Alejandro Valverde Belmonte (1980) ha sido un ciclista excepcional. Perdonen el tiempo verbal, pero éste que escribe se muestra cauto si se tiene en cuenta una inactividad de dos años de por medio. Un ganador nato, un corredor con empaque, influyente, carismático, un ciclista Top. Lo hemos visto ganar en prácticamente todos los escenarios posibles, ha puesto su nombre donde ningún otro compatriota lo hizo antes, pero si se me permite la frivolidad: ¿podría haber hecho algo más?

La victoria, el símbolo que identifica a Alejandro Valverde

Los economistas denominamos coste de oportunidad al valor cuantificable de la mejor alternativa posible a la que renuncia un agente en un proceso de toma de decisiones. Se trata, en definitiva, de la eterna cuestión: “qué hubiera ocurrido si…”. Muchos tenemos la sensación de que en un momento dado la carrera de este tipo se enfocó hacia unos objetivos no inalcanzables, pero sí “costosos”, quizá bajo la presunción de que ya había ganado bastante. Puede que la respuesta tenga que ver con la popularidad de nuestros supercampeones en las GTs, que al fin y al cabo es lo que ha llegado históricamente a nuestro público nacional no especializado. Me cuesta creer que alguien se canse de ganar. Me cuesta creer que alguien capaz de ganar de febrero a octubre y de la forma y nivel en el que lo hacía Valverde pudiera cansarlo, o a sus responsables.

Para el recuerdo queda su primera Lieja, su glorioso sprint para llegar primero del grupo perseguidor por detrás de Astarloa en su primer mundial en 2003, el sprint para batir a Lance en la primera etapa de montaña del Tour 2005 ante los ojos del mundo situado en la cima de Courchevel. Recuerdo a la perfección las portadas del día siguiente a esa cita, “El nuevo Indurain” rezaban algunas. Cuánto daño hace la prensa muchas veces. ¿A caso no valen nada las generales en vueltas a Mallorca, Murcia, Burgos, País Vasco, Dauphiné, Romandía y muchas otras? ¿Y las clásicas? El palmarés es impresionante. ¿De verdad un ciclista así tiene la necesidad de derrochar sus fuerzas en pro de un 8º puesto en el Tour?

Todos en algún momento nos hemos hecho esa pregunta con algún que otro corredor. Valverde es el prototipo. Cierto es que con los años se pierde esa chispa y se gana en resistencia y perseverancia. Muchos corredores de ese perfil se reconvierten caso Di Luca o Vinokourov. Pero Valverde era diferente, capaz de resolver cualquier grupo, atrevido, arriesgado, ganador. Mejor que todos ellos, aunque incapaz de reconocer que no podría ganarles durante 21 días. Con una Vuelta a España en su palmarés parece premio insuficiente para un corredor de su trascendencia. Para sus responsables quedará para siempre la tarea de estimar cuánto más pudo hacer en el mundo del ciclismo de enfocar su carrera por otros derroteros. Para los aficionados queda soñar, imaginar cómo será su vuelta o lo que es más importante, soñar qué hubiera ocurrido si…

Abel Calleja