Hace un año, la Volta a Catalunya cumplió 100 años con un sabor agridulce. La alegría por la efeméride, la cuarta carrera por etapas del mundo en llegar a ella, se mezclaba con la decepción de la organización por no poder conseguir que la carrera se viese en directo por televisión y de la afición por un recorrido monótono, sin más aliciente que una desierta llegada en alto en Andorra. Incluso la gran participación reunida, con victoria de Alberto Contador, quedó ensombrecida por el circo mediático que se montó en El Vendrell el día que la UCI anunció su intención de recurrir la absolución que la RFEC le había dado al ciclista madrileño.
Tampoco la falta de apoyos económicos más allá de la ayuda del dinero público de la Generalitat, sin perspectivas de mejora en el futuro, hacia presagiar el mejor futuro para una prueba histórica. Pero Rubén Peris y su equipo de voluntarios de la sección ciclista de la Unió Esportiva Sants parecen haber superado los obstáculos y están sacando adelante una nueva edición -la que hará 92- consiguiendo aquello que para el centenario había sido imposible. Parece un milagro. Al anuncio de hace unos meses que Teledeporte y Esport 3 retransmitirán la carrera en directo, ahora hay que añadirle la presentación de un recorrido atractivo, a la altura de una carrera que en la última semana de marzo parece haber encontrado un calendario idóneo para lucir un cartel a la altura de su historia.
Con solo una etapa, la de Badalona –quizá dos, contando el primer día en Calella–, claramente para velocistas, la organización ha apostado por aprovechar las infinitas posibilidades que ofrece el quebrado relieve de Catalunya para incluir dificultades montañosas cercanas a metas en el resto de etapas. Entre ellas destaca una gran jornada de alta montaña el tercer día camino de la exigente subida a la estación de esquí de Port Ainé (19 kms al 6,3% de media) previo paso por clásicos del Pirineo catalán como la Collada de Tosses y el Port del Cantó, seguramente la etapa de montaña más dura a estas alturas de la temporada –solo el final de la Tirreno en Prati di Tivo se acerca a ese nivel de exigencia.

El perfil de la etapa reina, más de 200 kilómetros entre La Vall d'en Bas y Port Ainé
El resto de días, un excelente surtido de media montaña, que a estas alturas de temporada debería proporcionar un excelente espectáculo. Puertos como Els Àngels, Paumeres, Montserrat o Santa Creu d’Olorda+Tibidabo deberían provocar finales -de más de 20 kms- muy movidos en Girona, Ascó, Manresa y Barcelona -esta vez con un final en la parte alta de la ciudad, evitando el centro ocupado ese domingo por el maratón, que acerca la montaña a la meta.
Solo un pero. La ausencia total de contrarreloj probablemente le da demasiado peso a la etapa de alta montaña en el computo de una carrera dónde rodadores y sprinters –la mayoría haciendo la campaña del Norte, también es cierto– lo tendrán complicado para brillar. Seguramente la dificultad logística que implica montar una CRI haya pesado en la decisión de prescindir de ella, aunque la multitud de finales nerviosos hasta el último día probablemente minimice este defecto a la hora de dar emoción e interés a la carrera. Una carrera que lo ha puesto todo para dar un paso adelante y recuperar el prestigio que le corresponde a su historia. Que así sea.
Y que como este, sigan cayendo más textos. Buen artículo, midiendo la dificultad del año pasado con el gran resultado previo (esperemos que al final también) a la carrera.
Qué bueno es verte por aquí de vez en cuando, Jordi.