En el deporte y en la vida, para medir la grandeza de un éxito se pueden usar muy diversos parámetros. Hay quien ponderará el momento en el que se logra, el imponerse cuando los nervios atenazan y el resto de los mortales se achican. La calidad de los adversarios también cuenta. Y por supuesto han de ser valorados los riesgos asumidos en el camino hacia el triunfo. Si alzas los brazos el día D, ante gigantes, y sin haber siquiera valorado especular para ahorrar una gota de lo que tenías dentro, chico, has hecho historia.

Fabian Cancellara hizo historia dos veces en apenas siete días. Su gesta es tan excepcional como que solo la comparten otros nueve ciclistas, pero no se puede decir que haya arrastrado a la ruina a las casas de apuestas. Desde que en Harelbeke dejase tirados a Boonen y Flecha, sus adversarios más fuertes en la campaña del adoquín, con una potencia inusitada a un kilómetro de la meta, aparecía más allá de toda duda razonable como el favorito número uno. en los dos Monumentos de piedras. Sin embargo, Boonen también parecía en el mejor momento de su carrera, y Flecha había ganado por primera vez una clásica belga en su nuevo equipo, amén que tampoco era descartable que alguien, como Devolder en las dos ediciones anteriores, se aprovechase del marcaje de los favoritos. No, no aparentaba ser un juego de niños.

Cuando De Ronde empezó a ponerse seria, las cosas pintaban muy bien para el Saxo Bank de Cancellara. Su compañero Matti Breschel se mostraba como el más fuerte en las subidas y Quick-Step no era el rodillo al servicio de Boonen de las últimas temporadas. Ni siquiera del factor Devolder quedaba más que un vago recuerdo. Pero hete aquí que los problemas mecánicos eliminaron al danés que daba a Cancellara la ventaja táctica y la partida se quedó en un mano a mano entre los dos reyes, tablas en el ajedrez, donde no hay un Kapelmuur en el que arreglar cuentas.

En la capilla cientos de locos por el ciclismo esperaban al maillot belga en solitario, y lo vieron… detrás del suizo. Cancellara, sin levantar su enorme trasero del sillín había pasado al frente ante la impotencia de Boonen, que tampoco escatimaba esfuerzos. Golpe moral a 15 kilómetros para la meta, una distancia suficiente para recuperarse y reestablecer el contacto, siempre que no persigas a Don Fabian. Los segundos iban cayendo, inexorables, a favor del suizo, pese a la titánica lucha de Boonen que mereció mayor gloria. Una grandiosa lucha, pero sin tiempo a ser saboreada.

Cancellara Flandes De Ronde Roubaix

Porque una semana después, en el Infierno del Norte, Boonen tenía la oportunidad de redimirse. Y se le vio decidido a ello, entrando como un búfalo desbocado en los tramos de pavés provocando el pánico a su paso. Pero tras uno de estos alardes de fuerza, por la carretera bien asfaltada, Boonen decidió descansar. Se fue a cola de un grupo ya reducido, relajó las piernas mientras, en cabeza, Cancellara enchufaba el motor a reacción, sigilosamente, pero consiguiendo los metros de ventaja que, en su caso, suelen ser sinónimo de victoria. Y es que, cuando abre gas, la máquina de Fabian es inalcanzable, mucho más si los que le persiguen tienen más miedo que vergüenza, pero ese es otro tema a tratar en otra ocasión.

Cuando alcanzó triunfante la meta en el velódromo de Roubaix no aparentaba el esfuerzo que requieren más de 50 kilómetros llanos, aderezados con adoquín, en solitario y poniendo tierra de por medio ante los mejores especialistas del momento. Era más la emoción que le embargaba la que le impedía articular palabra. Sonrió, y tras un momento entrañable con su esposa, se sentó a meditar cual sería su próxima gesta. Porque este animal no se marca objetivos, los consigue. Y el ciclismo se lo agradece.

Alejandro Menéndez