El ciclismo puede presumir como muy pocos otros deportes pueden de poseer diferentes escenarios en los que destaquen unos u otros protagonistas. Hay contrarrelojes, llegadas en alto, tras descenso, etapas llanas, incluso pavés, muros y cotas que cuentan con sus especialistas y con sus más o menos discutidos números uno. Uno de esos específicos entornos es el sprint picando ligeramente hacia arriba o directamente consecutivo a una pequeña cota, y ahí, hoy por hoy, muy pocos pueden hacer sombra a Simon Gerrans (Orica – GreenEdge). Así estrenó la temporada en su patria, logró el segundo monumento de su trayectoria y también ha logrado, esta misma noche, su segunda victoria en el Grand Prix Cycliste de Québec tras su victoria en 2012, resolviendo entre el dolor y la agonía un final en el que Tom Dumoulin (Giant – Shimano) le hizo exprimirse hasta el límite del sufrimiento.

Unos últimos metros vibrantes que ofrecieron todo el espectáculo que permitía un recorrido apto para YouTube. Un circuito ligerito por las calles de la ciudad francófona que acumulaba toda su dureza en los últimos cinco kilómetros del mismo. Un menú sencillo que no iba a salirse en ningún momento del guión que podía esperarse de él. Fuga consentida, algunos arreones de segundas y terceras espadas en los dos últimos giros y, salvo sorpresa, una explosión de ácido láctico en los instantes finales que determinara el ganador entre los principales favoritos.

De este modo, a nadie importó en exceso el salto de Dennis van Winden (Belkin Pro Cycling), Jan Polanc (Lampre – Merida), Moreno Moser (Cannondale) y Yukiya Arashiro (Europcar), cuarteto que tras el primer paso por meta acumulaba ya rentas por encima de los dos minutos, las cuales alcanzarían poco más tarde máximas cercanas a los once. Unas diferencias que bajaron tan rápido como subieron, viendo como su aventura colmaba el vaso con casi sesenta kilómetros de carrera por delante, después de que BMC Racing y Orica-GreenEdge hubieran llevado el peso del pelotón hasta entonces.

Llegó pues, el turno de despertar de la siesta y comenzar a competir de forma real por la joven mas prestigiosa clásica canadiense. No hubo que esperar más allá que al siguiente paso de la côte de la Montagne para ver llegar los primeros contraataques desde el pelotón, que dieron lugar a una grupo de once unidades que mantendría, desde entonces hasta los últimos kilómetros, una dura pugna con el pelotón con rentas siempre inferiores al medio minuto. Y no porque el gran grupo quisiera, sino porque la calidad y el elevado número de integrantes del grupo cabecero hacía inviable toda neutralización sin poner en jaque al equipo y, por ende, las opciones ulteriores al triunfo. Es más, los únicos visos de caza llegaban por parte de valientes que, a la vista de la decisión de la avanzadilla, ampliaban aún más la resistencia por delante. Con la entrada de hombres del peligro de Matteo Trentin, Jan Bakelants (Omega Pharma – Quick Step), Tim Wellens (Lotto – Belisol) y Enrico Gasparotto (Astana) al toque de campana, éste se incrementaba hasta la quincena, provocando el cambio definitivo de ritmo por detrás.

Gerrans

Foto: @GPCQM

Ya no pararía hasta el final. Con Cannondale y Sky como principales impulsores de la caza, el grupo se estiró hasta finalmente quebrar el espíritu de la fuga, en la que solo el último intento desesperado de Valerio Agnoli (Astana) y el motivado local Michael Woods (Selección de Canadá) la mantuvo viva hasta el pie de la subida final.

Lampre-Merida tomaba entonces la responsabilidad, buscando las opciones de Rui Costa y apurando sus ¿últimos días? con el arcobaleno. Intento fútil y muy temprano que solo estiró una fila, que a base de hachazos y hachazos terminó por romperse a 1500 metros de meta. En un pequeño parón, Jelle Vanendert (Lotto – Belisol) tomaba una distancia más que respetable que solo pudieron echar abajo -y solo gracias al esfuerzo del segundo- Petr Vakoc (Omega Pharma – Quick Step) y Tejay van Garderen (BMC Racing), a quien una vez más su favoritismo se volvió en su contra. Sus rivales se pegaron a su rueda esperando ser llevados por la generosidad del americano, que en esta ocasión decidió no hacer el pánfilo. Miró atrás, y ante el excelente trabajo que Orica-GreenEdge venía haciendo desde atrás, decidió parar y dejar la suerte de su equipo en manos de Greg van Avermaet.

La alta velocidad y la pequeña pendiente en la que estaba situada la meta no impidieron en cualquier caso la sorprendente apuesta de Tom Dumoulin (Giant – Shimano). Con 350 metros todavía por delante, se adelantaba a la hilera aussie. Diez metro, quince metros, su lejano sprint parecía que por momentos podía tener éxito, pero Gerrans reaccionó a tiempo. Saltando del mismo modo muy lejos de “su” distancia, fue recortando poco a poco la distancia que había logrado el neerlandés, esperando que éste pagara su valentía en lo últimos segundos. Y así fue. Con el cartelón casi encima de su cabeza, Dumoulin se vio rebasado, al igual que en Alberta, por un australiano. Por su parte, Gerrans volvía a la senda de una victoria que no saboreaba desde Ans y mandaba, como tantos otros, un recordatorio de cara a Ponferrada.