Michael Vanthourenhout

Aun fino a sus 20 años, Vanthourenhout tiene mucho margen por delante / Foto: NorthWave.com

A algunos, el destino les ha marcado los pasos siempre a la vera de otros, como queriendo cerrarles el paso de todo protagonismo. Eso le ha ocurrido desde siempre a quien escribe estas líneas. Tercero de tres hermanos, tercero en importancia en el equipo del patio de colegio y medalla de bronce en los únicos autonómicos que me han visto o me verán lucir el pelo. No obstante, la intención de ese mismo destino bien podría ser mantenerles en un segundo plano mientras aprovechan la estela de sus predecesores para llegar, incluso, a superarlos. Porque Michael Vanthourenhout (Brujas, 1993) también es el tercero de una saga familiar que ha hecho del barro su casa, también es el tercero en importancia de una nueva generación que tiene a Mathieu van der Poel y Wout Van Aert como absolutas referencias y futuras esperanzas.

Sin embargo, él no se conforma con un bronce que guardar bajo montones de trastos viejos, ni con mantenerse a la vera de todos los que sobre el papel le superan. Poco o nada le pesa compartir apellido con Sven, ahora fiel escudero de su tocayo Nys que otrora puede presumir de haber sido una exitosa promesa y fugaz realidad venida a menos antes de tiempo por las lesiones, en el anterior campeonato continental. Pese a tener una competencia mucho más dura que la que tuvo su primo en su día, fue capaz de “emularle” logrando el título europeo, lejano a la trascendencia de la lucha del arco iris, pero, en la práctica, un simulacro de Mundial.

Tampoco le intimida le relevancia del nombre de Dieter en las campas flamencas. Su hermano mayor, aun siendo el menos talentoso de los tres, es uno de los veteranos en el durísimo profesionalismo belga y un valor seguro para cualquier equipo en términos de entrega y, de estar a buen nivel, presencia publicitaria en forma de resultados. Una fama forjada temporada por temporada que no evitó que fuera mero acompañamiento en el polémico fichaje de Michael por Sunweb-Napoleon Games, quien decidió romper unilateralmente el contrato en vigor con BKCP-Powerplus acogiéndose a la ley del ’78. El caso, llevado a los tribunales, marcó el devenir durante las semanas siguientes al título cosechado en Mladá Boleslav, en las que su mejor versión quedó aparcada por la de un ciclista más, no solo alejado del binomio de moda sino fútil en sus esfuerzos frente a la plana mayor del pelotón beloften.

Un rendimiento que no fue recuperado hasta que estuvo vestido de rojiblanco. Eliminado el bloqueo mental que paralizaba sus piernas, los buenos puestos fueron llegando uno tras otro, superando a los “mortales” con las misma regularidad que los dos grandes gallos hacían con él mismo. Un enero inmaculado coronado con la presea argenta en Hoogerheide, que transformaba una temporada irregular en un éxito absoluto y, además, suprimía de una vez por todas la etiqueta de “hermano de …”.

No obstante, una vez desmarcado del sello de su apellido, para el presente otoño le quedaba un reto más difícil todavía. No se trataba de salvar comparaciones ni de separar la imagen de sus familiares de la de él mismo, sino de competir. Competir contra los mayores talentos surgidos, como mínimo, desde la generación de los Albert, Štybar y Boom. El también tercero de los Van der Poel y Wout Van Aert, señalados ambos como the next big thing, eran los escollos ante los que se iba a tener que enfrentar el de Wingene en su último año como Sub23. Una barrera demasiado alta de antemano, ante la que se suponía que debería conformarse con las migajas que éstos dejaran a su alcance.

En un principio, con esto le hubiera bastado para completar un campaña más que exitosa, teniendo en cuenta que las dos emergentes estrellas iban a hacer Superprestige y BPost Bank Trofee, respectivamente, con los élite. Pero un tipo conformista no supera a sus antecesores ni se convierte en campeón de Europa. Los galones recibidos en su nuevo equipo, la tranquilidad de preparar el invierno sin presión a lo largo del verano, como siempre, a la sombra de otros, han sido los ingredientes que le han permitido dar un salto de calidad excepcional. Mostrando un motor desconocido en él, la llegada circuitos duros ha sacado a la luz un Vanthourenhout digno de sus rivales. Porque si a su victoria en Ronse se la podían poner comillas -Wout y Mathieu no participaron-, los argumentos se derrumban ante las demostraciones en Ardooie y Valkenburg.

En un trazado más duro de lo esperado, no tuvo reparos en apostar en sí mismo frente a hombres como Meeusen o Štybar. Una valentía que tuvo su premio en forma de desgracia ajena, que desluce inmerecidamente una victoria en la que endosó un minuto al largo listado de élites presentes. Pero la verdadera sorpresa la dio tres días más tarde. Ni el cansancio acumulado ni la extensa nómina de contrincantes pudieron con él. Marcando el tempo de principio a fin, se impuso con holgura en la primera manga de la Copa de Mundo haciendo gala de sus virtuosas piernas. Para un belga, que cuentan con la técnica de serie, la clara diferencia entre los buenos y los mejores. Un rendimiento esperanzador para la legión flamenca y para un Mario De Clercq que ve en él el relevo perfecto para Pauwels y Vantornout. Una vez de el salto de categoría, volverá a ser el tercero en discordia. Y ya sabemos como se las arregla.