Mientras miro por la ventanilla del avión que me lleva a Londres para disputar la Copa del Mundo de Milton Keynes voy pensando en el recorrido que nos ha traído hasta aquí. Camino ya de la tercera prueba saboreo el privilegio de disputar una Copa del Mundo completa, algo que no hubiese creído posible hace tan solo un par de años, y que tras un cúmulo de casualidades, circunstancias y buen hacer se ha transformado en realidad.
Aún está reciente el último e intenso fin de semana. Koksijde, un clásico, y Spa, que está llamado a serlo. Dos circuitos tan diferentes y al mismo tiempo tan similares en su esencia más profunda. Llegué a Koksijde consciente de que mi inexperiencia en arena sería un rival duro de batir, aunque una cierta ingenuidad me hizo pensar que tampoco era imposible. Viendo el circuito llegué a creer que podría absorber en horas lo que otros llevan entrenando años. Observé, pregunté y probé, tampoco parecía tan difícil… ¿Por qué no?
En la salida me siento un poco más segura que otras veces. Hacia la izquierda y un poco más atrás está Mercè Pacios, esta vez no estoy sola. Ya colocadas en parrilla nos miramos y sonreímos con la ilusión y la incertidumbre de dos adolescentes. Nos deseamos una suerte sincera, porque ninguna está allí para ser la mejor española, sino para crecer en un mundo que hasta ahora nos había sido ajeno. Doctora en Ciencias Químicas y uno de esos valores que se ha buscado las lentejas lejos de casa, prudente en palabras y valiente en actos, llega a Koksijde con el cartel de “Just Married”. Me alegra tenerla allí. Dos caminos diferentes y dos vidas ajenas que se cruzan en un momento dulce para ambas. No nos hace falta decir mucho, sabemos lo que fluye por el corazón de la otra porque lo sentimos en el propio.
El semáforo se pone verde y estoy más concentrada que nunca, sé que una buena salida es importante en una carrera en la que habrá muchos tapones. No es mi terreno, pero pienso que siendo positiva y manteniendo la concentración puedo conseguir hacer una buena carrera, es vital no agobiarse y no caer en la desidia en un recorrido tan complejo. En la primera curva me sobresalta ese olor a quemado que conocí este año en las pruebas de carretera, pero que nunca había vivido en ciclocross. Frenazos para tomar el primer giro, algún toque y un pulsómetro que sale volando, me asusto y dejo de pedalear con fuerza por un instante. Tras la primera duna estoy justo por detrás de Mercè, y por detrás no hay mucha bici… Lo de hacer buena salida no ha cuajado, pero el camino hasta meta es largo.
Al primer tramo largo de arena llegamos aún en fila, todas están cerca, así que toca correr todo lo rápido que puedan las piernas, como si fuesen los 100 metros lisos. ¡Aunque de lisos tienen poco! Al volver a subirme a la bici tengo el corazón a mil y necesito coger aire, así que recuperar puestos no me resulta fácil. Empieza una lucha contra la arena y contra los miedos, pero intento mantener la calma y hacer los tramos difíciles cada vez un poco mejor. Aflojo un poco en los tramos a pie, porque si no me acabaré hundiendo en bici. Voy haciendo camino y adelantando puestos, aunque la realidad se impone y va quedando claro que esta vez quedaremos lejos de las veinte primeras.
Aún así, es imposible no disfrutar de un circuito tan distinto, en el que las caídas rara vez hacen daño, con un montón de público y algún Nuño gritando entre ellos. Es una de las carreras más clásicas y aunque el puesto no es brillante termino satisfecha y sobre todo con muchas ganas de volver y de aprender a hacerlo bien en este terreno. Al cruzar la meta me paro a esperar a Mercè, pero tras un par de minutos empiezo a sospechar que no ha logrado terminar. La han parado a falta de una vuelta, pero ambas sabemos que no era el día más fácil, por delante tenemos circuitos en los que sentirnos más a gusto.
Remontada en Spa–Francorchamps
Es ya el turno de Spa. Un recorrido novedoso para todos y con el glamour de competir en un circuito de Fórmula 1. Ya conocía la famosa subida, me acerqué a conocerla un día que estaba por la zona, hace ya unos cuantos años. Recuerdo estar cerca del punto más alto y pensar “en coche todavía, pero subir esto en bici…”. Quien iba a pensar que algún día a alguien se le ocurriría organizar una carrera de ciclocross allí…¡¡y quien iba a pensar que yo iba a estar en ella!!
Salida cuesta abajo, mucha velocidad y ¡pum!, de frente contra el repecho, 18% se comenta, las piernas dicen que puede ser cierto. Me gusta ese inicio, no hay nervios, no hay toques, solo hay que dar pedales y subir todo lo rápido que se pueda. Hago una buena salida y me recreo en ello. ¡Hoy sí! Primer escollo salvado, a ver si cojo el ritmo de las primeras y consigo aguantar, al menos hoy será una carrera codo con codo, sin tener que ir remontando desde atrás. #*¿@ç$&/*Ç? ¡Demasiado pronto! En la primera bajada pierdo el control, me voy contra las vallas y pierdo un tiempo precioso… volvemos a estar atrás.
Cuando arranco no veo a nadie por delante, ups. Vergüenza al pasar por el box, los mecánicos me miran con cara de “y esta vez, ¿qué?”, pero yo miro para otro lado… De todas formas, en un circuito tan duro como este, las diferencias entre unos puestos y otros no serán pequeñas, así que aún hay tiempo de acercarse mucho al sitio que nos corresponde. En la segunda vuelta me gritan “venga, que puedes llegar hasta el 15”, aunque el cuerpo me dice que se puede llegar más allá. Las piernas, tan doloridas al empezar el día, parecen haber olvidado el cansancio de Koksijde y me regalan uno de esos días en los que arrancar una vez tras otra parece fácil. El recorrido no tiene desperdicio, un talud en el que más de una vez tuve que usar las manos, bosque con raíces, barro, bajadas pronunciadas y subida, mucha subida. Al principio parecía demasiado difícil o hasta peligroso, pero en carrera se le iba cogiendo el punto, hasta acabar disfrutando en él como pocas veces. Ya con la meta a la vista alcanzo el octavo puesto, aunque lo mejor sea haber encontrado esas sensaciones que tan pocos días se tienen y que te hacen disfrutar tanto en una carrera.
Tras Spa, avión y vuelta a casa por unos días, con tiempo suficiente para soplar velas y comer tarta. Y de nuevo, volvemos al aeropuerto. Ponemos esta vez rumbo a Milton Keynes, una prueba que promete, y mucho. Pero hablaremos de ella más adelante, porque comenzamos a perder altura y el auxiliar de vuelo ya mira mi portátil con cara de pocos amigos. Londres debe estar ya al otro lado de ese mar de nubes.
Que buena yes Aida! Jaja me parto! Mucha suerte por Milton Keines!! Como me gustaría estar allí….!!!
Esto son crónicas… DAAAIII…!!!
Gracias!!
Muy buena crónica!!
La arena se hizo dura, pero lo que no te “puede” te hará más fuerte.
Así que por ellas “a fueu”!
Que gran texto!
Suerte mañana en Milton Keynes, te veremos, como siempre! No me pierdo ninguna carrera de CX