Este artículo quiere analizar la evolución de las Grandes Vueltas y su dificultad global y relativa con el paso de los años desde 1950. Pero antes de eso, para ponernos en contexto y ejemplificar los conceptos usados, hablaremos de alpinismo.
Introducción alpinística
1950 es, casualmente, el mismo año en el que Maurice Herzog y Louis Lachenal realizaron la primera ascensión en la historia a una cumbre de más de 8.000 metros, el Annapurna*. Tres años después, Tenzing Norgay y Edmund Hillary conquistaban el techo del mundo, los 8848 metros del Monte Everest. Y precisamente es la historia del Everest la que utilizaremos como metáfora.
Durante los primeros años 20 se realizaron las primeras expediciones británicas para conquistar el Everest, culminando con el último intento de Mallory e Irvine en 1924 donde perdieron al vida, persiguiendo lo que por entonces era prácticamente (o directamente) un imposible con medios muy rudimentarios (equipos de oxígeno de 15 kg, chaquetas de lana o bolsos de cuero). Saltamos a 1953 y ese imposible se convierte en realidad con la hazaña de Hillary y Norgay… “facilitada” en parte por el gran avance técnico en las botellas de oxígeno y equipo de escalada.
Pero aun así ese equipo seguía siendo poco adecuado, lo que hace más impresionante aun que superaran por ejemplo la pared de roca del escalón Hillary 90 m por debajo de la cumbre sin usar cuerdas fijas. Pero en 1960, una expedición china atornilló una escalera a la roca que, junto con cuerdas fijas, se usa desde entonces para superar esta dificultad. Seguimos adelantando el reloj de la historia para aterrizar en 1980, cuando una expedición polaca realiza la primera ascensión al Everest… ¡en invierno! Y otras muchas hazañas más se han realizado en estos tiempos: subidas por caras mucho más complicadas, en estilo alpino, sin oxígeno, en solitario, etc.
El último salto en el tiempo lo damos hasta hoy en día, cuando incluso se mandan tweets publicitarios desde la cima de la montaña con un móvil para anunciar la 9ª cumbre personal. Y esto es solo un dato anecdótico que ejemplifica el circo del Everest. Por donde no pasó nadie hasta 1953, hoy se hace cola para subir. Se realizan cada año desde 300 hasta más de 600 ascensiones a la montaña. Subir a la cima del mundo está ya al alcance de prácticamente cualquiera que tenga dinero para pagar una expedición que haga todo el trabajo por él y le facilite la ascensión hasta puntos insospechados (y que quiera jugarse la vida, claro).
En definitiva, lo que hace 30, 40 o 50 años suponía un reto de primerísimo nivel hoy ya no lo es, lo que lleva a los mejores alpinistas a prescindir de grandes ayudas técnicas, botellas de oxígeno, cuerdas fijas… para así acercarse lo más posible al espíritu aventurero y al nivel de exigencia del alpinismo de hace años.
Si trasladamos esto al ciclismo vemos un patrón similar. En 1950 el Tour de Francia era una aventura terrible, un reto físico de primer nivel que producía grandísimas diferencias, donde puertos que hoy en día puede pasar casi todo un pelotón destrozaban totalmente la carrera con los corredores luchando en solitario, lo que elevaba a los “esforzados de la ruta” a categoría de héroes, de superhombres. Hoy en día esa visión casi ha desaparecido, los colosos modernos (Angliru, Zoncolan…) son, contextualizados en su época, menos exigentes para los corredores que aquellos puertos de los 50.
¿Y como se explica todo esto? Pues, al igual que el Everest, por el paso del tiempo y las evoluciones tecnológicas como las mejores carreteras, bicicletas modernas y ligeras con desarrollos que se adaptan a cualquier situación, mejoras en la alimentación, en la tecnología (pulsómetros, potenciómetros) y los métodos de entrenamiento, en la biomecánica (altas cadencias de pedaleo, técnica de pedaleo, aerodinámica…) o la recuperación y cuidados médicos (masajes, recuperadores…).
Creemos que los paralelísmos que intentamos trazar son evidentes: la dificultad relativa de las cosas (una montaña, un puerto, una etapa) disminuye con el tiempo. Sin embargo, ¿que ocurre con la dificultad absoluta?. El Everest sigue siendo la misma montaña, con las mismas paredes de roca y hielo y los mismo 8848 metros de altitud. Pero… ¿mantienen las Grandes Vueltas similar dificultad absoluta? Como veremos a continuación, en algunos aspectos no.
Los datos
Los diferentes datos recopilados de las tres GT desde 1950 hasta 2011 se pueden encontrar en esta hoja de cálculo. Estos datos en bruto los analizaremos gracias a algunas tablas y gráficas:
La primero que podemos observar es que el Tour es la carrera más larga con casi 4000 km de media por edición, seguida del Giro con 226 km menos y, descolgada del resto está La Vuelta a 714 km de la carrera francesa. Obviamente lo mismo se observa si medimos cuan larga es la carrera en tiempo, donde el Tour supera las 108 horas de media, el Giro está a 7 h 44 min y mucho más lejos La Vuelta.
Analizando la distancia media por etapa (incluyendo contrarrelojes y prólogos), el Tour tiene también las jornadas más largas acercándose a los 180 km, por detrás el Giro con 176 y por último La Vuelta cerca de 169.
En esta gráfica comprobamos la evolución en el tiempo de la distancia total de las GT. Siguiendo la evolución del Tour de Francia vemos como ha ido decayendo progresivamente en el tiempo desde los cerca de 5000 km de los primeros 50 hasta los 3500 km sobre los que se mueve actualmente. El Giro de Italia ha seguido una evolución muy similar desde 1971, Por último tenemos a La Vuelta, que ha sido casi de continuo la más corta, en algunas ocasiones con mucha diferencia frente a sus dos rivales.
Como era de esperar, el tiempo total del ganador sigue un desarrollo casi paralelo al de la distancia total… aunque el descenso de la duración de la carrera medida en tiempo es más acusado por la mayor velocidad media, con lo que la duración real de la carrera disminuye todavía más.
Viendo la evolución de la velocidad media de las tres carreras vemos como es muy similar y se ha ido incrementando lentamente pero de forma clara, desde los más o menos 35 km/h que conseguían los ganadores en los años 50 hasta los aproximadamente 40 km/h que logran hoy en día.
Esta gráfica muestra como históricamente el Tour ha sido la carrera más larga también respecto al número de etapas, con un máximo de 26 en 1987 y un mínimo de 21 actualmente. Por su parte el Giro ha tenido números similares a los de hoy en día.. La Vuelta ha tenido un fuerte hándicap con sus dos competidoras en el número de etapas ya que hasta 1985 siempre tuvo 19 etapas o menos.
En esta gráfica mostramos la evolución anual de la distancia media por etapa en cada edición (contando contrarrelojes y dobles sectores). El descenso que se ha ido produciendo con los años no es exagerado pero sí apreciable, y nos ha llevado a etapas cortas y una mayor homogenización en la actualidad.
Conclusiones
- Hay una correlación entre el prestigio histórico de cada Gran Vuelta y la duración de la misma, ya sea medida en distancia, tiempo o nº de etapas. Podemos presumir que el prestigio actual de estas carreras viene de la herencia histórica de los años 50, 60 o 70: el Tour se mantiene como la carrera más importante del mundo, el Giro ha vivido muchos años de su gloria pasada (aunque lo ha corregido últimamente) y La Vuelta lucha continuamente por ganar el terreno que perdió hace años.
- Las Grandes Vueltas se han ido igualando a la baja y en general se ha producido una homogeneización de las carreras haciéndolas muy similares, con sus pros y sus contras.
- La dificultad absoluta de las Grandes Vueltas hoy en día es menor que en el pasado si nos atenemos a criterios de distancia y tiempo empleado.
- La dificultad relativa de las Grandes Vueltas ha caído de manera constante y se encuentra en sus mínimos. La evolución tecnológica y física de los corredores y su entorno hacen que comparativamente para un corredor actual una GT sea mucho menos exigente hoy que en 1950 o 1970. Aunque sigue siendo un deporte duro, parece evidente que el ciclismo profesional se ha suavizado con los años.
- La distancia media de las etapas ha ido disminuyendo poco a poco. Esta disminución en la distancia de las etapas no se corresponde con épocas donde destaque el ciclismo ofensivo y espectacular, más bien al contrario.
- Si se quieren recuperar los años gloriosos del ciclismo, donde a los ciclistas se les reverenciaba como héroes, quizá sería buena idea recuperar al menos en parte el nivel de exigencia de hace unos años, y evitar que el ciclismo siga suavizándose con el paso del tiempo. Y no hace falta retrotraerse a los 50, podría valer con acercarse a los niveles de dureza relativa de los años 70 y 80, además de aplicar otras medidas que favorecieran el espectáculo, como reducir el nº de corredores por equipo, eliminar o modificar el uso de los “pinganillos”, cambiando el concepto de los recorridos.
Eugenio González
*Las siguientes partes del documental son: III – IV – V – VI – VII – VIII – IX – X
Fuentes de los datos: Bikeraceinfo.com, LaVuelta.es, LeTour.fr y Wikipedia.org
Tu idea de aumentar la dificultad es un poco antagónica al hecho (quizás más trascendental) que supone el dopaje. A mayor dificultad más trampas se han realizado des de los propios inicios, y quizás sería más lógico hacer pruebas con límites humanos, no límites estratoféricos tan solo al alcance de los equipos con mejores “medios”.