Para ser ciudad de salida o llegada de una Gran Vuelta, son varias las circunstancias que se tienen que dar; que haya interés por parte de la localidad, que haya también dinero (es un objetivo de publicidad y promoción), que la carrera quiera, pero también pueda conseguir que su diseño de recorrido pase por dicha ciudad, y consiga modificar o cuadrar todas las peticiones para formalizarlo. Hacer una Gran Vuelta no es fácil. Es algo que genera debate, por lo que son muchas las variantes en la opinión pública que varían los argumentos a favor de un recorrido u otro.

Este año dos de las tres rondas por etapas de tres semanas, el Giro de Italia y el Tour de Francia, eligieron una ciudad fuera de sus fronteras como inicio. El Giro, el último diseño de la era Zomegnan, se fue hasta Herning, Dinamarca, en una decisión cuanto menos cuestionable en lo práctico; el primer día de descanso tuvo que venir tras solo 4 días de carrera. El Tour, en cambio, ha sido más conservador y eligió como grand départ la ciudad belga de Lieja, capital de la provincia del mismo nombre. Tradición ciclista, localización con muchas posibles variantes de destino… y un hito histórico conseguido gracias a todo lo anterior.

Lieja es la única ciudad de la historia en albergar un final de etapa en las tres Grandes Vueltas por etapas del calendario ciclista. Este dato, una anécdota, no es sino la constatación del compromiso innato e imperecedero de un país con un deporte; Bélgica es ciclismo, y el ciclismo, en muchos momentos del año, es Bélgica.

El Tour ha cerrado etapa en Lieja hasta en 9 ocasiones (pero en 8 ediciones; en el 65 repitió con dos sectores -en línea venció Rik Van Looy y en crono, Cees Lute-). En 1948 (Gino Bartali), 1950 (Adolfo Leoni) y 1953 (Fritz Schär) se salió de Metz para llegar hasta la ciudad que alberga La Doyenne. En el 56 se salió de Reims para concluir con victoria de André Darrigade, y 29 años más tarde vería una de las grandes exhibiciones en la historia de la Grande Boucle con Johann Bruyneel pasando en el sprint a un desatado Miguel Indurain, que en las cotas de la Liège-Bastogne-Liège puso en jaque a un pelotón que no pudo darle caza en varias decenas de kilómetros. En 2004 (victoria de Fabian Cancellara) y en la presente edición habrán sido protagonistas dos prólogos que regalarán a especialistas contra el crono el primer amarillo del Tour.

La Vuelta a España, lógicamente, solo ha visto cómo su caravana ha avanzado una vez en tierras belgas. Fue en 2009, año de la victoria de Alejandro Valverde, y partiendo desde Venlo (Países Bajos), y tras una caída masiva a la entrada de Lieja, vio como Andre Greipel se llevó la etapa por delante del desaparecido Wouter Weylandt. La presencia de la Corsa Rosa en Lieja, sin embargo, tiene un asterisco, y es que la llegada de ésta (2002) a la ciudad que baña el Meuse tuvo lugar en Ans -llegada también de la clásica ciclista del cuarto domingo de abril-, donde venció sobre los pedales Stefano Garzelli. Luego sería desposeído de dicha victoria por un positivo por Probenecide, y la victoria se le otorgaría a ‘Cecco’ Casagrande. Ans no es Lieja, pero bien es cierto que el apoyo de la Provincia de Lieja es constatable.

Si este asterisco no nos vale para mostrar lo importante que es Lieja para el ciclismo (¡vaya boutade!), sí debería serlo el destacar que es la única ciudad que ha visto cómo por sus calles han pasado las tres Grandes Vueltas, un Monumento del ciclismo y un Mundial en ruta, en 1930. Lieja, historia del ciclismo.