Pasando por La Cueña les Cabres, Chris Froome (Nairobi, 1985) abandonó la labor de caza que había liderado durante toda la ascensión a L’Angliru. Con Juanjo Cobo completando su exhibición, parecía que el gregario perfecto de Wiggins ya había agotado el depósito. A cola de grupo se encontraba, aún a rueda de su líder, cuando el guión de la película sorprendió a todo el mundo. Las dos comparsas del grupo de los Sky, Menchov y Poels, tomaban ventaja ante lo que parecía ser una crisis del líder de la carrera. Froome volvió raudo al trabajo, trató de ofrecer una rueda que a Wiggins ya no le servía para nada. Entonces llegó el momento. Por fin, el gregario perfecto comenzaba a trabajar para si mismo. Tal vez lo merecía cuando accedió al jersey rojo, tras una crono en Salamanca en la que superó a su jefe de filas. Tal vez sin su trabajo abnegado y sin reservas en la etapa de Manzaneda, donde cedió el maillot ante su compañero, hoy sería el líder de la vuelta, y favorito claro al triunfo en Madrid. Divagar ya no sirve de nada y no parece Froome el tipo de ciclista que pierde el tiempo planteandose estas cosas, vista su actitud en carrera.

Good (?) old times: Froome llevando a Wiggins hasta la meta de La Farrapona.

Cuándo accedió al liderato de la vuelta, rechazó la comparación con Thomas Voeckler, princesa por sorpresa del Tour durante muchos días, considerando que a él nadie le había regalado nada en forma de escapada-bidón. Tenía razón, de hecho, en opinión de éste que escribe, su situación se asemeja más a la del escudero de Voeckler en aquellos días, Pierre Rolland, el chico para todo de Europcar, que tan pronto cosía un huevo como freía un alfiler: marcaba el ritmo, respondía a los ataques y aún llegaba con los mejores. El francés tuvo la oportunidad de brillar en solitario cuando Voeckler cedió en su titánica resistencia, y a fe de que lo hizo llevándose una victoria de etapa en las mismísimas narices de Samuel Sánchez y Alberto Contador. Ahora le toca a Froome, quien sabe si con un objetivo mucho más ambicioso: una general de una gran vuelta por etapas.

Froome: Sky (o Cobo) is the limit... .

Sin duda se trata de la aparición de la Vuelta. Considerado un buen escalador, pero sin resultados que avalaran un rendimiento como el de estos días, Chris Froome, pase lo que pase en Peña Cabarga y el resto de las etapas por venir, se ha hecho un nombre en las carreteras españolas. Si es capaz de confirmar su nivel en otros escenarios en el futuro, quizá las esperanzas del ciclismo británico en las rondas de tres semanas no pasen por la mutación de Bradley Wiggins, sino por un chico blanco de veintiséis años que creció entre Kenia y Sudáfrica.