La Quebrantahuesos, que este año ha cumplido su vigesimoprimera edición, es seguramente la marcha cicloturista más conocida en España y una de las más afamadas en el extranjero. Cada año miles de ciclistas la corren ilusionados y muchos más se quedan en casa, desilusionados, ya que ha crecido tanto que ha superado lo gobernable y requiere de sorteos y/o filtros para mantener su participación en niveles manejables.

Ha crecido tanto que ya no es una marcha cicloturista, sino una vara de medir ¿tú has hecho la Quebrantahuesos? Si la has corrido, ¿qué tiempo has empleado en hacerla? Y a partir de ahí, estás marcado como cicloturista.

Si durante muchos años el cicloturismo suponía coger una bicicleta de considerable peso con guardabarros y unos rudimentarios cambios para poder subir cuestas con las pesadas alforjas de rigor ejerciendo de lastre, poco a poco el panorama ha ido cambiando y ahora mismo el cicloturismo es cada vez más deportivo. El cicloturista actual duerme en hotel, cena en el bar y está mal visto llevar una bolsa de herramientas, bomba para inflar los neumáticos en caso de pinchazos e incluso los tapones de las válvulas de las cámaras. En muchos casos, apenas tendrá tiempo para echar un vistazo al paisaje desde un puerto o para detenerse y descansar junto a ese bonito lago. Viste culottes y maillot a juego, lleva un casco que se puede ver en el pelotón profesional ese mismo año y se depila las piernas para horror, deleite o indiferencia de su pareja,

Y lo que ahora llamamos cicloturismo dejó de ser cicloturismo y se ha convertido en otra cosa (los franceses llaman, creo que acertadamente, ciclodeportivas a las carreras que aquí llamamos cicloturistas). Además, entra en juego otro concepto que no existía en el cicloturismo primigenio y que no tiene que ver con la técnica, ya que hablamos de la competitivad, de la medida respecto a otro y no respecto a uno mismo. Y la regla con la que medimos a un cicloturista está en la Quebrantahuesos, siempre con el mismo recorrido, como una barra de metal guardada celosamente en un museo de París a temperatura constante.

Así, mientras que los primeros días de junio las carreteras del país rebosan de ciclistas de todos tipos (altos, bajos, flacos y gordos, con alta cadencia y atrancados, con bicis de aluminio y dos platos o de carbono y Compaq), salir a finales de junio supone en muchos casos una experiencia solitaria.

¿Qué ha sucedido con esos ciclistas? Bien, la Quebrantahuesos ya se ha corrido, el entrenamiento enfocado a ella ya se ha realizado, para bien o para mal. Es hora de dedicar a la familia o a los amigos las horas robadas en las largas salidas del fin de semana, es tiempo de ir a la playa o hacer otros deportes o simplemente tirarse en el sofá y disfrutar del ciclismo televisivo, ya que el Tour de Francia, la prueba ciclista profesional por excelencia está a punto de comenzar.

La salida tiene más publicidad que las de profesionales

Y es que el Tour de Francia es también la vara de medir del ciclista profesional. Pero ¿lo es para todo el mundo? El buen aficionado ciclista no sólo admira a Contador, Armstrong o Merckx; también admira a Cancellara, a Musseuw o a Boonen. El Tour de Francia es una carrera espléndida, pero el connaisseur disfrutará en igual o mayor medida de carreras de un día como las clásicas Paris Roubaix y Tour de Flandes o de carreras por etapas tanto o más atractivas que el Tour como el Giro de Italia o la Vuelta a Suiza.

Por tanto, para un auténtico aficionado, hay algo más allá del Tour y el ciclista profesional no es valorado únicamente por su rendimiento en el Tour. ¿Por qué no hay nada más allá de la Quebrantahuesos, sin embargo? Se podría entender que una persona con poca idea de cicloturismo y no practicante, al preguntarte por tu afición, te pregunte si has corrido la Quebrantahuesos y te valore según lo hayas hecho o no (“menudo globero” o “este tío tiene que andar mucho”), pero ¿se entiende que una persona que practica dicho deporte haga la misma cuestión?

Por ello, se debe ver la Quebrantahuesos como una marcha en la que se transcurre por un “entorno incomparable”, valga el tópico, y que ofrece una dureza desafiante. Porque es el desafío personal lo que han de ofrecer las marchas cicloturistas, no un desafío grupal.

Las marchas cicloturistas, además de bonitas para correr, hacen una labor importante en el cicloturista, que es ofrecerle un objetivo tangible, algo por lo que entrenar, algo por lo que salir en invierno a temperaturas bajo cero o en verano bajo un sol de justicia. Se puede hacer todo eso sin ellas, pero su ayuda a la realización de ello es valiosísima, por la propia naturaleza del ser humano. Pero no han de ser el fin, sino el medio para ser cada vez un ciclista mejor. Y la Quebrantahuesos, dentro de su grandeza, se ha convertido en un fin.

¿Hay vida más allá de la Quebrantahuesos? Efectivamente. Hay marchas más duras, más largas o mas exigentes, tanto en España como en el resto del mundo. Quizá mirar un poco más lejos nos ayudará a restar importancia a la Quebrantahuesos (y al haberla hecho o no, o al haberla hecho bien o no) y disfrutar un poco más de la bici.

¿Mi elección personal? En Francia. Y en concreto la Ariegeoise, pero podría ser cualquier otra. Pero ese es tema para otra entrada cicloturista de Cobbles & Hills.