En su madurez ciclista Evans ha conseguido por fin el gran premio, ese por el que llevaba años luchando con mejor o peor fortuna. Su carrera como ciclista daría para película de Hollywood, con su paso del MTB a la carretera, su liderato y posterior hundimiento en el Giro del 2002, los dos años perdidos en el Telekom, el Tour de 2008 perdido ante Sastre, el mundial de Mendrisio, la muerte el año pasado de su entrenador y amigo Aldo Sassi. Fue ese arcoiris en Mendrisio el que le convirtió en el corredor que ahora es, y el que le ha permitido vestir finalmente el jaune en los Campos Elíseos después de tantos años de ver cómo era otro el que subía al primer escalón.

Cadel empezaba el año como líder indiscutible del BMC y con la ilusión intacta de que este podía ser su año en el Tour, a pesar de que después de sus fracasos en la ronda gala (especialmente las dos últimas ediciones, en las que acabó totalmente hundido en la clasificación general) entre los aficionados nadie le citase como un contendiente real por la victoria. Empezó su año más tarde que de costumbre, en la strade bianche de la Toscana y permaneciendo en Italia disputó la Tirreno-Adriático, donde merced a su regularidad y su victoria en la sexta etapa acabó llevándose la general por delante de Gesink y Scarponi.

Acto seguido disputó la Volta, donde consiguió otro puesto de honor aunque lejos de la victoria, pero cuando pensaba disputar las clásicas de las Ardenas una inoportuna lesión le privaba de ello, no pudiendo defender su triunfo en la Flecha Valona. Terminaba la primera parte del año con Romandía, donde conseguía llevarse otra vez la general sin destacar especialmente pero demostrando mucho oficio y regularidad. Sin grandes esfuerzos ni alardes se había llevado dos de las vueltas de una semana más importantes del calendario, y todo esto no era más que preparación en una temporada enfocada completamente al Tour; algo había cambiado en Evans, y sus rivales iban a comprobarlo en Julio.

Para dar el último punto a su forma disputó Dauphine como acostumbra, y como viene siendo la norma volvió a quedar segundo por cuarta vez en sus últimas cuatro participaciones. Esto demostraba que la preparación de cara al Tour había sido buena: Cadel estaba listo, y a diferencia de otros años su equipo también lo estaba. En la primera etapa Cadel fue el mejor de los mortales, y en la contrarreloj por equipos el BMC quedó en una fantástica segunda posición. Mientras que la accidentadísima primera semana mandó para casa a muchos de los favoritos, el equipo de rodadores y clasicómanos de Evans le mantuvo perfectamente colocado en todo momento, librándole de cualquier percance. En el Mûr de Bretagne conseguía su primera victoria en una etapa en línea en Tour, así que llegaba colocado a los Pirineos como el mejor de los favoritos. Evans no tenía ninguna necesidad de mover el árbol, y la inoperancia de los Schleck unida al mal estado de Contador nos dejó un primer bloque de montaña soporífero.

Sería en las etapas siguientes cuando el Tour destapase el tarro de las esencias; en Gap y Pinerolo vimos combate importante entre los favoritos, siendo el australiano el más beneficiado. Pero serían las dos grandes etapas alpinas más la última contrarreloj las que acabarían decidiendo el Tour. En la etapa del Galibier parecía que todo se trastocaba para el australiano cuando Andy lanzaba su ataque en el Izoard, pero si fue espectacular la etapa del luxemburgués no lo fue menos la del aussie, que actuando como el capo de la carrera tomó el toro por los cuernos en el Galibier y con una impresionante subida eliminaba al vigente campeón definitivamente de la lucha por la general, además de mantenerse en la lucha por el maillot amarillo al recortar la desventaja con Andy en meta hasta poco más de dos minutos. Pero no todo estaba dicho, y el arranque de raza de Contador en el Galibier al día siguiente volvía a poner a Evans contra las cuerdas, que gracias al trabajo de su equipo y el Europcar lograba contactar con el grupo de Andy y Contador antes de la subida a Alpe d’Huez, donde ya no dejó la rueda del pequeño de los hermanos sabedor de que le quedaba la contrarreloj para recortar la escasa desventaja que tenía. En la lucha contra el cronómetro en Grenoble espantó los fantasmas del Tour del 2008, y con una exhibición arrebataba holgadamente el maillot amarillo a Schleck además de rozar la victoria de etapa. El trámite de la etapa final sirvió para darse un baño de multitudes al australiano que finalmente conseguía su sueño, siendo el primer australiano y el tercero más veterano en ganar el Tour.

Antes dar por concluido el año disputó el Tour de Colorado en Agosto, cerrando así una temporada llena de éxitos para él, en la que ha dado carpetazo a su fama de chuparruedas y segundón y consolidándose como uno de los mejores corredores de su generación. Para el año que viene volverá a centrar su temporada en el Tour, al que llegará con 35 años pero con un recorrido ideal para sus características, así que no podemos descartar volver a verle en el cajón más alto de los Campos Elíseos el año que viene.