Como un filete pasado de más por la plancha. Seco. Sin jugo. Como la suela de un zapato. Así resultó ser para los más jóvenes el repecho final en Rudersdal ayer en Copenhague. El ciclismo es un deporte de fondo. En pruebas como el Mundial o los Monumentos, casi que mucho más. La tensión. El ritmo. La velocidad. Los látigos. Los kilómetros. Para rendir en estas pruebas no solo hay que ser muy bueno, también tienes que saber asimilar las distancias, y los más jóvenes del pelotón no son los que más fácil lo tienen.
Es lo que ocurrió con Peter Sagan. Valiente, con un 2011 a sus espaldas de impresión y con unas intenciones de campeón en Dinamarca: quería probarse y tratar de ganar el Mundial en ruta. En finales como el de ayer ha ganado en varias ocasiones este año. En Cerdeña, en Suiza o en Polonia. Pasó que, como con la carne pasada de punto, los kilómetros se le hicieron bola. Como al niño que le da vueltas al filete y termina por sacarlo de la boca. Demasiado joven para tanto bocado.
Pero no solo al prodigio eslovaco se le hizo eterno el uphill-finish del domingo. Incluso fue de los que más opciones tuvo quedando en un 12º puesto final, justo por detrás de otro de los jóvenes valores del ciclismo, Denis Galymzianov, performance la del eslovaco nada criticable conociendo que también contaba únicamente con dos co-equipiers; los hermanos Velits. Algo similar le ocurrió a otros jóvenes del pelotón, que por falta de equipo no pudieron disfrutar de una mejor colocación, pero que también sufrieron en ese repecho lo atufado que va uno con 266 kilómetros en las piernas. Edvald Boasson Hagen, 8º al final, es el caso más claro. El doble ganador de etapa en el Tour, con grandes resultados también durante el verano al sprint, no pudo con corredores en princpio inferiores en la especialidad como Feillu, al que derrotó con claridad en Lisieux durante el Tour, Bozic o Roelandts.
Otros son los casos de Degenkolb, Kittel, Modolo o Viviani. Por no saberse situar en carrera o por verse supeditados a un compañero (Greipel, 3º, y Bennati, 14º, respectivamente), no tuvieron la opción de enfrentarse al final con las fuerzas que hubieran querido. Pero lo que está claro es que, de haber podido, lo hubieran intentado. Unos no llegaron en el grupo y los que lo consiguieron, no pudieron ni colocarse ante el ímpetu de los anglosajones.
Algo más de cinco horas de bicicleta con los mejores, en cualquier caso, es una experiencia positiva. Son jóvenes, aprenderán y tendrán sus oportunidades. Porque si algo han demostrado todos los que en esta reflexión se nombran, es que son jóvenes con mucha proyección. Cada uno en lo suyo, que en el caso de Boasson Hagen, Sagan o Degenkolb, son varias cosas a la vez. Y cuando a ellos les toque dejar la bisoñez a un lado, a otros se les hará bola superar los 250 kilómetros. Es una de las leyes no escritas del ciclismo.