Calentando motores para la inminente 76ª edición de la Volta a Portugal, era inevitable sentarnos un ratito a escribir sobre el que muchos consideran, ahora con el permiso de Rui Costa, como el mejor ciclista portugués de todos los tiempos. Joaquim Agostinho (Torres Vedras 1943 – 1984) era el pequeño de cuatros hermanos. De familia campesina, Agostinho pronto se puso a trabajar en el campo y se casó con una mujer de su tierra.

A los 18 años fue llamado para cumplir el servicio militar en plena guerra de Mozambique, allí ganó su primera carrera ciclista como aficionado pero también vivió los momentos más duros de su vida. Portugal estaba inmerso en un conflicto en su colonia africana. Destinado al frente, en el que estuvo durante dos años y medio, Agostinho vivió allí la violencia de la guerra y sufrió la muerte de algunos de sus compañero y amigos. El sufrimiento del ciclismo queda en nada cuando te ves en plena guerra, tal era así que solía reír de los que decían que el Mont Ventoux era duro. “La guerra si que es dura”.

Cuando regresó a Portugal, aquel joven bajito, con un físico corpulento, juntó todas sus ilusiones en el deporte y pese a que su sueño era ser jugador de futbol y llegar a jugar en el Sporting de Lisboa, su camino sería muy diferente. Joäo Roque, amigo y ganador de la Volta a Portugal de 1963, fue su gran apoyo para decantarse por el ciclismo. Lo descubrió cuando a él mismo le ganó en una carrera amateur y pese a la frustración de Roque, ya sabía que Agostinho tenía algo diferente a los demás. Le llevo a correr su primera “Grandísima” en 1968 y finalizó en segunda posición y tan solo un año después debutó con 27 años en el Tour de Francia ganando dos etapas y haciendo octavo en la general. Su calidad no pasó desapercibida para los grandes equipos, que por aquel entonces se lo disputaron.

Fichó por el Magniflex y después por el Bic de Francia, ayudando a Ocaña a ganar el Tour del 73. Ya en 1974, y tras dos victorias en pruebas menores, acude a la Vuelta a España donde ganó la etapa de Cangas de Onís. En el segundo sector de la última etapa, una crono de 35 kilómetros en San Sebastián, se impone por delante de Ocaña y Swerts, aunque no puede vestir el maillot amarillo que portaba José Manuel Fuente “El Tarangu”, que gana la general con tan sólo once segundos de ventaja sobre el ciclista portugués.

1978 fue un año clave, pues hizo tercero en el Tour de Francia de aquel año, si bien después sufrió un gravísimo accidente en el que se fracturó el cráneo. Estuvo a las puertas de la muerte que ya le había visitado con anterioridad tras sobrevivir a la malaria y a una mina que explotó bajo su camión cuando luchaba como soldado en Angola, pero se recuperó y en 1979 fue segundo en el Midi Libre, para luego volver a ser el tercero del Tour de Francia que venció Bernard Hinault. En 1980 hizo quinto en el Tour, pero en 1981 abandonó. Entonces decidió colgar la bicicleta y no corrió en 1982, pero volvió un año más tarde en 1983 para correr como profesional en el Sem-Mavic. En el 84, ejerció labores de director deportivo y corredor en el Sporting Club de Lisboa.

En la Vuelta al Algarve sucedió el mortal accidente. El 1 de mayo, un perro se cruzó en su camino en el transcurso de la quinta etapa, Agostinho se dañó fuertemente la cabeza y medio inconsciente logró terminar la jornada con la ayuda de sus compañeros. Trasladado de urgencia al hospital de Faro, los doctores que allí le atendieron apreciaron pronto la gravedad de su lesión y decidieron enviarle urgentemente a Lisboa. En la capital portuguesa, los doctores no pudieron salvar su vida y diez días después se marchaba así el ciclista más importante que había dado nuestro país vecino, un ciclista que cambió el ciclismo en Portugal, un ciclista capaz de ganar en las grandes vueltas y dominar en su país siendo tres veces campeón de la Volta y seis veces campeón de Portugal tanto en crono como en ruta.

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