Cada aficionado al ciclismo tiene una carrera que vive de forma diferente. Por algún motivo, para cada uno hay una prueba de un día que, a lo largo del año, es más especial que ninguna otra. Puede ser la llegada de la Primavera en Milano-Sanremo, la pasión flandrien en De Ronde, los campos de batalla de Paris-Roubaix, las cotas de Liège-Bastogne-Liège, las hojas muertas del Giro di Lombardia o, simplemente, el Mundial de Ciclismo en Ruta, una carrera caprichosa donde las haya que ha engrandecido mitos, ninguneado leyendas o dado lustre a unos álbumes de oro exiguos en clásicas. Para 25 de ellos, así ha sido: estos son los 25 ciclistas que vistieron el maillot arcoíris sin ganar un monumento durante su carrera.
Sin incluir al actual campeón Rui Costa, el repaso empieza, como no podía ser de otro modo, con un hombre que ya ha colgado la bicicleta como Thor Hushovd (2010) y otro que lo hará a poco de empezar la próxima campaña como Cadel Evans (2009). El noruego mostró su cara más rancia camino del velódromo y se quedó sin adoquín, mientras el australiano no mostró nunca su mejor versión post-mundialista ni en Lieja ni Lombardia. Son los dos últimos corredores de una lista en la que les precedieron a lo largo de este siglo Igor Astarloa (2003), ganador de una Flèche Wallone, y Romāns Vainšteins (2000), quien vistiendo el arco iris subió al podio, pero no al más alto escalón, en Sanremo y Roubaix.
La década de los ’90 sabe tanto de grandes figuras de las vueltas por etapas como sorpresas convirtiéndose en campeones mundiales. Por un lado figuran Laurent Brochard (1997), Abraham Olano (1995) y Luc Leblanc (1994), tres hombres que jamás fueron unos apasionados de las grandes carreras de un día pero que supieron aprovechar su momento para acariciar la gloria. Por el otro, Rudy Dhaenens (1990), un auténtico “Poulidor” de la Primavera quien perdió hasta en tres ocasiones la oportunidad de vencer en Roubaix en la misma línea de meta. También está Lance Armstrong (1993), que antes de recuperarse de su cáncer de testículo y protagonizar la historia por todos conocida fue un proyecto de clasicómano que se quedó muy cerca de hacerse con una La Doyenne que acompañara a su Flèche Wallone.

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El controvertido estadounidense es, sin lugar a dudas, uno de los nombres más sonados de una lista en la que también figura su compatriota y triple ganador del Tour de Francia Greg Lemond (1983 y 1989). Dos veces arcoíris, nunca pudo lograr el triunfo en ningún monumento, topándose una vez tras otra contra otro fuera de serie como Sean Kelly. Fueron años de mucho protagonismo para los vueltómanos como Stephen Roche (1987) y Joop Zoetemelk (1985), ambos ganadores en la Grande Boucle y poseedores de un campeonato del mundo sin haber vencido en ninguna de las cinco históricas carreras de un día.
Tampoco lo hizo Freddy Martens (1976 y 1981), ganador de la Vuelta y de clásicas como Amstel Gold Race y Gent-Wevelgem, que suma hasta 19 puestos entre los diez mejores en los monumentos, pero sin haber levantado los brazos nunca. Guarismos mucho más importantes que los que consiguieron contemporáneos como Gerrie Knetemann (1978) y Marino Basso (1972). El neerlandés forjó su palmarés con 12 etapas del Tour de Francia, mientras el italiano sumó podios en Sanremo, Flandes y Roubaix además de 27 victorias en las tres Grandes Vueltas.
Los ’60 vieron como Harm Ottenbros (1969) daba una de las grandes campanadas de la historia de la carrera, en una día en que el miedo a Eddy Merckx hizo que los favoritos desprestigiasen la victoria. Muy diferente era el perfil de su predecesor, Vittorio Adorni (1968), ganador de un Giro de Italia y habitual entre los mejores tanto allí como las clásicas de cotas, a pesar de que nunca pudo hacerse con la victoria en suelo valón. En esta época se entremezclan nombres con carreras dispares como las de Benoni Beheyt (1963), quien vistiendo el arcobaleno cuajó su mejor temporada con podios en los adoquines y una victoria de etapa en el Tour de Francia; o Jean Stablinski (1962), ganador de una Vuelta a España y diez etapas en grandes vueltas, pero sin resultados destacados en los Monumentos. Ciclismo en blanco y negro posterior a los triunfos de Ercole Baldini (1958), quien aprovechó su año de gloria para sumar el rosa al arcoíris; y Heinz Müller (1952), otra de las grandes sorpresas de la historia del Mundial. Poco antes, Hans Knecht (1946) y Theo Middelkamp (1947) se hicieron con las victorias más importantes de sus respectivas carreras.
En los albores de la cita mundialista, en el período previo a la II Guerra Mundial que suspendió su disputa entre 1939 y 1945, cabe mencionar a dos casos totalmente diferentes al de los dos primeros ganadores de la post-guerra. Por un lado, todo un vencedor del Tour de Francia como el francés Antonin Magne (1936); y por otro, el múltiple ganador de etapas en la ronda francesa Jean Aerts (1935). Ambos consiguieron unos cetros mundiales a los que intentaron sumar, sin éxito, un triunfo en Roubaix.
25 hombres que vistieron el arcoíris y nunca ganaron un monumento. 25 hombres a los que una única victoria les sirvió para hacerse un hueco en la historia del ciclismo. 25 hombres que forman una lista que a buen seguro irá creciendo con el paso de los años. 25 Campeones no monumentales.