la última parada para encontrar el éxito. Que cierre el círculo, que consiga su victoria, que lo haga a lo grande, que justifique el Tour para su equipo, y que consiga una victoria en una carrera a la que siempre debe acudir.