El Mundial de Copenhague no sólo ha abierto bocas para bostezar. Tras la carrera del domingo, entre la afición ciclista se entona el debate sobre si los circuitos del arcoiris deben ser siempre selectivos o si, de vez en cuando, se les puede permitir a los mejores velocistas del pelotón luchar por la prenda más preciada del año. La discusión había estado guardada bajo llave desde el año 2002, cuando Mario Cipollini puso el broche a su increíble temporada con la victoria en el circuito de Zolder.

Por un lado, sprinters como Cavendish, el propio Cipollini o nuestro querido Greipel forman una parte incuestionable de la élite del pelotón. Nadie puede dudar del talento de los tres felices componente del podio de Copenhague. Goss parece destinado a ocupar un nicho en el calendario similar al de Óscar Freire, pero para los archirrivales Greipel y Cavendish estos circuitos son su única posibilidad de luchar por unas medallas que probablemente -seguro en el caso del Manx Express- sus carreras merezcan.


Enfrente se sitúa la tradición de la carrera arcoiris y las querencias del aficionado. Un circuito más selectivo ofrece más posibilidades de ataques a los ciclistas; más posibilidades de ataques equivale a más espectáculo y más imprevisibilidad en la carrera; y más espectaculo e imprevisibilidad equivale a mayor satisfacción tanto del aficionado medio como del enganchado eventualmente por la importancia de la carrera mundialista (y con potencial para convertirse en aficionado medio).

Es más difícil pontificar sobre el mérito de las victorias. Es cierto que demuestra más fortaleza aquel que gana en solitario o el que selecciona la carrera; pero no es menos cierto que un trabajo como el de la selección británica en la capital danesa bien vale un pedazo de oro. Tampoco hay que obviar el valor intrínseco del sprint, una de las mayores artes dentro del deporte de la bicicleta.

Al final, la respuesta a la pregunta del título depende de la identidad de esta carrera, por tantas razones única entre lo largo y ancho del calendario. ¿Es una prueba que corona a los mejores ciclistas del pelotón cualquiera que sea su condición -escaladores, llegadores, velocistas, rodadores, clasicómanos- o debe ser una carrera para un biotipo determinado de corredor? No está claro quién debe dar respuesta a una pregunta que aun así no legitima un circuito tan poco especial como el de Copenhague.