Decir “segundo domingo de abril” es inevitablemente decir París-Roubaix. Piedras. Emoción. Épica. Historia. Ciclismo. Todas esas palabras son por méritos propios sinónimo de Roger de Vlaeminck. Sus 11 victorias en Monumentos en años de Eddy Merckx, Jan Raas, Walter Godefroot, Felice Gimondi, Piet van Katwijk, Francesco Moser, Fons de Wolf y Bernard Hinault entre otros, hacen que El Gitano (1947) necesite poca presentación. Quien más quien menos sabe que Roger de Vlaeminck fue uno de los mejores ciclistas de la historia, y es vox populi que tuvo una especial romance con la París-Roubaix. Sólo un breve apunte que nos dé una idea de la dimensión de su performance en El Infierno del Norte: 13 participaciones. Cuatro victorias, cuatro segundos puestos y un tercero. En su primer año en profesionales, quinto. En la temporada de su retirada, sexto. Antes, su peor resultado: dos séptimos puestos.
Pero que De Vlaeminck es Míster París-Roubaix también es por todos conocido. Lo que no todo aficionado al ciclismo conoce es que sus cuatro victorias pudieron ir más allá. “Claro, aunque seas el mejor puedes tener un día en el que no andas super…”. No va por ahí. “Ya se sabe que en esas pruebas el factor suerte es una parte muy importante; si no juega a tu favor…”. No, por ahí tampoco va. Simple y llanamente, si Roger de Vlaeminck hubiese querido, hubiese ganado otras dos ediciones más. Como mínimo.
En 1977, año en el que De Vlaeminck ganaría su único Tour de Flandes y también la que a la postre sería su última París-Roubaix, la situación personal del Gitano cambió drásticamente. Lo que seguramente nadie podía suponer es que eso iba a influir tanto en su carrera. Comenzó los trámites de separación con la que hasta entonces era su mujer. Por lo visto, Roger no sólo tuvo un idilio con El Infierno del Norte. Su mujer lo desplumó en el divorcio. Roger tuvo que irse a vivir con su hermano Erik, también ciclista de postín, y empezar una nueva vida. Se vio obligado incluso a cambiar de equipo.
Y recaló en el Sansón-Colombus. El equipo de Francesco Moser. De Vlaeminck llega en un gran momento de forma después del invierno más ajetreado de su vida, y es el máximo favorito para ganar en el velódromo más famoso del ciclismo en ruta después de haberse apuntado el primer monumento del año, la Milano-Sanremo, La Clasiccisima. El equipo ha controlado y De Vlaeminck ha hecho la primera selección. A 40 kilómetros de meta, Roger se acerca al coche a por agua y un par de geles. Las instrucciones que recibe son claras. “Que gane Cesco, eh”. Cuando El Gitano quiso replicar, la respuesta fue inmediata. “Somos el único equipo que puede pagarte lo que pides”. De Vlaeminck no dijo nada más. Roger fue el gregario perfecto. A falta de 20 kilómetros, Moser lanzó su ataque. Y se fue. Porque De Vlaeminck se lo permitió. El belga simplemente salió a rueda de todos los que intentaron ir a por Moser. Y ya en Roubaix, fue segundo con amplio margen, demostrando su superioridad hasta cuando no le dejaron.
Un año después, en 1979, ya se había decidido que El Gitano debía pasar una pensión a la que ya era su ex-mujer. Su separación no fue precisamente amistosa, y De Vlaeminck no estaba dispuesto a pagar. Esta vez, motu proprio, para no llevarse el dinero de la victoria, decidió no intentar cazar después de sufrir un pinchazo a la salida del Carrefour de l’Arbre. Eso sí, volvió a ser segundo en el velódromo. En 1980, tras cansarse de correr para no ganar, decidió directamente no presentarse en la salida de Compiegne.
Roger de Vlaeminck está, y estará siempre, en la Historia del ciclismo. Sus cuatro victorias en La Clásica de las Clásicas, récord que Tom Boonen puede igualar este fin de semana, son una de las mayores gestas deportivas de todos los tiempos. Esta es la historia del Gitano, que un día entró segundo sin ser derrotado. Que los que no vivieron la historia, la conozcan. Y que quienes lo recuerdan, lo transmitan, para ampliar hasta donde se merece la gloria de uno de los protagonistas más grandes de este deporte.
Excelente artículo. Me ha gustado aprender más cosas de Vlaeminck. SI me permites una observación, creo que hay un error en el artículo. Cuando se refiere a que De Vlaeminck bajó a por el coche “a por un par de geles”. Bajaría a por comida o como mucho a por una pastilla de glucosa, pero los geles son mucho más modernos, de principios de los 90.
Un saludo
Tienes razón. No sé dónde leí eso, pero es evidente que no puede ser. Gracias por la corrección
Felicidades; muy buen artículo, yo desconocía este pseudo-marujeo sobre Monsieur Paris-Roubaix, es muy plausible que todos estos líos influyeran en su rendimiento.
Fantástico, sublime, genial artículo. Muchísimas gracias