Durante multitud de años la basílica de Lourdes ha sido conocida por las apariciones en la gruta del paraje de Massabielle. Los habrá que crean en ellas y los habrá escépticos, pero lo que es cierto es que este año, sin ninguna efeméride que conmemorar el pelotón del Tour se suma hoy a la peregrinación que cada año emprenden miles de fieles para encontrar el milagro que tanto esperan. Y es que entre el pelotón también hay ciclistas que esperan un milagro que cambie radicalmente la dirección de su carrera, y no simplemente la que se corre en Francia este mes de julio de 2011.

Uno de los casos más claros es el de Gerald Ciolek, quien hace unos años que está peleándose consigo mismo para reencontrarse con aquel sprinter que asombró al mundillo ciclista con menos de veinte años y que estaba llamado a disputarse la supremacía en los sprints con Mark Cavendish. Desde que ganase el campeonato alemám y la megaestructura T-Mobile -más tarde HighRoad- se fijase en él su crecimiento fue haciéndose más y más lento hasta que con el ciclismo alemán bajo mínimos tuvo que irse al último bastión de los teutones, Milram, donde pese a una victoria en la Vuelta’09 tampoco mostró signos de mejoría. Con su fichaje a Quick Step parecía que podría dar ese paso que se le reclamaba, pero no está siendo así.

Junto a él podríamos encontrar a Mikhail Ignatiev. Durante un tiempo fue uno de los más destacados ciclistas compitiendo en el calendario amateur italiano, llegando a ser en algún momento uno de los dominadores. Con una plasticidad insultante sobre la bicicleta y unas piernas con una potencia nada despreciable su salto a Katusha hacía prever su explosión definitiva, pero como tantos otros, el amateurismo italiano pudo con él. Poco ha demostrado desde que diese el salto: alguna fuga como la de Perpignan en 2009, el campeonato ruso contrarreloj y, el que probablemente fuese su mejor momento, la gran victoria conseguida en Tirreno-Adriático 2010. Sus apariciones este año están siendo con cuentagotas y es de suponer que más de uno espera que consiga la constancia y regularidad que necesita.

Otro de esos ciclistas es Ryder Hesjedal, que tras el sorpresón que ofreció el año pasado, y no sólo en el Tour, tenía que confirmar esta temporada todo lo que apuntó la anterior. La omnipresencia de la campaña anterior ha desaparecido este año y sólo en la Itzulia se ha visto a un corredor destinado a brillar en París-Nice, Euskadi y las Ardenas además por supuesto del Tour, donde ya pierde más de un cuarto de hora con los principales favoritos. Él y su equipo necesitan un buen final de temporada.

En cambio otros esperan milagros mucho más terrenales. Cavendish tendría suficiente con no hacer muestra de su culogordismo y no quedarse en la primera rampa del Aubisque, Robert Gesink agradecería unas curas milagrosas a su maltrecha espalda, los RadioShack si no sufren más caídas se darían con un canto en los dientes, mientras que nuestro querido Benja Noval con no tener problemas para arropar a Contador sería el hombre más feliz del mundo.